El domingo 21 sonó el teléfono del departamento de Av. Del Libertador y Alvear. “Mamá, feliz día de la madre, te quiero mucho”, dijo Nora desde su casa en España.
“Nora, me querés mucho pero no me lo demostrás. ¿Querés que te diga una palabra que te describe a vos y al tipo que tenés al lado?: “angurrientos” –le lanzó sin rodeos Natalia Kohen–. No puede ser que quieran todo y a cualquier costo. Lo que hicieron conmigo es un matricidio”.
“Mamá, qué estás diciendo. Si vos estás bien”, respondió la hija.
“Sí, porque me salvé”, concluyó ella.
Al día siguiente, Natalia Cohan de Kohen (89) se emocionaría al enterarse del fallo de la Cámara de Apelaciones que el 16 de octubre último –después de dos largos años– reconoció que ella no padecía demencia, que de ahora en más podrá sugerir el nombre de su curador (especie de tutor) y que, dado que está en condiciones de formar un juicio propio, recuperaba el derecho de defenderse y atacar en la Justicia. A su vez, ya no estará limitada por una mensualidad acotada (5 mil pesos primero y 12 mil después) sino que podrá gozar de su patrimonio. Aún así, nada es tan fácil: resta determinar cuál es la fortuna de Kohen (ni ella lo sabe con exactitud dado que sus hijas manejan desde hace tiempo sus cuentas), quién será finalmente su curador y si podrá recuperar de manos de sus hijas la colección de cuadros que les donó un mes antes de que ellas la internaran e iniciaran el juicio por insania. Más incierto todavía resulta el futuro de la relación familiar.
Disparador. Hasta principios del 2005, tenía una vida ideal: una fortuna amasada junto a su esposo (fundador de Argentia, el laboratorio que fue vendido en 1993 en alrededor de 190 millones de dólares), dos hijas (Nora y Claudia), dos nietas y una vasta vida social apuntalada por décadas de haber estado al frente de la Fundación de la empresa familiar.
“Nora, voy a ser curadora, no es tanto dinero en relación a todo lo que tengo”, le dijo Natalia a su hija mayor quien, desde la muerte de su esposo en 1983, venía administrando la fortuna. “Mamá, vos no tenés nada, es todo mío”, le habría contestado ella y con esa frase, habría concluido un largo debate sobre la pretensión de Natalia de apoyar con 80 mil dólares un emprendimiento cultural en el Paseo de la Infanta. “Después de que murió mi marido, ella se quedó con todo”, explica la mujer, refiriéndose a una supuesta maniobra de aumento de capital en la sociedad del laboratorio por el que, días antes de la muerte de Mauricio Kohen, su hija mayor pasó de tener un 3 por ciento a disponer del 97 por ciento de las acciones y evitó la sucesión.
Para Nora y Claudia, la incidencia por aquel entonces del artista plástico Humberto Poidomani en la vida de su madre estaba siendo negativamente determinante: Alegaron que Natalia se mostraba desinhibida sexualmente y se declaraba enamorada de aquel hombre que hoy ya no vive en el país. Ella lo niega y sostiene que desde que enviudó tuvo sólo dos relaciones sentimentales que nadie conoció ya que ella siempre cuidó su intimidad porque nunca pensó en volver a casarse.
Después de que dos médicos evaluaran una tomografía computada de su madre como normal y les recomendaran terapia familiar, las hijas de Kohen consultaron con el neurólogo Facundo Manes. El médico, reconocido internacionalmente y por entonces a cargo del departamento de Neurología Cognitiva del FLENI, diagnosticó la enfermedad de Pick: una demencia frontotemporal degenerativa de la corteza cerebral, e irreversible, que se caracteriza por un cambio temprano en la conducta social y personal. Con la corroboración del diagnóstico por parte de la psiquiatra Griselda Russo (una de las integrantes del equipo de Manes en el FLENI), internaron a Natalia en el neuropsiquiátrico Ineba. Allí estuvo, en contra de su voluntad, durante 27 días en junio del 2005.
La batalla legal había comenzado: las hijas iniciaron una demanda por insania y la madre movió cielo y tierra para conseguir el alta y demostrar que no estaba loca. Seguirían sucesivos y extenuantes peritajes médicos y una pulseada legal que se multiplicó en otras causas que todavía están por definirse.
Familia. Compró unos sandwiches en la confitería de siempre y sacó una caja de juguetes para recibir a su bisnieto de un año y cinco meses. Con tal de verlo, aceptó la tregua y el pacto tácito de evitar los temas ríspidos. Faltaban dos días para el pasado día de la madre y su hija Claudia y las dos nietas fueron a visitarla después de un largo tiempo. Le regalaron un saco de hilo de primera marca, un frasco de perfume importado, un licor y chocolates suizos. Las cuatro mujeres tomaron el té y se despidieron con un beso. Ese fue el último contacto que tuvieron. Después vendría el fallo de la Cámara y así volvería el silencio.
