Desde hace más de una década que cada mes o cada quincena ocupan algún espacio informativo. O una carta de lectores en una revista especializada, al menos. Y es que los teléfonos celulares, que están alcanzando una penetración de casi el ciento por ciento en algunos países, son motivo de preocupación a nivel sanitario. Por eso, los sí y los no en cuanto a su mala influencia sobre la salud se cruzan todo el tiempo; asustando a veces, dejando todo en la nada, otras.
Tanto así, que las dudas y suspicacias generaron varias notas en el influyente diario estadounidense The New York Times, que se preguntó qué es lo que saben los neurocirujanos neoyorkinos que no sabe el resto de la población. Semejante duda surgió después de que tres reconocidos especialistas le confesaran al archifamoso presentador televisivo Larry King que ellos no colocan sus teléfonos celulares cerca de sus oídos. “Creo que la práctica más segura –dijo entonces Keith Black, cirujano del Cedars-Sinai Medical Center de Los Angeles- es emplear un audífono, de modo tal que la antena de microondas quede lejos del cerebro”. Y lo mismo manifestaron los otros dos entrevistados.
Entonces… ¿cuál es la respuesta más certera al debate? Las radiaciones de los teléfonos móviles ¿son o no son riesgosas para el cerebro?
Antes que nada se debe decir que las radiaciones pueden ser ionizantes (de alta frecuencia) o no ionizantes (de baja frecuencia, entre los 900 y los 1.800/2.200 Mhz). De la primera se sabe con certeza que es cancerígena, de la segunda…. es de la que estamos hablando, puesto que los teléfonos celulares son equipos de radio de bajo poder que emiten y reciben radiaciones de radiofrecuencia (es decir, bajas).
“Esta historia de si son cancerígenos (sobre todo, o no) empezó hace años, especialmente cuando se publicó un sondeo científico polaco en 1999 que aseguraba una relación entre la radiación electromagnética y los tumores cerebrales. Pero a partir de ahí no hubo una evidencia clara entre la relación del uso de los teléfonos y la radiación”, explica el neuropatólogo argentino Gustavo Sevlever, especialista en tumores cerebrales y jefe del departamento de Investigaciones y docencia de FLENI. En general, los malos efectos de los teléfonos móviles se relacionan sobre todo con los tumores cerebrales, muy raros.
Volviendo a la historia de esta historia, la cuestión es que desde que empezó no dejó de crecer. Y de tener idas y vueltas, como la marea. En el año 2000, por ejemplo, el tema estalló en los medios de comunicación. Así fue como en diciembre de ese año, el abogado estadounidense Peter Angelos, famoso por haber ganado un juicio de 4.200 millones de dólares contra la industria del tabaco, salía a anunciar que tenía en cartera nada menos que 10 demandas contra varias compañías de telefonía celular por los daños en el cerebro causados supuestamente por esos aparatos.
Debate. El gran mentor de todo fue el neurólogo Christopher Newman, que por entonces tenía 41 años, el primero en pedir una indemnización de 800 millones de dólares contra nueve empresas de telefonía móvil y un par de asociaciones de telecomunicaciones. Hasta el momento, ningún reclamo ha prosperado. Pero, por ejemplo, el gobierno británico decidió por entonces que los móviles vendidos en la isla cercana al Mar del Norte fueran acompañados por una leyenda y un folleto en los que se explique que su uso podría ser perjudicial para la salud. Nadie cree en las brujas, pero que las hay…
Sólo dos días antes de que el gobierno de Tony Blair tomara esas medidas, la revista médica The Lancet publicaba una guía para médicos sobre la relación entre telefonía móvil y salud. En ella se analizaban dos asuntos típicos de las ondas electromagnéticas: la temperatura y la potencia. En cuanto a la primera, la comunidad científica está de acuerdo en que el calor excesivo podría provocar una baja de presión sanguínea, cataratas en los ojos o reducción en la cantidad de espermatozoides en el semen masculino. Aunque la intensidad de las emisiones sería demasiado baja como para provocar todo eso.
“El aumento de temperatura no es tóxico para los cromosomas –puntualiza Sevlever–. De modo que no responde al conocimiento actual que tenemos sobre lo que causa los tumores: humo, agentes tóxicos, el HPV (Virus Papiloma Humano), provocan lesiones en el ADN que su vez luego originan los tumores”.
Sin embargo, la potencia de las radiaciones es un punto sobre el que The Lancet y los autores de las investigaciones mostraron mayor cautela. Dicen, por ejemplo, que el famoso GSM que tan de onda está ahora, afectaría las actividades eléctricas del organismo humano. Pero no se dice en qué medida ni con qué consecuencias medianamente ciertas.
Los marcapasos y otros dispositivos médicos insertos dentro del cuerpo humano están en el ojo de la tormenta móvil. En términos sencillos, la idea es que los celulares alterarían el funcionamiento de los aparatitos, y por eso rápidamente la principal asociación de consumidores italiana, Codacons, pidió a las autoridades municipales de la ciudad de Milán que prohibieran el uso de los teléfonos en el transporte urbano. Similar reacción hubo en Japón, cuando su mayor empresa ferroviaria optó por prohibir totalmente el uso de los móviles por su interferencia con los marcapasos.
Pero así como se describen estos efectos, también abundan los estudios científicos que niegan las malas influencias de los telefonitos. El estudio más grande hecho hasta ahora que ha arrojado resultados negativos es Interphone, coordinado por la Internacional Agency for Cancer Research (IARC).
Se trata de una variedad de análisis hechos a nivel multinacional para ver si la exposición a la radiofrecuencia de los teléfonos se asocia al riesgo de padecer cáncer. Lo que hicieron los investigadores fue tomar a personas con tumores cerebrales y analizar sus prácticas: cuánto hablaban por celular, con qué oído (derecho o izquierdo), en qué posición, apoyando el aparato sobre su cuerpo o con un manos libres, por ejemplo.
