Amor perenne en Verona

Amor perenne en Verona

“Todo el mundo tiene su sombra”
“La clase alta es muy maleducada y egoísta”
“Soy primario, y el más lindo entre los feos”
“A veces me agarran ataques de llanto”
La democracia del dedo

La democracia del dedo

“Se está construyendo una historia política”
“Los hombres son de otro planeta”
Cómo construir un santo

Cómo construir un santo

El estudiante

El estudiante

`Las siliconas me hicieron más mujer´
El escudo ético del Gobierno

El escudo ético del Gobierno

El programa soñado

¿Puede la radio competir con medios digitales o de la videoimagen? La respuesta es no. Pero la pregunta clave es otra: ¿qué puede hacer la radio mejor que los demás? Y este programa da una respuesta: muy bien conducido por Víctor Hugo Morales, y con una mega producción (la mayor que se pueda escuchar en AM), cumple lo que propone: “Que a las 13 horas no exista en internet una noticia que no hayamos dado”. Y Daniel López, limitado a la información, apuntala al conductor con su objetividad.

Hay investigaciones y, para sintetizarlas, son presentadas con 4 ó 5 audios de varios reportajes, mediante compilados (la donación de sangre, o por qué el presidente y la primera dama elogian a Scioli si antes lo rechazaban, o una gran nota sobre el Mal de Alzheimer). Abundan primicias, como la de anunciar una probable inundación, en el Delta de Buenos Aires, para el 22 de marzo próximo. Y se suceden denuncias de oyentes que, como dice el conductor, “no caen en saco roto”.

Y así, a partir de las llamadas telefónicas, se investiga el aumento de precio de la canasta escolar y mencionan con nombre y dirección al súper que cobra más caro; o son “delatadas” las empresas de servicios que no escuchan las llamadas de sus clientes.

Atienden consultas de jubilados, entrevistan a personajes entrañables (José Sacristán o Víctor Manuel) y hay un contrapunto humorístico (López y Adrián Stopelman recorren las noticias: uno en serio y el otro en broma). Víctor Hugo, por otra parte y en cada definición, asume un comportamiento intachable que no merecería ser llamado “ética periodística” porque, tal vez, no hay una ética para cada profesión sino una de cada persona.

Si alguien grabase “La mañana” notaría, al desgrabar, que es todo texto. Porque, salvo las tandas y el informativo, muy respetados en sus tiempos, la comunicación no para, y más teniendo en cuenta que los temas musicales no suelen pasarse enteros. Pablo Milrud hace acertijos y los oyentes ganan entre 50 y 100 pesos, está la columna de Orlando Barone, los consejos del nutricionista Ricardo Olmedo, los comentarios fuertes (el uso del dinero público por Scioli cuando estaba en la Secretaría de Deportes), el deporte con Matías Canillán, las investigaciones especiales (Bussi preso, contratos por el agua), los móviles (salen a buscar trabajo, encuentran un caso grave y consiguen empleo para una persona), la política internacional a fondo y el campo. La producción está a cargo de los mejores (María González Berges, Fabiana Segovia, Silvio Ferrer, Agustina Zevallos, Laura Caragliano, Ludmila Moscato, Carlos Bianco y Hernán Avella), algunos heredados de Rolando Hanglin y otros de la escudería de Víctor Hugo.

Si el oyente es un receptor pasivo de noticias (en general amargas) este ciclo le abre la posibilidad de interactuar. Y así como la videoimagen y la PC permiten el hipertexto (información conjunta, visual, sonora o animada), Florencia Ibáñez, con sus interjecciones, subraya las palabras del otro, otorgándoles un plus expresivo. La radio debe recordar que cuando un medio es superado en público por otro (la cinematografía al teatro), aparecen los renovadores (como el dramaturgo Eugene O’ Neill en la época de oro del cine).

Si “La mañana” hace pie en las pausas, si no es una catarata, si las preguntas no son extensas como copetes y si encuentra los paréntesis, no será poco lo que logre, porque habrá dado otro paso para que la música de la radio tranquilice a las maravillosas fieras de la tecnología.