Amor perenne en Verona

Amor perenne en Verona

“Todo el mundo tiene su sombra”
“La clase alta es muy maleducada y egoísta”
“Soy primario, y el más lindo entre los feos”
“A veces me agarran ataques de llanto”
La democracia del dedo

La democracia del dedo

“Se está construyendo una historia política”
“Los hombres son de otro planeta”
Cómo construir un santo

Cómo construir un santo

El estudiante

El estudiante

`Las siliconas me hicieron más mujer´
El escudo ético del Gobierno

El escudo ético del Gobierno

De tierra adentro

La novela obtuvo el último premio del diario La Nación. Está presentada en tapa como “una novela de Bruno Morales”, algo un poco raro. La solapa aclara que Morales sería una persona real, aunque su apellido apeste a seudónimo y que Sergio Di Nucci, periodista que sí existe, “prefiere la seudonimia a la anonimia colectiva”. Una cantidad de carambolas extratextuales un tanto llamativas y desorientantes cuando uno entra a la lectura concreta del libro.

El estilo es breve, telegráfico, casi un percutor que va desplegando la experiencia de una pareja de bolivianos: un tal Quispe, y la voz que narra, más joven que él. El corte de las frases, muchas veces atenido a la base puramente descriptiva, está condimentado sin cesar por el sabor recobrado, hábilmente recreado de lo verbal, y por una mirada a la vez humorística y lúcida.

Esa lucidez está disimulada. El muchacho boliviano que acompaña al más maduro Quispe en su inserción en el sector “boliviano” que se frota permanentemente con “los peruanos” (con quienes establece una especie de competencia) y un poco menos con “los paraguayos”, parece ingenuo pero a la larga demuestra que más bien ejercía una manera (otra más) de cubrir su vulnerabilidad ante “los porteños”.
A diferencia de un porcentaje muy alto de la narrativa local reciente lo que se narra es sobre todo el trabajo físico, esquivo, pero muy concreto. Es cierto, como se apuntó en más de un lugar, que el modo en que se desarrolla la experiencia de ese grupo inestable de albañiles tiene mucho que ver con la picaresca. Pero el tono difiere del tradicional: tiene una levedad y filo muy de la época, donde programas televisivos, canciones exitosas y falta de lugar definido en el entramado social tienden a disolver en vez de construir identidades.

Sin embargo cuando el libro va llegando a su última página reserva una última sorpresa. A pesar de ese derivar permanente entre comidas y costumbres típicas de un país lejano que ya empiezan a ser otra cosa en el crisol nuevo, vivo, aflora con nitidez insólita el trazado de “un relato de iniciación”. Sencillamente porque en esa página final el joven escueto, inteligente, pero un poco borroneado hasta entonces, toma decisiones fundamentales para empezar a ser él mismo.
La principal elección, que le quita de encima a algunos personajes, será buscar la estabilidad laboral mínima.

Pero, como el lector ya conoce el destino de la picaresca, nada le impide al personaje de “Bolivia construcciones” seguir en su enredada madeja de caminos cruzados