Preferiría que lo llamaran el zar del petróleo o el rey de los olivares –algunos de sus otros negocios– antes que ser tratado como el enigmático empresario K que maneja el siempre sospechoso negocio del juego en el país. Por eso, desde hace dos largos años, se propuso cambiar su imagen. Cristóbal López repite desde entonces que se convirtió en millonario mucho antes de conocer a Néstor Kirchner, que jamás actuó como testaferro y que su grupo está suficientemente diversificado en energía, transporte, construcción, turismo y explotaciones agrarias como para no depender del poder político.
Ni siquiera del de Cristina Fernández. No muchos le creen por ahora, incluso en el renovado entorno “cristinista”. Pero él apuesta con todo a eternizar el modelo que lo hizo magnate.
Avanza como una topadora. Ahora no ve la hora de empezar a lucir su última adquisición. Su gran oportunidad de “blanquearse” públicamente. La red de estaciones de servicio que le compró a Petrobras por unos 100 millones de dólares en mayo del 2010 pasará a identificarse a lo largo del próximo año con los colores turquesa, celeste y amarillo de Oil Combustibles, su marca.
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