Cuando se le pide a la Graciela Mochkovsky, autora de varios libros de investigación periodística, una definición de “La revelación”, la crónica que acaba de publicar, dice que “es un libro sobre la fe” y agrega que su pregunta central es “qué sucede cuando se quiere alcanzar la verdad a través de ella”. Quien lo lea se encontrará con una historia real contada en tono de fábula, con el sabor de los relatos bíblicos. Esa historia es la de una comunidad de las montañas de Perú que hizo un largo proceso de conversión religiosa a través de la lectura de la Biblia. La comunidad, liderada por Segundo Villanueva, abandonó el catolicismo, pasó por una gran cantidad de iglesias protestantes y “terminó fundando su propia iglesia todavía cristiana, sabática, casi vegetariana, que trataba de vivir de acuerdo con la palabra escrita de la Biblia, sobre todo de acuerdo con lo que los católicos llaman Viejo Testamento. Los integrantes de esta comunidad buscaron en la selva del Amazonas el lugar que Dios les había destinado y estando allí descubrieron que en verdad el pueblo de Dios eran los judíos y que entonces ellos tenían que ser judíos”. En este punto comienza la segunda parte de la historia que narra la decisión de ser reconocidos como judíos. “Vivieron como judíos ortodoxos por más de dos décadas y finalmente lograron ser reconocidos por Israel. Fueron convertidos por unos rabinos israelíes y una vez convertidos cumplieron su sueño: fueron llevados a Israel.” Arribaron así a la zona más caliente del conflicto actual con los palestinos, las colonias judías en Cisjordania. Pero la forma en que Mochkofsky se cruzó con esta historia es otra historia.
Noticias: En “La revelación” se cuenta un caso de conversión muy extraño, porque alguien -Segundo Villanueva- “descubre” el judaísmo por la lectura de la Biblia, no porque conviva con esa religión. ¿Es frecuente este tipo de conversión?
Mochkofsky: Es un caso muy excepcional, incluso dentro de la historia del judaísmo que está llena de conversiones individuales. Lo que tiene de extraordinario es que se trata del primer caso de una comunidad entera cuyos integrantes sólo por la fe deciden ser judíos y que una vez lograda la conversión se van a vivir a Israel. Los nietos de Segundo Villanueva, personaje central que lidera la primera comunidad, de hecho no hablan español, sino hebreo y son tan israelíes y tan judíos como cualquier judío nacido en Israel. La primera comunidad de Villanueva no tenía educación formal, era muy pobre, y eligió ser judía ortodoxa, lo que es algo muy sacrificado porque la vida de un judío ortodoxo está llena de reglas que deben ser cumplidas al pie de la letra. Era gente que no había terminado el primario y que aprendió hebreo para comunicarse con su Dios.
Noticias: Esta gente decide no sólo cambiar de religión, sino también de identidad. ¿No es así?
Mochkofsky: Sí. Lo que más me fascinó de la historia es la idea de que alguien como Segundo, nacido en los Andes en un hogar católico, hijo de campesinos, que se rodea de trabajadores urbanos que no ven a su alrededor más que la cultura católica impuesta en esa zona quinientos años antes, decidiera hacer un proceso de transformación tan absoluto y extraordinario.
Noticias: Claro, no se trata de alguien que vive en contacto con el judaísmo, sino que descubre individualmente una religión milenaria.
Mochkofsky: Exacto. Eso es lo que conmovió a los rabinos que conocieron la comunidad a fin de los años ochenta, cuando sus integrantes ya llevaban muchos años viviendo como judíos. No podían entender cómo esta gente, sólo leyendo la Biblia, había llegado a esa interpretación que para ellos era la única posible. Es gente que descubre a un pueblo de 4.000 años atrás simplemente leyendo un libro, no por contacto con la cultura, sino por deducción. Cuando conocen a los judíos y van a Israel confirman que su interpretación era la correcta.
Noticias: Tu crónica arranca mucho antes, con la llegada de Pizarro.
Mochkofsky: Sí, el libro está escrito como una fábula, como un modo de decir que aunque es una historia de estos tiempos es también una historia universal y que podría haber ocurrido en cualquier otro momento. La búsqueda de la verdad sobre Dios viene desde el fondo de los tiempos, acompaña al hombre desde el comienzo. Ese primer capítulo habla del lugar en que había nacido Segundo Villanueva, Cajamarca, de qué modo había sido colonizada por distintos dioses y cómo a partir de su propia experiencia él intenta darle un nuevo sentido a Dios. Ese capítulo muestra cuál era la cultura religiosa que hereda al nacer y qué extraordinario que es que deje todo atrás y se diga “yo voy a buscar la verdad por mí mismo”.
Noticias: ¿Cómo llegó a vos a esta historia?
Mochkofsky: En septiembre del 2003 estaba “googleando”, buscando en internet otra cosa y en el medio de otras páginas encontré la carta de un rabino escrita en inglés que contaba la historia de Villanueva y de su comunidad y que pedía dinero para ayudarla. Al pie de la carta había una dirección en New York y un teléfono. Pensé que si esa historia era cierta era realmente fascinante.
