Kirchner sabía. Hace dos semanas, un importante funcionario del Gobierno le deslizó a NOTICIAS: “Néstor está como loco con el caso Skanska. Parece que Fulvio Madaro, el del Enargas, fue uno de los que cobraron las coimas. Hablan de dos palos verdes…”. El funcionario, que no viene del sur, conoce a su jefe como nadie.
Ahora cayeron las dos primeras piezas del dominó. El miércoles 16, el Presidente echó por decreto no sólo a su viejo amigo Fulvio Madaro, titular del Enargas, sino también a su tocayo Néstor Ulloa, gerente de Nación Fideicomisos, la empresa del Banco Nación. Lo hizo horas después de enterarse de que el juez federal Guillermo Montenegro había imputado y citado a declaración indagatoria a ambos funcionarios. El fiscal del caso, Carlos Stornelli, le solicitó esa medida y tuvo la insólita “gentileza” de avisar por teléfono al ministro del Interior, Aníbal Fernández, lo cual precipitó la decisión de la Casa Rosada.
Madaro y Ulloa están sospechados como supuestos beneficiarios de parte de los U$S 5 millones de coimas que reconoció haber pagado la empresa Skanska para entrar en el negocio de la obra pública, en la ampliación de los gasoductos Norte y Sur. La ruta de esos sobornos desvela al Gobierno, que sostenía que se trataba de un negociado turbio entre empresas privadas y ahora tiró lastre con la esperanza de que la investigación no llegue más arriba, hasta el poderoso ministro de Planificación, Julio De Vido, responsable político de los desplazados.
A las grabaciones de la auditoría interna de Skanska, que motivaron el despido de Madaro y Ulloa, se suman documentos secretos de la compañía sueca a los que tuvo acceso NOTICIAS. Las pistas conducen a ambos funcionarios, pero también a otros tres de más jerarquía: el polémico secretario de Obras Públicas, José López; el de Energía, Daniel Cameron, y por encima de ellos, el superministro De Vido.