Me cagaste con ese tipo!”, le reprochó él.
“Vos me cagaste la vida… no voy a poder volver a casarme de blanco”, retrucó ella y apagó su teléfono celular. Martín Barrantes (35) estaba encerrado en un hotel en Las Leñas, en medio de la organización de un evento de polo en la nieve y con los periodistas golpeándole la puerta. Era un hecho, Carolina “Pampita” Ardohain (29) se había ido con Benjamín Vicuña a Chile y, para más confirmación del romance, semanas después se sabría que ella estaba embarazada del actor trasandino.
“Al lado tuyo, tu vieja es Lady Di. Preparate porque te voy a hacer un juicio por adulterio”, quedó grabada la voz de él en el contestador de la modelo a principios de agosto del 2005.
Así se firmó la declaración de guerra y se abrió el juego descarnado en Tribunales. Ahora, las intimidades develadas y las acusaciones cruzadas atraviesan los muros judiciales y se convierten en alimento para especulaciones mediáticas y procesales.
Que él no trabajaba, que era alcohólico, que ella pagaba todas las cuentas, que era un varón desinteresado sexualmente, que él se burlaba diciéndole “groncha”. Que ella lo engañó, que le provocó situaciones deshonrosas, que puso en duda su hombría.
NOTICIAS accedió al expediente que se dirime en Tribunales: la demanda de Barrantes, la contestación y reconvención de Ardohain y la nueva contestación de Barrantes.
De aquí en adelante, la versión de los protagonistas ante la Justicia.
Hacé tu vida. “Mi proyecto de vida era el de constituir una familia con Martín, tener hijos, trabajar juntos, asistirnos mutuamente, en síntesis, tenía la ilusión y la esperanza de casarme con Martín y que él se convirtiera en mi esposo, con todo lo que ello significaba”, declaró ella en un escrito judicial con el que contestó a la demanda de divorcio por adulterio iniciada por Martín Barrantes en diciembre del 2005. Pampita relató sus escasos tres años de matrimonio como las estaciones de un vía crucis. Entre idas y vueltas, aseguró que el distanciamiento entre ellos fue definitivo y de común acuerdo desde febrero del 2005. “Decidimos poner fin a nuestro matrimonio en este verano de 2005 (…) Martín me pidió tiempo para mudarse y se instaló en otra habitación en los primeros meses de 2005 (…) durante meses, no cruzamos palabra: la decisión de divorciarnos ya estaba tomada (…) en el mes de junio de 2005 me avisó que ya había elegido un departamento y que se mudaba (…) nos separamos de hecho de común acuerdo y quedó en claro entre ambos, que cada uno hacía su vida: sólo quedaba entre nosotros pendiente el mero trámite de divorcio”, aseguró ella en Tribunales. “Seguí durmiendo en la misma cama hasta que me enteré de su infidelidad”, contrarrestó él desmintiendo que hubieran hecho un pacto de libertad provisional y cuestionó: “Por qué no se fue a vivir a su departamento de la calle Darwin que estaba desocupado (…) por qué se mostraba sonriente y feliz en toda ocasión social que los cónyuges compartían hasta el mes de julio inclusive (…) por qué yo seguía trabajando en temas personales de mi cónyuge (…) por qué yo seguí hasta fines de julio de 2005 haciéndome cargo del alquiler de la casa de Del Viso?”, refrendó Barrantes y aportó los registros de migraciones en los que quedaron plasmados viajes que hicieron juntos y las reiteradas entradas de ella sola a Chile. Seis días después de volver de una de aquellas salidas al exterior en pareja, Pampita hizo nuevamente las valijas y cruzó los Andes. Estuvo en Chile hasta el 26 de julio y volvió a irse el 29. Esa última estadía, que duró hasta el 9 de agosto, es clave para los cálculos furiosos de quien insiste en probar que la concepción de la primogénita de Pampita y Vicuña (la pequeña Blanca nació en mayo del 2006) coincide con esa fecha.
El único distanciamiento de la pareja que Barrantes asume en la Justicia como tal fue en agosto del 2004 porque Carolina había viajado a Chile y se la vinculaba con el hoy futuro padre del segundo hijo de Juanita Viale, Gonzalo “Manguera” Valenzuela.
Diferencias. Ante la Justicia también se exponen los proyectos familiares de la pareja. La modelo dice que nunca pudo entender “la irritación que le provocaba a Barrantes cualquier alusión a planificación familiar que yo efectuara. La mera idea de que estuviera un año fuera de las pasarelas y los escenarios generaba la violencia pasiva y feminoide de Martín Barrantes y me castigaba con días de silencio que recién rompía cuando a él le convenía”. “Yo soy descendiente de una familia de profundos principios cristianos y de costumbres tradicionales (…) Mi mayor aspiración con Carolina fue la de tener un hijo”, manifiestó Barrantes. Para demostrarlo, aportó una historia clínica que acreditaría la existencia de un embarazo durante la relación y que por aquellos días tomó estado público por una infidencia de Roberto Giordano en la pasarela y por la sorpresiva renuncia de la modelo a la co-conducción de “Dominico” con Nicolás Repetto.
Trabajo. La predisposición hacia el trabajo y los hábitos son parte de otro de los capítulos. “Me costaba mucho mantener sola nuestro hogar, ya que, al poco tiempo de casarnos, Martín renunció a su trabajo y ya no logró ningún otro empleo (…) Durante la cena bebía cerca de dos botellas de vino tinto y, tambaleando, se dormía profundamente”, alega Pampita.