El abogado Alejandro Molina, representante de las hijas de Kohen, sostiene que la relación familiar está todavía condicionada por terceras personas; por eso justifica que, varias veces antes, Natalia haya tenido que acudir a la Justicia para que le permitieran ver a su bisnieto. “Las nietas adoran a su abuela pero ella tiene un ánimo cambiante y hay momentos en que es difícil tratarla”, alega. “Para Claudia y Nora es muy doloroso haber tenido que acudir a la Justicia pero estamos conformes con el fallo”, sostiene. “Si estaba enferma, ¿por qué no me cuidaron? ¿Y si ahora confirman que estoy sana, por qué no se alegran”?, pregunta Natalia a la distancia.
Actores. La Justicia tomó una posición intermedia entre las partes: No incapacitó a Natalia Kohen ni la declaró demente pero tampoco rechazó la denuncia por insania. Por lo contrario, la inhabilitó (de acuerdo al art. 152 del Código Civil) teniendo en cuenta un descenso de su valoración preventiva y consideró que, ya que históricamente la mujer había recibido asistencia (primero de su esposo, después de su hija) para administrar sus bienes, se sostendría la tutela de un curador.
En medio del proceso, el doctor Facundo Manes se desvinculó del FLENI e inauguró un centro neurológico propio. Lejos de respaldarlo, el FLENI desconoce tener una historia clínica de Kohen y contradice el diagnóstico del neurólogo. Según aseguró esa institución a NOTICIAS, ellos evaluaron a Natalia en septiembre del año pasado con un resultado normal “acorde a su edad y sin evidencia alguna de enfermedad”. Por su parte, Manes aseguró, mediante un mail que hizo circular entre la comunidad médica después del último fallo, que “el resultado del proceso avala de manera concluyente la actuación del Dr. Manes”. En realidad, el Cuerpo Médico Forense de la Nación dijo “no encontramos un cuadro compatible con demencia médica (…) entendemos que Natalia Kohen es una anciana con elementos de senilidad, lo que implica una disminución en sus aptitudes psíquicas”.
Por su parte, Kohen acusó penalmente a Facundo Manes y a la psiquiatra Griselda Russo, por “certificados falsos” que generaron la internación. Russo reconoció ante la Justicia que nunca había visto a la paciente y que había seguido la orden de su entonces jefe, Facundo Manes. Sin embargo, la médica sigue formando parte del staff del FLENI, donde sólo le iniciaron un sumario interno. Después de haber sido dos veces sobreseídos, la Cámara decidió llamarlos a indagatoria. Manes se presentó el 11 de octubre y Russo, el 30 del mismo mes. La Justicia deberá resolver la situación procesal en el término de los 10 días posteriores a la última indagatoria.
Futuro. “Natalia recuperó su dignidad pero ahora tenemos que comenzar a litigar para lograr hacer uso de sus derechos”, dice su abogada, Ana Rosenfeld. Así, seguirá adelante con las demandas civiles (paralizadas hasta tanto se conociera el fallo de la Cámara), entre ellas, el proceso contra la hija mayor por simulación en el aumento de capital y pedirá la rendición de cuentas sobre la administración de la fortuna familiar. Además, solicitará que, mientras se aclaren aquellos puntos, a Natalia se le asigne una cantidad de dinero de la fortuna familiar. A su vez, siguen su curso las demandas para revocar la donación a sus hijas de la colección de obras de arte (que ahora Natalia quiere donar al Museo de Bellas Artes) y las de daños y perjuicios contra Ineba, Manes, Russo y sus hijas.
“Soy consciente de que hasta el día que me muera voy a tener que estar frente a la Justicia”, concluye Kohen. Después de dos años, ¿sus hijas siguen pensando que tiene conductas intempestivas contrarias a las buenas formas? “Al estar más controlada por el curador, está más tranquila”, contesta Molina. Lo curioso de esa mejoría es que la mujer no está medicada ni sigue ningún tratamiento psiquiátrico ni psicológico.
El 7 de enero próximo Natalia cumplirá 90 años y sueña con que sus hijas asuman que se equivocaron. Para definirse, le gusta utilizar el concepto de “resiliencia”: “Sufrí y sufro mucho pero tengo una gran energía. Soy un fenómeno de la naturaleza, cada tanto aparece alguno”, dice y suelta la carcajada.