El sol de las 10 de la mañana pega en su rostro bronceado ni bien sale del edificio de Avenida del Libertador 3050, en una de las cuadras más caras del barrio de Palermo. De pantalón blanco y remera amarilla, camina distendido unos 300 metros y hace una parada en el cajero del Banco Galicia. Justo él, Claudio Uberti, el funcionario echado por el escándalo de la valija y uno de los recaudadores de las campañas electorales del kirchnerismo, tiene como primera actividad del lunes 11 retirar fondos.
Uberti disfruta de la rutina de desocupado “high class” que lleva desde que fue desplazado de su cargo hace seis meses por haber traído al venezolano Guido Antonini Wilson a Buenos Aires: vive con su familia en un semipiso de 2 millones de pesos, descansa los fines de semana en una casona en el selecto country CUBA Fátima, en Pilar, es habitué de los más exclusivos restaurantes de Buenos Aires y viaja seguido a Santa Cruz. ¿Cómo solventa su nivel de vida si no tiene ingresos y, según su declaración jurada, cuenta con apenas un Citroen modelo 74 (comprado en el 2006), una casa en Río Gallegos y pocos ahorros?
El ex funcionario ni siquiera cambió sus hábitos por estos días, cuando se enteró de que la Justicia había pedido su declaración indagatoria en la causa que investiga por contrabando y lavado de dinero a Antonini Wilson, el venezolano que subió al avión rentado por el Gobierno argentino con el visto bueno de Uberti y terminó reconociendo como propia la valija con 800.000 dólares negros durante el procedimiento del 4 de agosto en el Aeroparque Jorge Newbery.
Uberti ya es un sospechoso en el expediente y el círculo empieza a cerrarse sobre él y sus contactos con los funcionarios de la petrolera venezolana Pdvsa que tomaron ese vuelo. Aunque no parece nervioso, ni está solo: se fue del Gobierno, pero nunca perdió el contacto con el kirchnerismo. Quizás ese vínculo explique su buen pasar.
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