Están de moda y tienen una imagen tan positiva que su crecimiento económico en todo el mundo es de un 10% anual sostenido, que apenas sintió cierto coletazo de la crisis financiera de fines del 2008. Los agrocultivos orgánicos tienen actualmente bajo su poder 32 millones de hectáreas en todo el planeta; el valor mundial de la producción de este tipo de agricultura es de entre 50.000 y 60.000 millones de dólares. Basados en una producción amigable con el medioambiente, en el buen trato de los animales y eliminando el uso de químicos, los alimentos orgánicos tienen la contra de que son más caros que los tradicionales. ¿Vale la pena pagar más? ¿Hasta qué punto una manzana, una papa o un pollo orgánicos son mejores para la salud que una manzana, una papa o un pollo obtenidos de un modo convencional?
“Los orgánicos provienen de un sistema de producción sostenible, sin el uso de agrotóxicos de síntesis química, por lo que es dable esperar que sean productos sin residuos de contaminantes químicos, y como provienen de suelos biológicamente muy activos es esperable también que generalmente sean más nutritivos”, explica Juan Carlos Ramírez, coordinador de Producción Orgánica de la Dirección de Calidad Agroalimentaria del Senasa.
El ingeniero agrónomo Pedro Gómez, profesional asociado del Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA) aclara que para producir alimentos orgánicos tampoco se pueden usar organismos genéticamente modificados (es decir, transgénicos), y que para evitar emplear plaguicidas y agroquímicos el productor debe saber cómo prevenir la aparición de plagas y enfermedades de un modo natural.
Este evitar lo no ecológico y poner el acento en el cuidado del medioambiente es lo que más contribuye a la imagen positiva de los productos orgánicos.
Bondades alimenticias. “La agricultura orgánica certifica el proceso de producción del campo al consumidor. No es una certificación que hable acerca de la calidad del alimento: lo que constata es que se produjo, se envasó, se trasladó, se procesó, usando determinados métodos”, aclara Gómez, también coordinador internacional de la Plataforma de Agricultura Orgánica del Programa Cooperativo para el Desarrollo Tecnológico Agroalimentario y Agroindustrial del Cono Sur, PROCISUR.
La certificación (la que permite, en última instancia, colocar a los alimentos el sello de orgánicos), es otorgada por organismos gubernamentales o empresas privadas habilitadas, cuando los productos se obtienen siguiendo principios de agroecología que garanticen la fertilidad de los suelos, la no contaminación, el fomento de la biodiversidad. Todo esto busca garantizar que los alimentos sean más naturales, pero de allí a que sean más nutritivos, hay una importante diferencia. Un estudio hecho por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres llegó a la conclusión (después de analizar más de 5.000 artículos científicos) de que la diferencia en términos de nutrientes de los alimentos orgánicos respecto de los tradicionales es poco relevante. Mientras, otra investigación realizada en Francia indica que las plantas orgánicas contienen más micronutrientes (hierro y manganeso, por caso) y que la carne de los animales criados bajo procesos orgánicos tienen más ácidos grasos poliinsaturados, buenos para el sistema cardiovascular.
Lo que no aclara el estudio francés es que todo depende de qué partidas de alimentos se hayan analizado, porque en agricultura orgánica todo se obtiene a nivel particular. En Suiza, por ejemplo, hubo estudios de manzanas “red delicious” que hallaron que la cantidad de antioxidantes era más concentrada en las manzanas orgánicas que en las tradicionales. “Pero estos resultados no implican que todas las manzanas orgánicas tengan más antioxidantes que esas; se trató de esas en particular, de esos cultivos puntuales”, aclara Gómez.
“No hay evidencia concluyente de que los alimentos orgánicos sean más nutritivos que los obtenidos por medios tradicionales”, dicen por su parte expertos desde la prestigiosa Clínica Mayo de los Estados Unidos.