“Trabajé en relación de dependencia para Kau Tapen S.A. empresa en la cual me desempeñé como director y gerente de marketing hasta el 1º de marzo del 2005 (…) se complementaban con mi actividad ya conocida de modelo publicitario (…) si bien no soy un deportista profesional, siempre estuve desarrollando negocios en torno de ellos”, deslindó Barrantes.
Ella se quejó: “No me sentía acompañada por mi esposo, todo estaba sobre mis espaldas: tener que trabajar para mantener nuestra casa, pagar el sueldo de la mucama, el alquiler, la comida, las salidas, todo”. Él responde: “Con mis ingresos de las actividades lucrativas, se cubrían las necesidades de la pareja (…) por ese entonces, la accionada ahorraba casi todos sus ingresos y los guardaba en una caja fuerte del banco”.
Guerra íntima. “Martín no era cariñoso, no me deseaba, no trabajaba, no me acompañaba, eran demasiados los “no” en una convivencia en la que se notaba que Martín “necesitaba” dar la imagen de estar casado con una mujer famosa, por alguna razón que yo desconocía (…) No deseaba tener relaciones sexuales conmigo (…) me hacía sentir que lo hacía como “un trámite”, una obligación marital, en forma mecánica, rápida y sin buscar la recíproca gratificación y placer”, aseguró Ardohain.
Por supuesto, él se defiende: “Inexplicablemente y con evidente ánimo de ofenderme me endilga conductas esquivas, especialmente en el plano sexual. Así pretende cambiar su papel de adúltera a víctima, esparciendo para ello un desagradable tufillo de inmoralidad y dudosas costumbres atribuidas a mi persona”. Pero ella ahondó en detalles: “Martín tenía una modalidad sexual peculiar. Le resultaba imposible realizar el coito si no me ponía de espaldas a él. Practicaba en forma tan inexcusable y obsesiva como innecesaria el coito interruptus, con la inevitable repercusión emocional que ello implicaba”. “Con ella tuve relaciones sexuales no sólo de espaldas, sino de frente, de costado, de parado, en el agua y de todas las formas explicables y conocidas que un hombre y una mujer pueden tener”, llegó a explicitar Barrantes pidiéndole disculpas al Tribunal por lo que consideró una irreverencia necesaria para defender su posición en la causa.
Honor. “Es la Susana Giménez de la pasarela”, la calificó Roberto Giordano en medio de la guerra de modelos en la que sus rivales la apodaban “mucamita”. Después el peluquero que se permitió la infidencia del embarazo del 2004 terminó explicando su desliz en Tribunales. Pero lo cierto es que aquellas palabras parecen haber estigmatizado a la pareja y es recurrente la comparación, en positivo y en negativo: ¿Barrantes es a Pampita lo que Roviralta a Susana?
“Mis compañeros de espectáculo comenzaron a llamarme “mucamita” y Martín ahondó su burla hacia mí. Lejos de contenerme, de ayudarme, se enganchó con la burla, diciéndome que yo era “groncha”, una ordinaria”, acusó ella. “La he defendido frente a sus colegas (…) Con alevosía y bajeza la accionada me ha tratado de alcohólico, feminoide con tendencia homosexual y mantenido”, descargó Barrantes.
Ella jura que él le decía “gorda” o le lanzaba frases como “sos una enana, cómo te atrevés a ponerte zapatillas”.
“Ante la necesidad de volver a trabajar en una plaza como Buenos Aires (…) empezó a desparramar que era una pobre sojuzgada, que yo no trabajaba, que no la trataba con respeto, que no deseaba tener hijos y que me negaba a tener relaciones sexuales (…). Toda la sarta de difamaciones (…) obedecieron, además de pretender mitigar los efectos del adulterio, a la necesidad de cambiar su imagen y a darle más cartel. Ella es la única que se beneficia porque vuelve a ser el centro de la escena y a tener prensa”, acusó Barrantes.
La audiencia en Tribunales planificada para el lunes 24 de septiembre quedó pospuesta: allí se iban a evaluar las pruebas presentadas y se tomarían las declaraciones a los testigos de las partes. Pero dado que Ardohain no se presentó a la pericia psiquiátrica pedida por el Juzgado, y a la que Barrantes ya se habría sometido, se decidió fijar una nueva fecha, todavía a determinar.
Los pro Barrantes sostienen que no hay más de 300 mil dólares en juego y que él no aceptó un arreglo económico que le habría propuesto su ex unos días antes de que empezaran a circular en los programas de chimentos las acusaciones de ella. “Las pruebas del adulterio son los pañales”, desafían. Los pro Pampita, en cambio, juran que lo único que lo mueve al despechado ex esposo es el signo pesos y sospechan que “habilitó” información porque sabe que puede perder el juicio.
En medio de sus avatares sentimentales, el 16 de enero del 2005 Pampita y Barrantes celebraron sus respectivos cumpleaños (él los cumple el 13 y ella el 17). Rodeados de 500 invitados en el selecto Punta del Este Polo Club, la pareja bailaba a distancia prudencial. “No hubo sentimiento, fue pura demostración fría de imagen comercial. Nada auténtico, cero en amor y buen trato. Marketing y show”, descalificó ella después. Aquellas dos palabras finales, parecen teñir desde el primer hasta el último capítulo de la historia que todavía, y aunque les pese, escriben juntos.