Noticias: ¿Qué hiciste entonces?
Mochkofsky: Terminé de leer esas páginas y llamé por teléfono. Me atendió una peruana que era integrante de la comunidad y viuda de un rabino que había estado con estos judíos peruanos antes de la conversión. El rabino se había enamorado de ella. Luego se casaron y se fueron a vivir a New York. Ella me dio los teléfonos para hacer los primeros contactos.
Noticias: ¿Y cómo siguió la historia?
Mochkofsky: Al mes estaba en Israel buscando a los integrantes de la comunidad, visitando a la familia de Villanueva en la colonia de Kfar Tapuaj, que está muy cerca de la ciudad palestina de Nablus, en Cisjordania.
Noticias: ¿También estuviste en Perú?
Mochkofsky: Sí. La investigación duró tres años durante los cuales pasé dos meses en Perú en el 2004 y estuve tres veces en Israel. Conviví con ellos en Cajamarca, en Trujillo y en Lima, que son los lugares donde actualmente hay grupos aspirantes a la conversión que van tras los pasos de esta comunidad. En Israel estuve hablando con todos los protagonistas de la historia, tanto con los rabinos como con los conversos, y estuve viviendo un tiempo en las colonias. Por supuesto, desde Buenos Aires estuve en contacto telefónico con ellos y también a través de internet mientras leía mucho material que me diera un marco para comprender la dimensión de lo que habían hecho.
Noticias: ¿El tono de fábula que tiene el libro se te impuso a medida que avanzabas en el trabajo o fue una decisión?
Mochkofsky: Fue una decisión. Como también me pasó con libros anteriores, a medida que avanzaba en la investigación iba pensando en varias estructura posibles. Es algo que me hace sufrir, porque a mí me gusta hacer la investigación, pero escribir es básicamente sufrimiento.
Noticias: Ese sufrimiento no se ve reflejado en el libro.
Mochkofsky: Sí, pero sufro. Sólo me funciona el trabajo por ensayo y error, así que hago y tiro hasta que surge algo que me interesa. En este caso, primero pensé que tenía que ubicarme yo en la búsqueda de la comunidad, pero luego sentí que yo no tenía nada que ver, pese a que hay puntos de contactos personales muy fuertes por mi historia familiar. Busqué entonces que la escritura fuera simple, casi como un cuento, pero obviamente con mucho rigor periodístico, por eso incluí la fuentes al final del libro. Por esa época leí mucho la Biblia. Esa lectura creó en mi mente un tono, una forma de narrar que está fuera del tiempo. Me parece que en la gesta de Segundo y su comunidad hay puntos de contacto con las historias bíblicas. Él es como un Moisés moderno que lleva al pueblo a la Tierra Prometida. En los capítulos en los que se habla de la situación política de Israel hice el esfuerzo de pensar en alguien que no conociera ninguna de esas referencias. Por otra parte, ese extrañamiento con que está contada la historia tiene que ver con el extrañamiento de ellos, que estaban totalmente fuera del contexto del pueblo judío y que lo van descubriendo desde el extrañamiento total. La forma en que está contada la política israelí actual tiene que ver con la forma en que ellos la vieron al comienzo, cuando no sabían quiénes eran los palestinos y tenían que entender qué era ese otro pueblo que estaba ahí, según habían leído en la Biblia, en una tierra que les correspondía por derecho propio porque había sido heredada de Dios.
Noticias: ¿Cuáles son los puntos de contacto con tu historia personal?
Mochkofsky: Mi papá es judío, descendiente de una familia de Europa del Este –Rusia, Polonia y Lituania– y mi madre es paraguaya, descendiente de vascos, guaraníes y suecos.
Mi padre es ateo y mi madre es una ferviente católica. Ambos decidieron que los hijos –somos cuatro– eligieran su propia religión. A los nueve años yo decidí ser católica. Me bautizaron y mi mamá me envió a colegios de monjas en los que hice el final del primario y todo el secundario. Durante esos años fui muy creyente, la fe era para mí algo muy intenso. Intenté convertir a mi padre porque las monjas me decían que si no estabas bautizado te ibas al infierno. Tenía pesadillas en las que mi padre se iba al infierno. Intenté negociar con las monjas algún escape a esta condena (se ríe). Me dijeron que no había. Intenté negociar con mi papá, pero él se rió y con los años yo entendí qué ridículo era mi reclamo de que se bautizara para no arder en el infierno. Cuando crecí perdí la fe y me alejé de la Iglesia y la idea de Dios no volvió a estar en mí. Fue terrible, porque mientras la tuve me sentí protegida. Luego, durante un tiempo me sentí desamparada a un nivel muy profundo. Cuando hice la biografía de Timerman comencé a interesarme por el judaísmo porque él había tenido una militancia sionista cuando era adolescente. Viajé a Israel por primera vez y cuando llegué a Jerusalén quedé conmocionada. Me enamoré de Israel, comencé a estudiar hebreo, a hablar con mi abuela de la historia de la familia, a cocinar comida judía. La historia de Segundo Villanueva y su comunidad llegó a mí cuando todo eso confluyó. Fui “arrojada” a esa historia, ni dudé en escribirla.