La recién lanzada “Guía total Buenos Aires” (Emecé) entrega un capítulo donde la ciudad se revela como capital de la movida gay.
En un panfleto anti-homosexual de mitad de la década del ‘40, citado por Juan José Sebreli en su “Historia secreta de los homosexuales en Buenos Aires”, se leía algo que, invirtiendo el signo negativo, bien podría aplicarse a la vida actual de la ciudad: “No en vano se oye decir en los países extranjeros, especialmente en los países vecinos, que Buenos Aires disputa a las grandes capitales del mundo, a Berlín, por ejemplo, el primer puesto en materia de cantidad de homosexuales”.
Pionera en Latinoamérica, Buenos Aires fue la primera ciudad de la región que tuvo la Unión Civil para personas del mismo sexo, realizando un hallazgo histórico que todavía marca la nueva dimensión de la vida gay porteña. La intensidad gay de Buenos Aires, cambiante como es, tiene hoy su momento de apogeo, bautizada como ciudad “gay friendly”, esa categoría importada, con cierto tufo políticamente correcto (algunos lugares del ambiente, en tono burlón, ya adoptan la definición de “hétero friendly”). Tras varios años de salir de la clandestinidad extrema, aunque sin ser tan visible como otras ciudades del mundo, la vida gay porteña se encuentra en un momento expansivo.
La diversificación de lugares y propuestas se suma al hecho de recibir cantidades inusuales de turismo, gracias al beneficio del cambio, que posiciona a Buenos Aires como favorita en el mapa mundial del turismo gay. Especialmente en noviembre, donde la primavera urbana deja respirar calidez en las caminatas porteñas, la vida gay se disfruta con más intensidad gracias a las actividades de la “Semana del Orgullo Gay”: recitales, actividades culturales de todo tipo, el festival de cine “Diversa” y otras actividades que se acumulan para visibilizar las potencialidades de la pluralidad sexual en la ciudad. En noviembre, todos los eventos culminan con la “Marcha del Orgullo” que se realiza un sábado de noviembre asentando distintas propuestas culturales en Plaza de Mayo (más información: marchadelorgullo.org.ar). Al borde de la noche, el desfile festivo de carrozas y multitud se dirige bailando hasta Plaza Congreso, convirtiendo a la Avenida de Mayo en un orgulloso corso a contramano.
La calle de la tradición. Hace décadas que los paseos por la avenida Santa Fe se convirtieron en el circuito obligado de las noches de Buenos Aires. Todavía hoy, alrededor de esa avenida se ofrecen las más variadas propuestas nocturnas preferentemente orientadas a la comunidad gay. Sin estar superpoblada como una década atrás, cuando el chat no reemplazaba a los encuentros callejeros, desde Rodríguez Peña hasta Coronel Díaz, la avenida Santa Fe es un largo camino de rondas nocturnas, con varias paradas obligadas. La más ineludible, en la esquina de Pueyrredón, es el Olmo, un bar tradicional donde se mezclan taxiboys con el gay tímido y primerizo, el habitué y el turista atento a captar los códigos locales, mientras algunos más desorientados hojean las revistas gays gratuitas que se pueden conseguir en el mismo bar.
Frente al Olmo, en la ochava donde un Banco se convierte en gris telón de fondo, los tarjeteros de las diferentes discos y pubs ofrecen invitaciones con descuentos para esa misma trasnoche. Pero no hay que ir tan lejos para encontrar algún reducto interesante; pegado al Olmo está Titanic, disco/pub donde vale la pena hundirse de vez en cuando porque ofrece variada cantidad de propuestas, desde shows de transformistas y strippers a reuniones de osos (gays peludos, morrudos o gordos).
Buenos Affaires. La mitad del recorrido gay de Santa Fe, en el cruce con la calle Junín, se corresponde con el lugar del hito máximo de la escandalosa historia de la cultura gay porteña. Primeramente, porque en el hoy bastante anónimo edificio de departamentos de Junín 1381 sucedió el desenfreno homosexual más importante del siglo pasado, que fue conocido como “El escándalo de los cadetes”. Todo empezó en 1942 con un paseo de día franco de un grupo de cadetes del Colegio Militar y terminó en ese departamento de Junín con una orgía que se replicó en el tiempo y quedó registrada en fotografías escabrosas de menores de edad semidesnudos que convertían en fetiches eróticos algunos de sus atavíos militares. Unos meses después, el affair salió a la luz, dejando como secuelas varias condenas carcelarias para miembros de la clase media y alta porteña.
