No fue un off the record entre periodistas ni un secreto en los pasillos de Gobierno. Se trató de la declaración oficial del jefe de Gabinete: los gastos de Cristina Kirchner los paga el Estado, que es como decir “los pagan ustedes”. Una cosa es imaginarse lo peor, que en la Argentina siempre puede suceder, pero otra es que Alberto Fernández lo confirme sin vergüenza. El funcionario sólo atinó a escudarse en la mentira de que el gasto se refiere a su rol de Primera Dama, algo que por otro lado ella nunca quiso ser. Según el jefe de Gabinete, ese y no otro fue el motivo por el cual, por ejemplo, el Estado pagó para que Cristina recorriera el mundo en los últimos meses, alquilara aviones o usara la flota oficial, con comitivas de 15 personas, hospedándose en hoteles de lujo, y postulando a cada minuto que es la continuidad electoral de su marido.
Fernández hace como que se olvida de que el rol de una Primera Dama es meramente protocolar, acompañando al marido Presidente, y los gastos previstos son los referidos a ese rol y a su seguridad. No otros. A tal punto es entendido esto en el mundo, que recientemente la primera dama francesa Cecilia Sarkozy sufrió el escarnio público al conocerse que había pagado con fondos del Estado dos almuerzos de 129 y 272 euros.
El sincericidio político sólo recibió como respuesta la denuncia judicial realizada por Ricardo Gil Lavedra y Julio César Strassera (que cuatro años más de poder kirchnerista probablemente logren dejarla en la nada), y alguna protesta tibia de opositores en campaña.
Hace mucho tiempo, la medicina usaba como anestesia productos como el cloroformo y el éter, elementales y peligrosos para la salud. Hoy en cambio utiliza drogas más sofisticadas, que logran un mejor efecto de adormecimiento y casi no presentan riesgos.
¿Qué clase de anestésico sofisticado nos estarán inyectando a los argentinos para que la impúdica confesión oficial nos tenga tan sin cuidado?
El problema es que, por mejor que sea, la anestesia no sirve para curar, sólo para volvernos insensibles. El enigma es qué va a suceder cuando se pase su efecto.