Algo que sí garantiza el certificado de un alimento clasificado como “orgánico” es que se trata de una carne, una hortaliza, una fruta, leche, huevos, inocuos; “en este aspecto los consumidores pueden tener más seguridad que con los otros”, asegura Gómez. Los productores tradicionales usan pesticidas para proteger sus cultivos de insectos, hongos y enfermedades. Cuando se fumigan los cultivos con pesticidas, esto puede dejar residuos en las hortalizas y frutas. Y este es uno de los puntos que más adhesión genera entre la gente: saber que no están comiendo sustancias químicas sintéticas y potencialmente dañinas.
Menos tóxicos. Aunque no hay estudios científicos de largo alcance que prueben la existencia de una relación directa entre el consumo de agroquímicos residuales que puedan estar contenidos en un alimento y el cáncer, por ejemplo, hay especialistas que dicen que sí se han registrado problemas en el sistema nervioso, endócrino e inmunitario de trabajadores del campo y sus familias, que están en contacto directo con grandes cantidades de agroquímicos.
Siempre puede haber productores que usen sustancias no permitidas, y peligrosas. La realidad es que los químicos menos riesgosos son también los más caros, por lo que no todos los productores tradicionales pueden comprarlos. “Aun así, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que la cantidad de pesticidas que se hallan en los alimentos tienen un riesgo muy pequeño para la salud”, dicen desde la Clínica Mayo.
“Los alimentos a nivel internacional y en el ámbito local están muy regulados, y los contaminantes cada vez son mas fácilmente detectados por las tecnologías e instrumentales muy sofisticados. A su vez, los productos agroquímicos o fármacos que se emplean tienen cada vez más requisitos para su aprobación y demostraciones en cuanto a sus niveles de eficacia, impacto ambiental y toxicidad”, aclara Ramírez.
¿Tiene un alimento orgánico más “bichos” que uno tradicional? El hecho de no usar agroquímicos sintéticos hace que algunos consumidores teman estar comiendo hongos, bacterias, insectos. En principio, para que un alimento sea certificado como orgánico su productor debe probar que es capaz de combatir las plagas y contaminaciones biológicas. Todo lo cual se logra con otras tecnologías y herramientas que garanticen un control natural sobre los cultivos y el ganado: abonos para alimentar el suelo en lugar de los fertilizantes químicos; trampas, insectos y pájaros que se alimentan de las pestes que atacan a los cultivos permiten reducir enfermedades en las plantas; mientras que la limpieza a mano de malezas, por ejemplo, reemplaza a los herbicidas químicos.
Todo esto hace que desde el punto de vista de la economía los sistemas de agrocultivos orgánicos sean más complejos que los tradicionales, porque tienen mucho valor agregado, lo que también incide sobre el precio final de los productos.
Desembolsos. Gran parte de la producción orgánica de la Argentina (casi el 95%) se exporta a la Unión Europea, los Estados Unidos, Suiza, Rusia, Japón, Noruega, Australia, entre otros países. El mercado local argentino es muy pequeño. En Francia, uno puede ir a una pequeña panadería de un pueblo y comprar baguettes bio (como llaman los franceses a los alimentos orgánicos), pero también entrar al supermercado y encontrar orgánicos congelados de otros países. En la Argentina, no es tan sencillo, y eso impacta sobre los costos.
El hecho de que la producción se haga sin sustancias químicas hace que los rendimientos sean menores, el valor agregado cuesta y la certificación que precisan los productos orgánicos, hecha de modo individual, puede ser muy cara. Por eso, en algunos países se está empezando a implementar la certificación participativa, que es grupal (en México, por ejemplo, con cultivos como el café o en Paraguay, con la caña de azúcar), con lo cual se atenúa el impacto económico de las certificaciones.
“El encarecimiento de los productos no siempre está relacionado con la forma de producir, dado que lamentablemente intervienen muchos actores dentro de la cadena que, sin modificar el producto, lo encarecen”, admite Ramírez, desde el Senasa.
Para quien los pueda pagar, los alimentos orgánicos son una tentación. Pero siempre hay que tener en cuenta que no todos los alimentos necesarios para el cuerpo tienen su versión orgánica a lo largo de todo el año; y siempre es mejor una leche tradicional antes que ninguna.