Lejos de la fiebre que suele impulsar la carrera de más de un personaje, a Guillermo Pfening poco y nada le importa la fama: lo ve como una consecuencia de ser actor, y de haber participado en unas 17 películas (“Nacido y criado”, “Paco”, “XXY”), más allá de sus trabajos en teatro y tele (por ejemplo, “Costumbres Argentinas”, “Vidas robadas” y “Valientes”), pero no mucho más. Por el contrario, le obsesiona la soledad de la gente –así, en general, “la soledad de la gente”, dice él–, la de las mujeres oficinistas que vuelven a sus casas de madrugada, cabeceando de sueño contra las ventanillas de los trenes que mueren en alguna localidad perdida del Gran Buenos Aires. “La segunda película que voy a dirigir va a tratar sobre eso”, aclara. Su primer film trata de la historia de su propia vida, la del Pfening que vuelve a su pueblo cordobés, Marcos Juárez, para filmar el deseo de ser padre de su hermano menor, “Caíto” –nombre que lleva el largometraje–, que padece distrofia muscular. De esta forma, dialogan el documental y la ficción: para Guillermo, una forma muy sana de hacer terapia.
El proyecto comenzó siendo un corto que tuvo mucho éxito –se expuso en la Biblioteca Nacional como uno de los diez mejores cortos de la década y mereció el premio Georges Meliès– y hoy es una realidad tangible, producida por el INCAA y Pablo Trapero y protagonizada por Romina Ricci, Bárbara Lombardero y Juan Bautista Stagnaro.
Noticias: ¿Cómo toma su hermano la exposición ante una cámara?
Guillermo Pfening: Bien, al principio era más una idea mía en la que él me apoyó; ni él ni mi papá entendían nada. Hoy ya es un actor completo. Caíto lo toma como un incentivo muy fuerte, conoció mucha gente nueva, y hacer una película tiene algo mágico: él aporta mucho de esa magia.
Noticias: ¿Cómo es para usted indagar en esa historia no convencional, que a la vez es parte de su propia historia?
Pfening: De alguna forma es una terapia muy sana, aliviadora. Comparto viajes y tiempo con mi familia, cosa que está bueno. Por otro lado, estás todo el tiempo reflexionando sobre eso, y a veces también es duro e incómodo, pero es gratificante. Cuando empecé a dirigir sentía que primero tenía que comenzar por lo que me rodeaba. Es una búsqueda profunda pero con muchas cosas a favor, terapéutica, diría. A la vez, es muy estético porque está mi pueblo, cosas que sé cómo contar, y la película también reflexiona sobre cómo se vive en un pueblo, en mi casa, en los lugares que van quedando vacíos y cómo los que quedan resignificaron esos lugares. Se habla sobre la hermandad, el cine mismo: es una película dentro de otra, una mamushka.
Noticias: ¿Hay algo que le interese más, dentro de la televisión, el teatro o el cine?
Pfening: Me gusta todo, y me encantaría estudiar más comedia, poder cantar –soy un perro–, quisiera abrir el abanico en los próximos años. También me gustaría interpretar a algún enfermo mental, un loquito, personajes que estén marcados por cuestiones físicas. Está bueno combinar todo. Tampoco es que ahora que dirijo quiero dejar de ser actor, es otra manera más de reflexionar sobre la vida.
Noticias: ¿Y la política le interesa?
Pfening: Sí, claro. Hay muchas cosas positivas de la etapa que estamos viviendo y otras que estaría bueno mejorar. Me llaman la atención los discursos de Cristina: es una mujer que habla muy bien, muchas de sus ideas me parece que están buenas. Flasheo con verla porque es impresionante cómo habla –es la presidenta que mejor lo hace, y la que más lo hace también–, es una actriz, me gusta escucharla.
Noticias: ¿Qué cosas son buenas y cuáles malas?
Pfening: Ahora hay más gente que está en blanco, que tiene más derechos que antes. Cosas que están mal son la inflación, que no me copa nada; el INDEC –hay cosas que no entiendo–, cuestiones en las que me mienten y que quizá como es un gobierno un poco atacado por los medios, hay circunstancias que no reconoce para no bajar los guantes, pero creo que se dan cuenta. Que tengamos un Instituto de Cine que produzca 50 películas por año y que sea una política estatal, es algo que no pasa en muchos países del mundo. Hay muchas cosas positivas y otras por mejorar. También estaría bueno, como pasa en Brasil, que no viniera un gobierno nuevo y cambiara todo, que haya una materia prima común, construir más allá de los partidos políticos.
Al llegar a Buenos Aires, Guillermo tenía 18 años, un par de valijas, ganas de estudiar arte y un hambre desprolija de llevarse todo por delante. El primer papel lo logró cuando se presentó al casting para una película de Héctor Babenco y quedó por tener un parecido con Daniel Fanego. Así, con ese inicio medio de casualidad se fue metiendo en el rubro, aunque también fue promotor, empleado de Burger King y acomodador en el sótano de una librería.
Noticias: ¿Pensaba en cómo sería vivir de la actuación?
Pfening: Siempre pensé que iba a estar todo bien. Quizá tenía la duda, que hoy no tengo, de si podría vivir de esto o si me iba a satisfacer. Perdí ese miedo, pero hay momentos de mucho laburo, otros donde hay menos… Aprendés a vivir con eso, salvo que seas un protagonista que está todo el tiempo en pantalla. Yo tampoco encaré la carrera por ahí. También aprendés a ahorrar…
Noticias: ¿Cómo fue trabajar en Burger King y en el sótano de la librería?
Pfening: En Burger laburé dos noches y me fui a grabar. ¡Odiaba todo! Me hacían sacar la basura, limpiar los baños. Lo del sótano estuvo bueno, fue un impasse en el que no laburaba pero trabajaba en la filmación de “Nacido y criado”: en esos días viajé cinco veces a Europa en ocho meses, pero cuando volvía no tenía laburo, entonces un amigo que tenía un sótano que acomodar porque trabajaba para una librería, me ofreció el puesto. Era muy loco porque me llamaban para un festival en Noruega, dejaba todo, me iba y volvía, y entonces me llamaron también de Munich, de San Francisco, de La Habana, y yo iba, volvía, la pasaba genial en un hotel 5 estrellas, en lugares espectaculares, y después regresaba al sótano a acomodar libros y los muñequitos de “La Guerra de las Galaxias” y “Superman”, todo el tiempo eso. ¡Era ir del sótano al mundo y del mundo al sótano!