Tanto los especialistas de los Estados Unidos como los de Gran Bretaña, Irlanda, la Comunidad Europea, del Canadá, Holanda, Suecia y Finlandia, además de expertos independientes que participan de Interphone, concluyeron en líneas generales y en forma preliminar que no hay evidencias contundentes contra los teléfonos como originadores de tumores o de otros peligros para la salud.
De todos modos, algunos de los analistas abrieron el paraguas del “por ahora no, pero a futuro no se sabe a ciencia cierta”. Es el caso de la Autoridad Sueca de Protección contra la Radiación, SSI, que en el año 2003 señaló que “se necesita más investigación para tratar la exposición a largo plazo, así como enfermedades que no son las incluidas en los estudios de control de casos en curso actualmente”.
El año pasado, una investigación danesa publicada en el Journal of the National Cancer Institute dio los resultados de un sondeo en el que se estudió a nada menos que 420.095 personas que comenzaron a usar teléfonos móviles entre 1982 y 1995. Christopher Johansen, jefe de la investigación, dice contundentemente: “No hallamos evidencia de que haya una relación entre el riesgo de padecer tumores y el uso de los teléfonos celulares, ni en el corto ni en el largo plazo”.
Antenas tan temidas. También las estaciones base de radiaciones electromagnéticas estuvieron y están bajo la mira de los investigadores. De hecho, la tecnología inalámbrica se basa en una amplia red de antenas fijas o estaciones de base que transmiten información mediante señales de radiofrecuencia: sólo a fines del año 2006 había en todo el mundo más de 1,4 millón de estaciones de base. “Según estudios recientes, la exposición a RF de estaciones de base oscila entre el 0,002% y el 2% de los niveles establecidos en las directrices internacionales sobre los límites de exposición, en función de una serie de factores, como la proximidad de las antenas y su entorno”, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estudia las consecuencias (o no) de esas señales.
En la Argentina, hay regulaciones al respecto, como en buena parte de los países occidentales, y el límite fijado de emisiones está en 0,2 milivatios por centímetro cuadrado, con variaciones para los diversos tipos de instalaciones. En Córdoba funciona uno de los cinco laboratorios de universidades y organismos públicos que se encargan de controlar que las instalaciones respeten estas regulaciones. “Los límites con los que trabajamos en el país están en concordancia con las recomendaciones internacionales, y que deben cumplir los propietarios de cualquier sistema que tenga este tipo de radiaciones: estaciones de radio, de televisión e instalaciones de telefonía celular”, describe el ingeniero Rodrigo Bruni, del Laboratorio de investigación aplicada y desarrollo de la Universidad de Córdoba.
“En general, esos límites se respetan. Lo más importante de esto es que donde haya personas, los valores de radiación estén por debajo del límite. En el caso de una antena vertical, por ejemplo, suelen ubicarse en un rango miles de veces menor. Cuando se trata de radios AM, los valores son más altos, pero las emisoras cuentan con predios propios, lo que las torna más seguras”.
Noticias: Pero entonces, ¿las radiaciones sí producen efectos sobre la salud?
Bruni: Los más radicalizados dirán que no producen ninguno o que causan problemas tremendos. Lo cierto es que ni lo uno ni lo otro: influyen sobre la salud pero dentro de ciertos valores.
Primero los niños. Un panel internacional de cancerólogos estadounidenses y franceses, liderados por el profesor Ronald Herberman de la Universidad de Pittsburg, salió a decir hace un par de semanas que aunque no se pronuncian definitivamente sobre el tema recomiendan ser prudentes. “Los campos electromagnéticos generados por los teléfonos celulares deberán ser considerados como un riesgo potencial para la salud –indican–. No ha pasado suficiente tiempo para tener datos concluyentes sobre los efectos biológicos de los teléfonos celulares y otros teléfonos inalámbricos que hoy día son universales”.
Por eso se refieren específicamente a los niños y adolescentes, y aconsejan tomar medidas preventivas, como no dejar que los chicos usen celulares (salvo en caso de emergencia), y mantener los aparatos lo más alejados posible del cuerpo. Aunque otros expertos opinan lo contrario y aseguran que no hay riesgo, aún así advierten: “Los niños más pequeños son más vulnerables a los campos electromagnéticos a causa del tamaño de su cerebro y de sus tejidos más blandos”. Y también opinan que la industria de telefonía debería hacerse cargo del asunto. “Es responsabilidad de ellos suministrar equipos con el menor riesgo posible y hacer evolucionar la tecnología en ese sentido. No necesitamos prohibir esa tecnología, sino adaptarla y ponerla bajo control, para que nunca se convierta en una causa de enfermedades”.
En resumen: hasta ahora estamos en una especie de no dubitativo, un no como para conciliar el sueño, pero un no como para tomar algún que otro resguardo. “Hasta ahora no se han podido comprobar efectos nocivos por la positiva, y por eso el asunto sigue bajo estudios intensos, y eso está muy bien”, admite Aderbal Bonturi Pereira, director para América latina del Mobile Manufacturers Forum (MMF).
“Estamos en una época de medicina basada en la evidencia, y hasta ahora no hay pruebas por un sí contundente sobre el peligro de los teléfonos para la salud. Pero la ausencia de pruebas no implica falta de pruebas, sino el hecho de que al día de hoy, uno no puede decir seriamente que las haya –advierte Gustavo Sevlever–. Tenemos que asumir un poco esta incertidumbre, algo que en este tercer milenio parece ser algo que hay que evitar a toda costa.”