La economía argentina va a culminar el mejor quinquenio de crecimiento de los últimos 100 años. Las razones de este espectacular desempeño son varias, una de las cuales es el empuje de la economía internacional. Pero esta no es la principal explicación, ya que Brasil, que exporta más del triple de Argentina, y además de granos tiene minerales, aún con precios superiores, tuvo en este quinquenio un crecimiento mucho menor, y una expansión de la demanda interna, que mide la mejoría en el bienestar, ¡¡cuatro veces menor que la de Argentina!!
La principal explicación de nuestro espectacular crecimiento reside en la política económica implementada por Roberto Lavagna en el 2002 y que el presidente Kirchner tuvo el gran acierto de mantener en mayo del 2003. Las claves de esta política fueron varias, pero sobresale la obsesión por mantener un importante superávit fiscal, que fue la llave para lograr otros tres elementos clave: un Peso devaluado, tasas de interés bajas y la recuperación de la capacidad de negociación de la deuda externa. Si no hubiéramos tenido holgura fiscal, el Banco Central tendría que haber asistido financieramente al Tesoro, en lugar de dedicar la expansión monetaria al sostenimiento del Peso devaluado. El superávit fiscal nos dio el tiempo para negociar con firmeza, pero también la credibilidad internacional sobre la recuperada capacidad de cumplimiento. Todo esto se reflejó en la espectacular reducción del riesgo país.
El mantenimiento del tipo de cambio devaluado, en términos reales, es probablemente el desafío más importante de la presente política económica. Si analizamos otros procesos de reordenamiento económico, especialmente los mal llamados ortodoxos basados en recetas cambiarias, comprobaremos que después de una gran devaluación siempre ocurrió una rápida apreciación cambiaria, generando enormes beneficios financieros, y un gran perjuicio a la actividad productiva. Mantener el Peso devaluado, o por lo menos, demorar su apreciación para darle tiempo a la industria a ir recomponiendo su productividad real, es una tarea nada sencilla, y de ninguna manera se limita a la política cambiaria del Banco Central. Es fundamental además que el superávit fiscal sea superior al superávit en cuenta corriente, y de esa manera el Tesoro pueda asistir al Banco Central en la tarea de adquisición de reservas. Para esto es también importante desalentar el ingreso especulativo de fondos del exterior, y esto se logra mediante trabas directas, una prudente flotación cambiaria, y tasas de interés razonablemente bajas.
Algunos economistas han denominado a este programa económico como “modelo productivo”. En mi opinión, la palabra “modelo” es equívoca, y la de “productivo” redundante, ya que obviamente toda política económica debe apuntar a estimular la producción, para generar crecimiento, ingresos y empleo. La utilización de la palabra “modelo” no sería tan grave, si no fuera porque evita evaluar la política económica desde la eficiencia de la gestión, que es mucho más relevante a la hora de explicar las nuevas dificultades económicas. El gran problema que hoy padecemos en la Argentina proviene de los errores de gestión que se vienen acumulando en los últimos tiempos, y que de ninguna manera son inherentes a la concepción original del programa económico del 2002. Veamos cuales son los principales problemas que enfrentamos:
1. Inflación y patoterismo antiinflacionario. La mayor inflación que se manifiesta desde el 2006, si exceptuamos carne y otros productos con controles de precio ineficaces, es la consecuencia del debilitamiento fiscal, y la mayor demanda de consumo sin una oferta basada en una mayor inversión. Este problema es enfrentado casi exclusivamente con actitudes patoteras, que solo espantan a los potenciales inversores, generan escasez y empeoran las presiones inflacionarias a mediano plazo. Más recientemente, estas acciones han destruido la credibilidad del Indec, por lo que ni siquiera tienen un rédito político exhibible. Esto no es ideológico, es simplemente ineficaz.
