Joven argentino, si usted siente deseos de ayudar al prójimo, sabe leer y escribir, tiene vocación farmacéutica, o inclinaciones de chef y está convencido de que la voluntad lo es todo, conviértase en escritor de autoayuda. Este género literario, versión psicológica de los recetarios gastronómicos y las viejas recetas magistrales, es el que produce más satisfacciones y el que no corre peligro alguno de extinción. Mientras desde hace tiempo se anuncia la muerte de la novela, el entierro de la poesía y el naufragio del ensayo, la autoayuda está llamada a ser inmortal. Gustavo Adolfo Becquer se equivocó al asegurar que “mientras haya una mujer hermosa habrá poesía”. Si viviera hoy, seguramente escribiría: “Mientras haya un ser desdichado, un hombre engañado, una chica con la autoestima baja que no consigue novio, un desgraciado tiranizado por su jefe, un pobre que no se resigna a la pobreza, un ser repleto de amor que nadie quiere aceptar, una persona apaleada por el destino, en fin, una piltrafa humana cansada de sufrir, habrá autoayuda.”
Así como un padre que da consejos, más que padre, es un amigo, un libro que lo ayuda a ayudarse, más que libro es una herramienta: un destornillador para destornillar las podredumbres que nos impiden ser felices, una amoladora para cortar de lleno con los lastres del pasado, una podadora eléctrica para despejar de ortigas el camino hacia la dicha. Como su nombre lo indica, los libros de autoayuda, ayudan. Sobre todo, al propio autor que, de lograr un best-seller, conseguirá jugosos dividendos y podrá de este modo lograr la felicidad que tanto se empeña en hacerles alcanzar a sus lectores. Por eso, tome lápiz y papel y anote la receta para convertirse en un ayudador profesional y deje para siempre de sufrir.
1- Inste a la privatización emocional y al monopolio de la dicha.
La tan repetida tontería de que “el hombre es un ser social” pasó definitivamente a la historia. Ahora también el hombre está privatizado, por lo que es absolutamente independiente del entorno. Por eso, no cometa el error de permitir que sus lectores se dejen deprimir por la desocupación, la violencia, la inseguridad, el agotamiento de los recursos naturales el narcotráfico, la explotación infantil o el hambre del planeta. Ya se sabe que todas estas lacras siguen perteneciendo al Estado. Fomente el autismo: que cada lector se compre su propia burbuja donde mantenerse a salvo. En eso el autor de autoayuda debe ser muy claro: la felicidad es un emprendimiento privado. Por eso, es posible instalar una usina de dicha en los parajes más inhóspitos. El bienestar no se suspende por guerra nuclear.
2- Proponga ejercicios prácticos de todo tipo. No sirven, pero venden.
Incluya en su libro tests de autoconocimiento (o de autodesconocimiento, es lo mismo) del tipo “¿Mi colesterol emocional está elevado?”, “¿Soy capaz de tener sentimientos positivos hacia mis verdugos?”, “¿Tengo mi autoestima tan alta como la de Francisco de Narváez? También proponga ejercicios de visualización creativa para dominar las emociones negativas, por ejemplo, imaginar que uno se encuentra frente a un lago calmo en una noche serena cuando anda por el microcentro en hora pico o imaginar que uno está en Venecia paseando en góndola por el Gran Canal cuando las calles se inundan. Negar la realidad es un remedio viejo, pero confiable.
3- Promueva la compra de abrelatas. El lector es un envase que contiene dicha.
Como las arvejas duermen dentro de su envase de lata, la felicidad duerme dentro del lector de autoayuda. Sólo hace falta entonces que usted, autor, le enseñe a empuñar el abrelatas capaz de liberar el precioso contenido para derramarlo sobre su vida como si fuera salsa de tomate (obviamente, de la que viene en lata). Para lograrlo es preciso que ponga en marcha un plan de autoayuda federalista que promueva el turismo por el interior, descubra la riqueza interior y logre la paz interior. Lo más importante –debe decirle al lector– está dentro de uno mismo. Para convencerlo, haga que sus consejos adquieran la forma de un proverbio chino: “Para encontrar la dicha y la calma debes mirar dentro de ti mismo. Fuera de ti, están los psicofármacos”. “Antes de salir a conocer el mundo, recorre bien el living de tu casa”.
4- Avive lectores: Freud y el inconsciente no existen, son los padres.
Desaliente en los lectores la asistencia a sesiones de terapia freudiana. Para un autor de autoayuda que se precie, el inconsciente es un mito psicoanalítico, algo así como un cuco o un hombre de la bolsa inventado por Freud para negar que la voluntad todo lo puede. El inconsciente es una creación de los perezosos, de los débiles de carácter, de los que desdeñan la cultura del trabajo. Por eso, desaconseje el chapoteo en la neurosis y promueva la sanación. Su libro debe ser tan efectivo como una aspirina para el dolor de cabeza, como una pastilla de carbón para los desarreglos intestinales, como un desinfectante para una herida abierta, como unas pastillas de hierro para la anemia. Escriba un libro curativo y a los lectores no les quedará otro remedio que comprarlo.
