Los psiquiatras lo comparan con una montaña rusa. El paciente sube y baja, pasa de la euforia a la depresión, llega a lo más alto y vuelve a caer como un acróbata sin red. Los vaivenes emocionales pueden resultar vertiginosos, se suceden los raptos de omnipotencia y los pozos de desánimo, hay momentos de irritación y otros de alegría desmesurada. Se llama trastorno bipolar –o psicosis maníaco depresiva, como se lo definía antes– y afecta a cuatro de cada cien argentinos.
Cristina Fernández de Kirchner sería una de ellos, según fuentes médicas cercanas a la senadora.
Eso pudo establecer NOTICIAS tras dos meses de investigación. Desde ya, no se trata de una intromisión en la vida privada de la Primera Dama, sino de un dato que debería ser público por su condición de legisladora y candidata presidencial. La senadora es una de las dos personas más poderosas de la Argentina –la otra es su marido– y sus decisiones repercuten sobre la vida de millones de ciudadanos, que tienen derecho a saber si actúa en la plenitud de sus facultades. Así ocurre en los países más serios del mundo.