Matías Reggiardo Tolosa no estaba casado. Había vivido en pareja y se acababa de separar. Había regresado, otra vez, a Ciudadela a vivir con Beatriz Castillo, la mujer a la que llama mamá. El hombre al que había llamado papá durante muchos años, esperaba y espera preso el juicio oral que se realizará en el año 2009.
Difícil era explicar por qué a su edad, siendo un hombre profesional, con algunas pocas pero seguras inversiones, prefería volver a la casa de su niñez. Pero más difícil aún es explicar, reconoce, sus sentimientos por el ex subcomisario de la Policía Federal, Samuel Miara, detenido nuevamente el 24 de agosto de 2005 luego de que el juez federal Daniel Rafecas lo responsabilizara por la comisión de 158 delitos de lesa humanidad en el circuito represivo ABO (Atlético, Banco, Olimpo), bajo jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército en la ciudad de Buenos Aires. Miara, como otros procesados en la misma causa, nunca había sido juzgado, amparado en las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que acababan de ser declaradas inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia.
La tercera cosa, difícil de contar, es su apropiación y el escandaloso proceso de restitución por el que pasó – y al que se resistió– junto a su hermano mellizo Gonzalo cuando se comprobó su verdadera identidad en 1993.
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