Hace tres años, cuando por primera vez pensaron en echarlo, Ricardo Jaime les hizo llegar un claro mensaje a los Kirchner por medio de los diarios: “Primero tendríamos que tomar un café con Néstor…”.
Corrían los días negros del escándalo de Southern Winds, la aerolínea que traficaba drogas y a la que el Estado había subsidiado con 60 millones de pesos. Juan Maggio, el titular de la empresa, había afirmado que Jaime era su “jefe directo”, a pesar de que el primero era un empresario privado y el segundo un funcionario de Kirchner, el multidenunciado secretario de Transporte. La advertencia mediática del café se completaba con otras frases como esta: “Con Kirchner somos amigos desde hace más de veinte años. Me puede pedir cualquier cosa, menos que renuncie”. Y el mensaje surtió efecto: Jaime conservó su cargo, y el caso Southern Winds –una de las veinte denuncias judiciales que lleva acumuladas desde su asunción en el 2003– significó apenas otra mancha más al tigre.
El funcionario por estas horas protagoniza una nueva polémica con la reestatización de Aerolíneas Argentinas y su deuda de 890 millones de dólares, según el cálculo del propio Gobierno que asegura no querer hacerse cargo de ese rojo, pero tampoco ofrece alternativas. Jaime, denunciado ante la Justicia por malversación de fondos públicos, abuso de autoridad, cohecho, coacción agravada, incumplimiento de deberes, discriminación laboral y hasta acoso sexual, maneja la caja de los subsidios al sector del transporte –8.000 millones de pesos– y sigue atornillado a su sillón a pesar de los escándalos que provoca.