Pero al lugar no le bastó un escándalo: la dirección de Junín 1381 también figura como seña de la redacción de las revistas petardistas “Victrola y Aurora”, donde Virgilio Piñera publicaba artículos divertidamente panfletarios. Piñera, el escritor cubano “homosexual, ateo y anticomunista”, como lo definió su compatriota Reinaldo Arenas, se afincó en Buenos Aires a finales de los ‘40.
A la vista está, entonces, el orgiástico y provocador prontuario del edificio de Junín 1381, que ya debería tener una placa recordatoria, declarándolo “Monumento histórico nacional gay”. Tal vez por eso, por los fantasmas deseantes que aún deben rondar, a la altura de Santa Fe y Junín persista tanta vibración homoerótica.
Interiores. Alrededor del circuito de Santa Fe se agrupan los lugares más tradicionales (hay que tener en cuenta que la vida pública gay comienza alrededor de medianoche). El más antiguo recinto gay, inaugurado el 17 de febrero de 1984, apenas pasando los dos meses de iniciada la democracia alfonsinista, es Contramano (Rodríguez Peña 1082), un pub frecuentado por hombres cincuentones y por quienes prefieren la compañía de maduros, casi todos vistiendo camisas y jeans para escuchar principalmente sets de música ochentosa. En cambio, en Angel’s (Viamonte 2168), la única disco gay de la zona, hay remeras pegadas al cuerpo y jeans ajustados y una concurrencia algo más joven, aunque el promedio de edad es tan mezclado como los gays, travestis y lesbianas, con look suburbano, que siempre colman las dos pistas. En los alrededores, siempre subsisten algunos pubs, como Código Search (Azcuénaga 1007), sótanos en penumbras con cierto remedo de la clandestinidad de épocas pasadas, donde los transformistas hacen esforzados “lipsincs” de Liza Minnelli o de las autóctonas divas camp Tita Merello y Libertad Lamarque.
Abandonando Santa Fe y enfilando para Palermo, hay dos propuestas típicas de la nueva dimensión de ese barrio: la disco Glam (Cabrera 3046) y el resto-pub Chueca (Soler 3283). Ambos lugares son casas antiguas recicladas con patio interno, lo que les da una valor especial para los que no soportan los ambientes viciados de los claustrofóbicos sucuchos nocturnos. En pleno Palermo se originó un nuevo centro de la movida gay: Sitges (Córdoba 4119), Bach Bar (Cabrera 4390) y Amerika (Gascón 1040) forman un Triángulo de las Bermudas donde hay que perderse seguido. A diferencia de las zonas aledañas a la avenida Santa Fe, en estos lugares no necesariamente existe mayoría de hombres, las lesbianas también son habitués de los pubs Sitges y Bach, utilizados como pre-dance, para después cruzarse a Amerika, a pocas calles de ambos lugares. Y ese cruce es inevitable, porque Amerika es la mejor forma de rematar una noche: su potencial de megadisco, la más grande de la Capital Federal, hereda la identidad mítica y festiva de Bunker, característica disco gay de los ‘90. Con un público heterogéneo en edad, procedencia, estilo y estética, Amerika representa la cumbre del vértigo nocturno, el éxtasis ritual de perderse en una multitud ruidosa y desinhibida. Para encontrar otra disco de dimensiones parecidas, pero de público algo más recoleto y homogéneo, hay que irse a Alsina Bs. As. (Alsina 940), antiguamente llamada Palacio Alsina por las dimensiones palaciegas de su elevada arquitectura, pero de superficie transitable menor que Amerika.
Postales de los márgenes. Como en muchas grandes ciudades, las estaciones ferroviarias y sus alrededores forman un circuito de yiro que incluye, específicamente, homosexuales diversos en busca de aventuras, mezclándose ejecutivos y obreros suburbanos. La estaciones de Retiro, Once, Chacarita y Constitución son los ámbitos por excelencia de cruces, fronteras entre la Capital y la provincia, lugar de roces, levantes y sexo furtivo (eso sí, en horarios más bien diurnos o en el crepúsculo, cuando el ajetreo de la vuelta del trabajo funciona como cortina de humo de roces y complicidades homoeróticas; de noche, en cambio, hay que ir con cuidado, porque el peligro se presenta con frecuencia inesperada).
En los últimos años, se sumó a las estaciones de trenes la Plaza Italia, en el barrio de Palermo, a la altura de Santa Fe al 4100, con sus ferias y puestos de libros usados, que son el biombo para que los soldados se acerquen a hablar con señores. Todavía más luminosa y menos marginal, la Costanera, detrás de Puerto Madero, es un lugar para pasear durante el día. Principalmente de octubre a marzo, alrededor y adentro de la Reserva Ecológica, la Costanera ofrece sus plazas con un sosiego ventoso y sus laberintos de vegetación, y autoriza a la caminata sin rumbo y a la aventura estival.