Un voto no es sólo un voto. Un voto es el barrio donde votás, cuánto dinero podés llevar en el bolsillo en ese momento, con qué nivel educativo entrás al cuarto oscuro y cuánta comida llevaste ese día a tu estómago.
Entonces, se podrá informar sin más que Cristina ganó con el 45% de los votos o, incluso, que el 55% votó en su contra. Pero los votos también dicen otras cosas. Por ejemplo, que los argentinos sin distinción de clases preferimos el “malo conocido al bueno por conocer”.
En esta elección, restando los votos obtenidos por los candidatos que promovían salir del modelo de dólar alto y superávit fiscal de los Kirchner (como Rodríguez Saá o los partidos de izquierda), queda un 88% de votantes que apoyó a candidatos que proponían, con variantes, la misma base de modelo económico. Cristina obviamente fue la abanderada de esa continuidad, pero también lo fue Lavagna, quien no se cree con menos méritos de paternidad sobre el niño. Carrió y su alter ego económico Prat Gay apenas aportaron la variante de cierto enfriamiento del modelo para combatir la inflación: un dólar “un poco” más bajo. Tampoco López Murphy ni Sobisch cuestionaron el fondo del modelo.
Sin necesidad de encuestas, si se revisara la historia electoral se podría haber afirmado antes del domingo que Cristina sería la vencedora. La ecuación ganadora que se repite ante situaciones similares es la misma: frente a un modelo económico relativamente exitoso, la mayoría prefiere no arriesgarse a un cambio. Además, a la hora de elegir al candidato que represente esa continuidad, se opta por el original, si es que se presenta. No una copia, por más que se postule superadora o prolija.
En los comicios presidenciales de 1995, el 96% de los argentinos votó a candidatos que defendían la Convertibilidad. Era el pico de las denuncias de corrupción contra el menemismo y no el mejor momento en lo económico (crisis internacional del Tequila mediante). Tanto el frepasista Bordón como el radical Massaccesi le propusieron al electorado seguir con el 1 a 1, pero sin corrupción y con eficiencia de gestión. No hubo caso. El 50% eligió continuar con el original.
En las presidenciales de 1999, cuando la Convertibilidad ya enviaba mensajes claros de agotamiento, los tres candidatos (De la Rúa, Duhalde y Cavallo) que postulaban aferrarse al 1 a 1, lograron el 97% de los votos, aún un punto más que en el esplendor del año ’95.
En el 2003, se votó entre los que querían volver a la Convertibilidad, representados por Menem, y los que preferían seguir con el modelo post devaluación. Y otra vez ganó el statu quo económico, a través de los votantes de Kirchner, López Murphy, Adolfo Rodríguez Saá, Carrió y Moreau. En total: 70% de votos.
En síntesis:
1) La mayoría de los argentinos votó por la Convertibilidad en las dos elecciones en las que se puso a votación el 1 a 1 (1995 y 1999).
2) Y la mayoría votó por el modelo de dólar alto y superávit en las dos oportunidades en que se lo evaluó (2003 y 2007).
En las cuatro votaciones, la mayoría pro-modelo estuvo conformada por un entrecruzamiento de sectores bajos, medios y altos. Y el denominador común fue la necesidad conservadora de preservar lo conocido. En las de la era convertible, escapando del fantasma de la inflación. En las de la era pos convertible, huyendo de la recesión y del desempleo.
En las elecciones del domingo, al desmenuzar el apoyo al modelo a través de las tres vías principales, se entiende mejor qué dijo cada ciudadano con su voto, en términos generales:
l La vía Lavagna: refleja un apoyo al modelo desde el rechazo a la desprolijidad administrativa y al autoritarismo oficial. Sus votantes provienen de los sectores medios y altos. No están dispuestos a arriesgar todo, pero sí un poco.
l La vía Carrió: refleja el apoyo crítico al modelo desde los sectores medios y medios-altos, quizás los más sensibles a la corrupción y a la carencia de republicanismo. Adhieren al modelo, pero son los que más están dispuestos a arriesgar. (Igual, una duda: ¿todos los que eligieron a Carrió en la primera vuelta, la habrían votado en el ballottage? Supongo que no. Una cosa es simbolizar un pedido de cambio y otra es arriesgarse a cambiar.)
l La vía Cristina: es el apoyo más incondicional y proviene de los sectores bajos y altos, la alianza histórica del peronismo. La mayoría de sus votantes tiene una dependencia mayor del circuito productivo de ganancias-empleo-salarios. Son los que sienten que tienen más para perder si el cambio sale mal.
Un voto no es sólo un voto. Es la forma en que le decimos al resto quiénes somos, qué intereses pretendemos defender y con quiénes queremos compartir el mismo voto. Este domingo, el voto dijo muchas cosas, pero hubo un mensaje compartido por el 88% de los argentinos: “Este modelo podrá tener muchas, pocas o ninguna cosa para mejorar; aunque tan mal no estamos con él”.
No sé si es lo que quisimos decir. Pero es lo que dijimos.