César Milstein fue el último argentino en recibir un Premio Nobel y, Ana Fraile es su sobrina nieta y la directora de “Un fueguito”, película documental que, sin preverlo, resultó un homenaje familiar a su tío. Ana abre la puerta de su casa, una suerte de paraíso reciclado en el barrio de Núñez, con sus hijas, las gemelas de 10 meses Lucía y Sofía que tiene junto a su pareja, Federico. “Cuando me enteré de que eran dos no pude parar de reírme por quince minutos”, dice con una gran sonrisa y un tono calmo que hace juego con la sencillez de su imagen: jean y musculosa. “¿Quieren que me peine?”, pregunta esta egresada de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba y asombra con su falta de vanidad, que se extiende a su trabajo.
Noticias: ¿Cómo surgió la idea de hacer el proyecto?
Ana Fraile: En realidad, fue un proyecto que inicié con César y no iba a ser sobre él, sino sobre el vaciamiento del Instituto Malbrán del ’63 en adelante y del que fue jefe de departamento. Nuestras discusiones primero fueron en persona y luego por carta porque él no usaba e-mail.
Noticias: ¿César Milstein iba a hacer un documental con usted?
Fraile: Sí, era un apasionado del cine, de hecho, era un realizador amateur. Filmaba en Super 8 y tenía un grupo de amigos acá con los que se juntaba a ver películas. Uno fue el cineasta y docente de cine Víctor Iturralde. Conservaba un espíritu de niño y tenía una costumbre muy linda, filmaba todos sus viajes en Super 8, los editaba y luego hacía una comida en la casa y compartía su viaje con los amigos. El cine era un hobby que compartíamos.
Noticias: ¿Cómo era con usted?
Fraile: César se entusiasmaba cuando veía que uno hacía lo que realmente quería y, en lo que pudiera ayudar, lo hacía. A cada sobrino y sobrino nieto (porque no tuvieron hijos) que se graduaba, César y su mujer Celia le regalaban un pasaje para que los fuéramos a visitar y a viajar por Europa, como había hecho su padre con él. Cuando terminé la escuela de cine fui para allá y, conversando sobre mi futuro, me preguntó: “Pero, ¿vos qué querés hacer?” Respondí que una película, pero lo veía como un imposible por lo difícil que es conseguir el financiamiento. Entonces me ofreció hacer la película juntos, con él financiando una parte, por lo menos para arrancar. Luego vendría la crisis del 2001, me quedé sin trabajo y tuve una oferta en Bolivia, el proyecto quedó suspendido. Al poco tiempo, César murió.
Noticias: ¿Y cómo piensa que le hubiera caído que su primera película se convirtiera en un film sobre él?
Fraile: Bueno, no sé. Pero tuve el aval de Celia, de hecho se convirtió en una productora de la película. La hice junto con ella. En el 2004 fui a visitarla luego de que César falleciera y le propuse retomar el proyecto, pero no lo que habíamos pensado con César. Era importante que ella no tuviera objeción, porque la vida de César y la de Celia es la misma cosa. Siempre hicieron todo juntos. Se entusiasmó y yo comencé a charlar con amigos y colegas de Cambridge, a investigar todos los archivos de material fílmico y fotográficos. Eso lo hacía sola.
Noticias: A ella le daba tristeza ver el material…
Fraile: Alguna vez se sentó un ratito pero la pasaba mal. Lloraba bastante, hacía dos años que César había fallecido. Pero creo que a la vez hizo bien, porque lo mantiene vivo. No es una mujer de andar por los rincones lamentando su muerte. Los conocí más y descubrí un montón de cosas.
Noticias: ¿Cómo cuales?
Fraile: Bueno, en mi familia hubo un viaje del que aún se sigue hablando. En el ’79 César y Celia vinieron de visita, pero mi tío estaba exiliado en Inglaterra y nosotros en el sur, en Cipoletti. Era peligroso juntarse en Buenos Aires porqué estábamos políticamente complicados, nos encontramos en Uruguay. Yo no tenía memoria de ese viaje y cuando encontré las filmaciones y lo vi, ¡me dio una cosa!
Noticias: ¿Y el resto de su familia cómo se lo tomó?
Fraile: Bueno, los Milstein somos muy clan y esto, aunque no lo planeamos, terminó siendo un proyecto de clan: mi mamá, que está en el documental, me aportó una visión muy global y profunda de él. Mi hermano Martín, director de orquesta en Stanford University, hizo la música. Mi hermano Andrés nos ayudó cargando todo el material en la computadora, y mi abuela Sara abrió sus puertas para que pueda acceder a sus cartas, fotografías, audiocartas y sus relatos.
Noticias: Cuando entrevistó a sus colegas, ¿cómo lo recordaban?
Fraile: Con mucha alegría y mucha emoción. Hubo varios que se pusieron a llorar en las entrevistas y me di cuenta del tipo de vínculos que César creó con la gente.
Noticias: ¿Y con la parte científica cómo hizo?, ¿tenía algún conocimiento previo?
Fraile: No, así que me puse a estudiar. Leí muchísimos papers y Celia, que también es bioquímica, me ayudó mucho, tanto como mi pareja Federico, que también es científico. De hecho, lo conocí allá, en ese viaje del 2004. Yo había ido al Talent Campus del Festival de Berlín y llevé para mostrar una serie de documentales que hice con un colectivo de cine: “Obreras sin patrón”, sobre la fábrica textil Brukman. De Berlín me fui a Cambridge con la idea de pasar los documentales en centros sociales y juntar plata para el fondo de huelga. El mejor amigo de Federico me ayudó con el proyecto y así lo conocí a él, trabajando en Cambridge. Había conocido a mi tío en una comida y lo invité a tomar mate a lo de Celia. Y así nos enamoramos.
Noticias: ¿Hubo algo que la sorprendiera con respecto a su tío?
Fraile: Sí, cuando comencé las entrevistas con los colegas pregunté sobre los monoclonales, el descubrimiento por el que ganó el Premio Nobel de Medicina y Farmacología y su respuesta me sorprendió. “Los monoclonales” no fue lo más importante de su trabajo, eso fue algo que le pasó mientras él estaba buscando otra cosa. Le dieron un gran premio por algo que no era su objetivo. De hecho, para su labor científica fue un poco contraproducente porque lo terminó desviando como 10 años. Él quería ver por qué los anticuerpos son tan variados y por qué son tan específicos. Y dos semanas antes de morir, comenzó a tener los resultados que comprobaban la teoría en la que él estuvo trabajando durante 37 años. Me pareció fascinante, ¡pucha!, era alguien simplemente curioso y muy perseverante.