Una bañera y un hogar a leña. Esas son las ruinas del lujoso chalet que, en la primera línea de casas, dominaba José Ignacio, el sector exclusivo de Punta del Este que a partir de diciembre se atesta de argentinos. El fuego arrasó con todo lo que la casa tenía: televisores de plasma recién comprados, DVD en todas las habitaciones, muebles relucientes y flamante redecoración. La casa que Francisco de Narváez había alquilado para su hija Jazmín (25) —que se casará en marzo del 2008— quedó reducida a cenizas.
El incendio fue en la noche del viernes 7 de diciembre, mientras Jazmín (25) y su futuro marido cenaban a 200 metros de la casa, en el restaurante “La huella”. Minutos antes, la pareja había saludado a la empleada doméstica para luego pasar una noche a solas.
Sorpresa. Al volver, pasada la madrugada, Jazmín y su novio se encontraron con el apetito de las llamas, que se devoraron (casi) todo. “No hay detenidos, y todo apunta a que se trató de un desperfecto eléctrico: un cortocircuito en algún aparato doméstico”, es la versión oficial de la Subprefectura de José Ignacio. Ni siquiera hay acusados por el hecho, aunque los investigadores “no descartan ninguna hipótesis”, lo que siembra alguna duda sobre la intencionalidad del hecho. La Subprefectura confirmó que en el momento del incendio no había nadie en la casa y que De Narváez no estaba viviendo en el lugar. Los bomberos de San Carlos, que tardaron más de una hora en llegar, se negaron a brindar detalles acerca del estado en que encontraron el inmueble. Un vistazo al lugar exime de comentarios: apenas se levantan dos bloques de piedras en los laterales del terreno, al estilo ruinas incaicas.
“No voy a hablar sobre ese tema”, se excusó De Narváez a NOTICIAS. El “silenzio stampa” del empresario-diputado-ex candidato a gobernador bonaerense sólo se quiebra para aclarar que la propiedad no es suya. Y nada más. Según trascendió, la dueña del chalet sería Azul García Uriburu, hermana del pintor Nicolás García Uriburu, que aterrizaría en Punta del Este de un momento a otro. Se encontrará con que su casa, hasta hace poco una de las mansiones más acomodadas y lujosas de José Ignacio, quedó reducida a cenizas. Y con un cordón de media sombra que la rodea, sinónimo de peligro de derrumbes. Sólo quedan en pie, incólumes, un hogar a leña y la bañera.
Rumores. En cuanto la noticia del incendio se hizo pública, las primeras versiones dieron cuenta de que De Narváez habría alquilado la casa mediante un sistema de leasing, e incluso se especuló con la posibilidad de que el político hubiera optado por un seguro que le cubriría sólo 50% del valor de la casa. En realidad, casi todos los chalets de Punta del Este —y, sobre todo, de José Ignacio— tienen seguro contra robo y protección contra incendios de las viviendas que suelen gozar de artículos suntuosos y tecnología de vanguardia. El precio varía de acuerdo con la valuación de la propiedad y su contenido, en este caso, tasado en una cifra cercana a los 500.000 dólares. Pero siempre la cuota se establece previo consenso con la aseguradora. Para este chalet había un detalle no menor: la mayor parte de la construcción era de madera, un material de fácil combustión. Para una casa de 700 metros cuadrados y un valor aproximado de dos millones de dólares —sobre todo, por estar en la primera línea de chalets, muy cerca de la playa—, el seguro ronda los 1.000 dólares por año. No gran cosa para el target de empresarios que invierten en ellos.
Lo curioso es que se trata de una “casa suplente” que el multitatuado hombre de negocios había alquilado para su hija. Son pocas las veces en que se mostró en el lugar desde que firmó el contrato de alquiler, a principios del 2006. De hecho, De Narváez es un habitué de La Barra, una especie de centro bis de Punta del Este en el que se puede elegir cada noche un bar distinto de los que se amontonan hacia el final de su característico puente ondulante. Por esas calles, De Narváez suele desarrollar uno de sus pasatiempos preferidos: correr. Pero su verdadero lugar en el mundo estival es, en realidad, Punta Piedras, donde pasa sus vacaciones con su mujer —la ex modelo Agustina Ayllón— y sus dos pequeños hijos. De hecho, el matrimonio se dejó ver cargando a sus chicos, mientras compraban antigüedades en La Barra, y después comiendo en un restó al aire libre, conversando distendidos. De Narváez no parecía perturbado: se mostró de buen humor. No quiso especular sobre las causas del incendio de la casa de José Ignacio, pero se permitió una humorada cuando le preguntaron si había otros políticos en el Este: “No les puedo responder eso. Y consideren esa respuesta como la de un político”.
No es la primera vez que José Ignacio —balneario coronado por un faro de la época colonial— es noticia por algún episodio policial. En la temporada pasada, a la modelo Carolina “Pampita” Ardohain le robaron todas sus pertenencias de la casa que le había alquilado Pancho Dotto. Lo curioso del hecho es que los delincuentes ingresaron armados hasta los dientes, una modalidad poco común por estas playas.
Ajeno a la inseguridad y pese a que había pensado adaptar la casa de José Ignacio para celebrar el casamiento de su hija Jazmín, De Narváez encontró la solución a golpe de billetera. Para no aguar la esperada fiesta, alquiló otra casa en el mismo barrio privado en el que se levantaba el chalet incendiado, Club de Mar. Ahora, sólo espera que pasen los días y que ningún otro cortocircuito arruine sus vacaciones.