Son actores con una formación particular: la calle. Ellos crecieron en la villa, por eso interpretan como nadie el papel de marginales, mendigos y delincuentes. Directores y productores les piden ayuda para escribir guiones y consejos para lograr una escena realista. Trabajan por su portación de cara y por sus historias de vida. Pertenecen a una generación de actores amateurs nacidos en los bordes sociales que, aprovechando el furor mediático por espiar el costado negativo de la marginalidad, lograron llegar a la pantalla chica o al cine, con más o menos éxito.
Dante Mastropierro (40) comía sandwiches cuando Marcelo Tinelli se le acercó en un agasajo de fin de año y lo felicitó por el trabajo que había realizado en la serie Okupas, producida por Ideas del Sur para Canal 7 en el 2000. Él interpretó al “Negro Pablo”, un joven que vivía en los monoblocks de Dock Sud. Sus fanáticos llegaron a seguirlo cinco cuadras para pedirle un autógrafo y sus frases hoy siguen repicando en Facebook. La ficción se había cruzado con la realidad: Mastropierro vivió toda su vida en la villa Los Álamos, de Quilmes, y los códigos de “El Negro Pablo” le eran naturales. Cuando tenía 30 años, y trabajaba de ayudante de electricidad, le ofrecieron mudarse a una casa en La Boca. La fortuna hizo que subalquilara la planta baja a una productora de tevé. Una tarde, uno de esos productores le pidió una opinión sobre una escena de un robo y Dante se rió. “¿Vos te pensás que es tan fácil robar una financiera?, ¿Que los pibes se van a ir sin tirar un tiro, que no va a haber seguridad?”, le preguntó. El productor quedó impresionado. Al tiempo, esa misma persona lo recomendó para el casting de Okupas que realizaba el director de “Pizza, birra y faso”, Bruno Stagnaro. Su experiencia entre malandras y pistoleros le hizo ganar el favor de Stagnaro, cuando el actor debía arrebatar una cartera a una víctima y preguntó: “El robo ¿es de día o de noche?, porque se roba distinto”.
“Si no tuviste calle no existís para hacer un personaje así. A mí el director me preguntaba y yo le decía, cómo hablaba, cómo se vestía un delincuente, sus mañas, en fin, todo lo que hacían los pibes de verdad en la villa”, explica Mastropierro.
Pero la verdadera fama llegó este año con la serie “Botineras”, por Telefe. Su personaje fue “El Piojo”, un preso que compartía celda con Damián De Santo.
De barrio. Julio Zarza (30), protagonista de las películas “La 21, Barracas” y “Villas”, también fue atravesado por su propia realidad en el mundo del cine. Adicto al paco (ahora en recuperación) cuenta que, paradójicamente, su adicción le aportó su principal arma para la actuación: saber mentir.
“En la vida real, yo me paraba en una esquina y lloraba para que la gente me diera 5 pesos. Fue un curso intensivo, me victimizaba con todos, era un experto en la mentira. Se me terminaba el paco y volvía a lo mismo”, cuenta Zarza. Eran tiempos en los que vivía en la Villa 21, aunque ahora tuvo que mudarse a San Telmo para salir de la droga. Después de la película (muchas veces concurrió a la filmación sin dormir y con quemaduras del paco en su dedo índice), su “physic du rol” lo favoreció para conseguir otros papeles similares: hizo de mendigo en un videoclip y trabajó en documentales sobre la vida en los barrios para Canal Encuentro, además de dictar los sábados un taller de teatro para los chicos de la villa. Pero la ficción a veces supera a la realidad. Armar el guión de “La 21, Barracas” fue un problema más complicado de lo normal: ninguno de los actores que integraban las bandas en pugna quería morir. Ese final no estaba bien visto en el barrio.
Zarza no podía creer cuando lo invitaron del programa “Mañanas Informales” para contar su experiencia. Al día siguiente, viajando en el colectivo, una pasajera lo codeó y le dijo que lo había visto en la TV. “Fue re loco –recuerda él–. Si no hubiera sido por la tele, a lo mejor, se agarraba la cartera al estar al lado mío”.
Cara a medida. “Si nos llaman para actuar por portación de cara, que nos llamen –opina Cristian Arrieta (33)–. Estamos preparados para actuar de eso. Vivimos en la pobreza, somos parte de la televisión verdad”. Cristian es el hijo de Julio Arrieta (59), un actor-productor under que también vive en la Villa 21 y armó su propia productora para abastecer al cine y la Tevé de “gente del barrio”, sin que se pisoteen sus derechos. Actuaron en video clips de Kapanga, Los Fabulosos Cadillacs y en películas como “Paco”, “Estrellas”, “Las consecuencias del amor” y series de televisión como “Tumberos” y “Sol negro”. Hicieron muchas prácticas en vivo en los realities que armaba Moria Casán. Ismael, el hombre gordo que chocaba su cara contra la dureza de una puerta antirrobo Pentágono, había actuado allí de árabe casado con tres mujeres que se peleaban por él.
Noticias: ¿Cómo es negociar con las productoras grandes?
Julio Arrieta: Nos quieren arreglar con dos mangos. El otro día vinieron con el verso de que era una productora chiquita, y después nos enteramos que era para TyC Sports. Así con todos.
Cristian agrega: “Nos cagaron de acá a Luján un montón de veces. Acá estuvo Alan Parker en el ’96, y el productor que lo trajo nos robó la idea y se la vendió a 50.000 dólares”.
En una oportunidad, Cristian se ganó un papel de ladrón, junto a un compañero de la villa. Llegaron temprano al lugar de filmación –una estación de servicio– y se pararon enfrente para imaginar la escena. Al rato, se acercó un patrullero. Los vecinos habían alertado al 911 por la actitud sospechosa de los jóvenes.
Estos actores con portación de cara descreen del realismo que hoy hay en televisión. Y en esa opinión también se cuela parte de su historia social.
Noticias: ¿Qué piensan del papel de marginal que hizo Mariano Martínez en “Valientes”?
Mastropierro: Le tienen que dejar de mentir a la gente. Un productor estaba buscando a un actor que hiciera de ladrón de carteras. Yo le dije: “Traé una cámara y yo te llevo a un lugar donde hay pibes que roban carteras. Les das trabajo, los ayudás a cambiar y la escena es mucho más creíble.
Zarza: Yo hubiese sido más real haciendo ese papel. Pero no es su culpa. La tele está pensada para las mujeres, de la clase media para arriba, y no para la villa. Se muestra lo que se quiere mostrar.
Julio Arrieta: Sentí vergüenza ajena. Nombran a la villa cuando necesitan un entorno pesado, no se les ocurre llamarnos para otra cosa. Nosotros queremos actuar, que sea una salida laboral; demostrar que, como sacamos boxeadores, borrachos y drogadictos, también podemos sacar actores.