Los récords fueron hechos para ser batidos. ¿Esa lógica del deporte puede estar con los días contados? Esa es la especulación de un estudio francés publicado este mes cuya previsión más espantosa es la de que la capacidad de mejorar el desempeño de los atletas alcanzará su límite dentro de sesenta años. Lo que llevó a esa conclusión a los investigadores del Instituto de Investigación Biomédica y de Epidemiología del Deporte (Irmes), en París, fue el análisis estadístico de los 3.623 récords deportivos registrados entre la primera olimpíada de la era moderna, en 1896, y el año pasado. Batir los récords se tornó más difícil en las últimas cuatro décadas. Cuando un atleta consigue superar la marca anterior, la diferencia de desempeño acostumbra ser tan ínfima que su contraste solamente es posible debido a nuevos instrumentos de medición. En otras palabras, el cuerpo humano está próximo a alcanzar sus límites atléticos. Por los cálculos estadísticos, a partir del 2068 será prácticamente imposible que un atleta supere los récords establecidos en un 90% de las modalidades olímpicas. “Las leyes biológicas, basadas en la genética, impiden la superación infinita”, dijo a Veja el médico francés Jean-François Toussaint, coordinador de la investigación.
En descenso. Entre 1896 y 1968, los récords eran rotos con una creciente frecuencia, sólo interrumpida durante las dos guerras mundiales. Esto comenzó a declinar en la primera mitad de los años 70. Es sorprendente que eso ocurra en el período de mayor desarrollo de la ciencia deportiva, con la mejora en los entrenamientos, en la asistencia médica y en la alimentación de los atletas. La distancia entre una nueva marca y la anterior también cayó drásticamente. Hace tres décadas, un nadador podía esperar una reducción de veinte segundos en su tiempo de prueba con relación al poseedor del récord anterior. Hoy, la mejora de un poseedor de récord con respecto a otro está en el nivel de los décimos o centésimos de segundo. Una diferencia de ese orden es imperceptible al ojo humano. Un centésimo de segundo es treinta veces más rápido que un pestañear.
Basado en el actual ritmo de superación de las marcas deportivas, el equipo de Toussaint estimó el momento en el que los atletas no conseguirán más romper los récords establecidos en cada una de las modalidades. En 13% de ellas, eso tal vez ya haya ocurrido –en muchas, el récord actual fue establecido hace más de dos décadas–. Dentro de veinte años, la barrera del desempeño habrá alcanzado la mitad de los deportes olímpicos. En el 2068, el estancamiento habrá alcanzado a 90% de las modalidades. El estudio francés también intenta estipular el desempeño máximo posible en cada deporte. El mejor tiempo posible de una prueba de 100 metros llanos, de acuerdo con los cálculos, sería de 9,67 segundos, apenas siete centésimos de segundo debajo de la marca establecida por el actual poseedor del récord, el jamaiquino Asafa Powell. Según muchos médicos, la tentativa de romper ese récord exigiría un esfuerzo muscular tan intenso, que lo más probable sería el rompimiento de un tendón, lo que sacaría al atleta de la competición. El físico del corredor de 100 metros llanos necesita ser mantenido en un delicado equilibrio entre la máxima fuerza muscular y la máxima ligereza posible. Para correr más rápido, los atletas necesitarían desarrollar más masa muscular. Eso, en contrapartida, los tornaría más lentos, perjudicando el desempeño final.
Si las previsiones de los científicos franceses se confirman, en la segunda mitad del siglo XXI nuevos récords podrán solamente ser registrados si se adoptan criterios cada vez más sutiles. Las pruebas de velocidad tendrán que ser cronometradas en milésimos de segundo. Las competiciones de salto en altura o en distancia tendrán que considerar los milímetros –actualmente, sólo los centímetros son tenidos en cuenta–. Todas esas providencias, de cualquier forma, sólo permitirían que las marcas deportivas sean mejoradas en un margen de 0,05%.
Apuntar a la técnica. “En las pruebas más disputadas, el esfuerzo físico de los atletas ya está en su límite. Lo que queda por hacer, es perfeccionar la técnica, la ejecución de los movimientos y los métodos de entrenamiento”, dice el fisiólogo Turibio Leite de Barros, del Centro de Medicina de la Actividad Física y del Deporte de la Unifesp. En el ciclismo, por ejemplo, una nueva técnica permite aumentar la capacidad respiratoria del atleta. “Uno de los sectores en que más se ha avanzado es el de investigación sobre la respiración del nadador”, dijo Genadijus Sokolovas, director científico de la USA Swimming, la confederación norteamericana de natación. “Eso es esencial para dejarlo listo para disputar nuevamente luego de un desgaste de una prueba y permitirle entrenar más con menor riesgo de lesiones”, dijo Sokolovas. En natación y ciclismo, los avances en los equipamientos también pueden hacer la diferencia. Eso explica por qué en la natación los récords son batidos con mayor frecuencia que en el atletismo. Algunos ejemplos de esa convivencia del éxito entre la natación y la tecnología son las mallas que reproducen la textura de la piel del tiburón –capaces de reducir en un 10 % la resistencia del agua– y las llamadas piscinas rápidas. Proyectadas con rayas 37 centímetros más anchas y rejillas en los bordes, forman menos olas. Eso permite que el atleta nade con mayor velocidad. De cualquier manera, el futuro apunta hacia la escasez de nuevos recordistas. Lo más probable es que la emoción de la olimpíada se concentre en deportes colectivos, gimnasia olímpica, luchas y otras modalidades en que sencillamente no hay récords.