5- Cántele loas a la voluntad: el que es infeliz es porque quiere.
“Querer es poder” y el autor de autoayuda es una demostración palmaria de que el refrán popular es acertado: con una voluntad férrea, el abnegado escribiente reúne lugares comunes, afirmaciones incomprobables, razonamientos de vuelo bajo, consejos sanadores de dudosa eficacia, filosofías de segunda selección y con todos esos materiales de desecho logra hacer algo parecido a un libro, una obra maestra del reciclado. Luego, voluntad mediante, logra que se lo editen. Y como premio a su tenaz voluntad, a veces también logra que lo lean. Incluso, gracias a su voluntad puede llegar a convertirse en un gurú espiritual o económico de los que están convencidos de que gracias a la voluntad es posible lograr la felicidad, la plenitud, la riqueza y hasta la tramitación del DNI sin hacer cola.
6- Elogie las crisis como portadoras de una oportunidad.
Recuérdele a su lector, una vez más, que los chinos consideran que las crisis son también una oportunidad de cambio positivo. Por ejemplo, separarse de su pareja, es una maravillosa oportunidad para aprender a estar solo. Sufrir una peritonitis aguda es una excelente oportunidad para padecer el dolor en carne propia y comprender más a nuestro prójimo. Fracturarse la cadera es una oportunidad ideal para dedicarnos de lleno a la lectura de libros de autoayuda y descubrir un mundo nuevo. Bienvenidas sean las desgracias personales y el crack financiero de los Estados Unidos.
7- Adopte el estilo de las recetas de cocina y haga autoayuda gourmet.
Enumere los ingredientes de la dicha y enséñele a su lector a lograr que la felicidad de su vida aumente de volumen como un pan bien leudado. Si lo suyo es la autoayuda económica, deberá explicarle cuáles son los ingredientes para amasar una fortuna. Sugiera, aconseje y hasta imparta órdenes desde el podio de su saber. El autor de autoayuda debe tener un costado autoritario y hablar sin dudar, ya se sabe que la duda es la jactancia de los intelectuales.
8- Fomente la omnipotencia: el lector debe creer que todo lo puede.
Si está por escribir un libro de autoayuda, vuelva a ver “Superman” en DVD. El lector debe sentir que bajo su tímida personalidad de Clark Kent, se oculta un superhéroe volador y que sólo debe descubrirlo. Prevéngale que puede encontrar en su camino algunas piedras de criptonita verde que lo desvitalicen, pero que jamás perderá su esencia heroica. Eso si, modere su poder persuasivo. Que se sienta Superman está bien, pero sería fatal que intentara volar tirándose por el balcón. Incluso habiendo escaleras el autor debe responsabilizarse por el uso de la capa voladora.
9- Acuñe sin cesar frases idiotas y véndalas como célebres.
El procedimiento para acuñar frases célebres es muy sencillo y no requiere de inteligencia ni de creatividad alguna. Se pueden encontrar en abundancia en internet con sólo poner en el buscador “frases célebres”. Las encontrará también en los tacos de calendario de la oficina, en los sobrecitos de café y en el interior del chicle Bazooka. De todos modos, si quiere probar usted mismo, basta con que diga cualquier tontería a la que la letra impresa le confiera resonacias filosóficas. Aquí van algunas como bonus track de esta nota: “Para que entre el sol es preciso abrir la ventana”. “La pobreza es la causa de la falta de dinero”. “Si amas lo que haces, terminarás haciendo lo que amas”. “No le pongas rejas a tu corazón porque al corazón hay que tomarlo por asalto”.
10- Háblele a su público desde un lugar de autoridad científica.
Incluya algunos párrafos en los que se citen supuestos experimentos científicos cuyos resultados puedan expresarse con porcentajes. Por ejemplo: “En la Universidad de Pennsylvania se llevó a cabo un experimento que consistió en someter a 200 personas a un shock de estrés durante 30 días: cocodrilos amenazantes, víboras, simulacros de incendio, asfixia y campañas electorales. El 43%, que había leído un libro de autoayuda, se sintió feliz durante la experiencia y salió de ella fortalecido. El 30%, que sólo había hojeado los libros en las mesas de novedades, sobrellevó la experiencia con bastante dignidad y salió dispuesto a leerlos completos. El 20%, que jamás había tenido contacto con la autoayuda, padeció mucho la experiencia y salió de ella con pensamientos suicidas. El 7% restante salió airoso a pesar de su ignorancia en la materia por la influencia de su origen: había nacido y crecido en la Argentina.
* EDITORA de Cultura e Internacionales de NOTICIAS