Sábado 28 de abril, 11 de la mañana. Hace una hora y media que José Walter Mansilla Alarcón (33), alias “Casimiro”, volcó el camión Scania 113 frente al chalet de los Kirchner en Río Gallegos, en la esquina siempre ventosa de 25 de Mayo y Maipú. Ahora, un periodista que acaba de llegar al lugar encara a los tres policías que observan el saldo del incidente: la carga desparramada, los vidrios rotos, el camión abollado. A Mansilla ya se lo llevaron, no a la cárcel, como se hace con los delincuentes, sino a la clínica psiquiátrica. El periodista, santacruceño como los policías, pregunta qué pasó. Le responde uno de los agentes: “El tipo venía a contramano, como loco, parece que quiso doblar y ahí volcó por la velocidad que llevaba”. “¿Y cómo no se mató?”, se asombra el periodista. “Estaba bastante golpeado porque quedó del lado de abajo cuando volcó el camión”, contesta el policía. “Lo sacamos como pudimos. Decía boludeces, incoherencias, estaba mal. Por eso se lo llevaron para el psiquiátrico.” El periodista bromea: “Ahora sólo falta que mañana digan que fue un atentado”.
Domingo 29 por la mañana. Aníbal Fernández, el ministro del Interior, decreta que esa curiosa maniobra fue un intento de magnicidio perpetrado no ya por un desequilibrado, como demuestran los informes de los psiquiatras, sino por un “activista radicalizado” que había participado de las masivas marchas convocadas por el gremio docente, que desde hace dos meses tiene paralizado al feudo K. Desde entonces el Presidente no habita la casona de Río Gallegos, pero según sus funcionarios, igual corrió peligro la mañana en que volcó el camión. El estrafalario atentado “en ausencia” empezaba a instalarse en los medios con resultados desparejos: los periodistas más oficialistas acompañaban, pero la mayoría se permitió dudar de la información propalada por la Casa Rosada. ¿Cómo en tan pocas horas había cambiado tanto el diagnóstico?
NOTICIAS logró reconstruir paso a paso la trastienda de esta historia, que desnuda cómo el Gobierno intentó “operar” a la opinión pública para victimizarse con un atentado terrorista que nunca existió.