2. Política de carnes. Como caso particular de lo anterior, se ha generado tanto desaliento entre los ganaderos por los controles y las restricciones a exportar, que exportamos menos carne que Uruguay, y estamos sacrificando vientres y reduciendo el stock. Lejos de aprovechar el buen momento internacional, y estructurar políticas que permitan, como se hace en el Uruguay, compensar a los cortes populares con el mayor precio de los cortes de exportación, estamos generando una próxima escasez de carne. Algo equivalente sucede con los lácteos. Nuevamente, hay incapacidad de ofrecer un horizonte favorable a los productores.
3. Incertidumbre energética. Independientemente de que no haya cortes generales de energía eléctrica o faltante de gas (que los hay con más frecuencia de lo que se publican), es indudable que las grandes empresas tienen incertidumbre con respecto a la oferta y el precio de la energía en el mediano plazo. Y por este motivo frenan muchas inversiones, aún en actividades que son rentables. Este Gobierno, en 4 años, no ha sido capaz de incrementar significativamente la oferta de energía, a pesar de los reiterados anuncios, ni de crear una tarifa social para desalentar el derroche de las clases altas sin afectar a los pobres.
4. Colapso de los servicios*. Asimismo, la incapacidad de renegociar contratos de servicios y/o concesiones con las empresas privatizadas ha desembocado en prestaciones cada día peores, como lo demuestran los cortes de gas, electricidad, aeropuertos, transportes, rutas con peajes, etc. En muchos casos se destinan miles de millones de pesos a subsidios, en forma muy poco transparente vía fideicomisos, y en otras, como Aguas, Puente Rosario-Victoria, Aeropuertos y Aerolíneas, el Estado aparece como accionista, en lugar de darle a esos recursos un destino de mayor utilidad social.
5. Insuficiente inversión. En el último año no se hizo nada por estimular la inversión, ya sea con mecanismos impositivos, o crediticios, para compensar el impacto negativo de controles y dificultades energéticas. Entendiblemente, los bancos han preferido incrementar sus créditos al consumo (vía personales o tarjetas), en lugar de prestarles a las Pymes para inversión. Inclusive duerme desde el año 2005 en el Senado un proyecto de desgravación de inversiones en Pymes industriales y agropecuarias, que no es aprobado por haber sido una idea del ex ministro Lavagna. Los empresarios industriales siguen reclamando que alguna entidad retome las funciones de un banco de desarrollo, tipo el BNDES de Brasil, pero sólo hay respuestas parciales en entidades provinciales.
6. Ausencia de política comercial. Mientras Chile está cerrando su 29º Tratado de Libre Comercio con Japón, y logra exportar sin aranceles ni restricciones para-arancelarias a un mercado de 3.500 millones de habitantes, con una capacidad de importar 40 veces superior a la del Mercosur, nosotros seguimos sólo negociando con Brasil, que nos genera un déficit en manufacturas de 5.000 millones de dólares, y recientemente con Venezuela. No es de extrañar entonces que las empresas multinacionales quieran instalarse en otros países, más integrados al comercio internacional.
7. Combate a la pobreza. La mayor inflación, y la incapacidad de implementar políticas activas efectivas para combatir la pobreza, han determinado un retroceso en los últimos 12 meses en este tema. Como ejemplo, la entrega de viviendas económicas no llega al 10% de las anunciadas, y no cubre ni la mitad de la demanda adicional. Lo mismo ocurre con las escuelas.
En conclusión, no es la base macroeconómica del programa lo que está fallando, sino la gestión específica en las distintas áreas, o la falta total de gestión en otras, como en el caso del impulso a la inversión productiva o la apertura de mercados internacionales. Sin duda, hay que trabajar en el robustecimiento del superávit fiscal, para contener la inflación, y evitar la apreciación del Peso, y se puede hacer sin sobresaltos. Y no es necesario reducir la inversión pública ni la asistencia social para lograrlo, sino revisar la abultada lista de subsidios que benefician a los que más tienen, o a los amigos del poder. Y gestionar correctamente los cuantiosos recursos que se recaudan.