Aunque no viaje seguido a su Santa Cruz natal, se nota que Oscar Gómez Castañón es un hombre acostumbrado a los vientos del sur: llega desabrigado y con la camisa abierta y arremangada. Enseguida pide disculpas por una insignificante demora, con esa voz cálida y amable que se escucha hace casi veinte años en diferentes puntos del dial.
Conduce “La mañana del país”, un magazine que va de 9 a 13 por Radio Belgrano, “Sin estribos”, por el canal de cable TN, y “Hombres de campo”, por América. Se define como “un bicho de los medios”, una pasión que no pudo abandonar desde que entró a la redacción de un diario de Comodoro Rivadavia a los 16 años. “Me quedé loco –cuenta–. Empecé como corrector, luego escribí epígrafes y cubrí espectáculos y policiales. Cubrí un accidente fatal de un barco petrolero, una noche que no olvido más, y me di cuenta de que ya no podría dejar esto”. La Patagonia, dice, lo marcó para siempre: “Son lugares muy chicos, fríos, solitarios, recuerdo tíos que pasaban semanas sin hablar con nadie. Si tuvieran acceso a la gran cultura saldrían filósofos, porque están muy ensimismados. Todo eso te hace desconfiado, huraño. Te cuesta abrirte, demostrar los afectos. Buenos Aires era muy diferente. Me llamaba la atención que nadie saludara, ni en un ascensor. Y todavía me pasa, en un restaurante, que miro a alguna persona y me pregunto cómo será su vida, si tendrá hijos, si estará contento… porque cuando se vaya no lo voy a ver más. Y aún me sorprende la agresividad de la calle: acá se putean y siguen de largo. Y en los pueblos, si puteás tenés que hacerte cargo.
Noticias: ¿Cómo un ermitaño se transformó en comunicador?
Gómez Castañón: Es que todo tipo huraño intenta salirse de eso. Les pasa a muchos actores, que son muy tímidos. De chico estaba solo frente a la casa en Santa Cruz, en la zona del río Pintura, decía algo y como la montaña estaba lejos el eco tardaba bastante, lo que me permitía hacer frases cortitas antes de que vuelvan. Entonces empezaba a jugar, a contar cosas. Así te hacés observador de los bichos salvajes, los guanacos, los zorros, y te das cuenta de que hay un mundo extraordinario.
Noticias: ¿De allí surgió su pasión por los caballos?
Gómez Castañón: Mi primera sensación de inmortalidad fue cuando me subí a un caballo y vi esa tremenda masa de músculos. Una sensación indescriptible. Me gusta verlos nacer, crecer, la relación del padrillo con su manada.
Oscar está casado con Silvia y tiene tres hijos, Joaquín (22), Federico (21) y Martín (19), a los que dejó un legado del que se siente orgulloso: “Están muy metidos en la actualidad, en el mundo, en la vida, y podemos hablar de Evo Morales, de Bush, de Irak. Es interesante que esas cosas convivan con otras propias de la juventud”.
Noticias: Usted es quinta generación de patagónicos, ¿alguno de sus hijos nació en el Sur?
Gómez Castañón: No. Nacieron acá. Un día el más grande, como vocero, me dijo que yo había estado mal en no llevarlo a nacer a la Patagonia. Y me sorprendió. Ser del interior te da un gran sentido de pertenencia.
La pasión por el campo lo llevó a comprar una chacra en la zona de 25 de Mayo, “para ir los fines de semana, tener un lote de caballos y ver cómo nacen los potrillos”. Ahora está por mudarse a otra en las cercanías de Miramar, cerca de la costa y del campo. Aunque no ejerce actividades agrícolas ni ganaderas, “el Cholo” se siente involucrado en el conflicto que enfrenta al campo con el gobierno: “Todo empezó con un error político –afirma–: subir un impuesto a nivel confiscatorio. Y los productores se rebelaron y surgieron temas postergados: la carne, el trigo, la exportación. Un bolonqui tremendo. Y el gobierno, en vez de cortar esa sangría, dobló la apuesta. Un dolor de garganta se transformó en una operación a corazón abierto. Al gobierno no le hace bien D’Elía, y al campo no le hace bien que De Angeli emplace a la señora Presidenta a que solucione las cosas en 24 horas.
Noticias: Ninguna de las dos partes tiene la razón absoluta.
Gómez Castañón: La razón inicial era del campo, pero había que sentarse a discutir. Y hoy el clima de negocios está raro, la gente va a comprar dólares, todo eso se tiene que cortar. Hay fogoneros como D’Elía que le hacen muy mal al gobierno, y del otro lado hay una organización nueva, diversa: una pequeña cantidad de ganaderos poderosos, mucho mediano productor, mucho chico. No está bueno lo que pasa.
Noticias: ¿No existe la oligarquía de la que habla el Gobierno?
Gómez Castañón: Son pocos. Además, mucha oligarquía es gente de las finanzas, de las industrias, por no decir de los gremialistas y los políticos. Y el productor chiquito, con esa retención, de 100 dólares que producía de soja le quedaban 6 o 7. Si hay un commodity que vale mucho, y con esa retención podés hacer más igualitario el reparto para una sociedad, me parece bien. Pero hay que mantenerlo en un punto en el que el trabajo del hombre de campo también sirva. Porque en las épocas buenas hay que usar la ganancia para comprar un tractor, ponerse al día con el banco, pagar la veterinaria, por si vienen los tiempos malos. Tengamos cuidado, porque el dinero que aportan ya es mucho.
Noticias:¿Cambió la imagen positiva que tenía sobre los Kirchner al comienzo de su gestión?
Gómez Castañón: Muchas cosas me gustan de Kirchner. Sentí que por primera vez un Presidente se ocupaba de los que no tenían nada. En Derechos Humanos también se avanzó. Lo que no entiendo de Kirchner es cómo terminó creando una reacción en la sociedad por cosas menores, como no dar una conferencia de prensa. Creo que es un error de la Presidenta plantear que hay dos países: los blancos y los negros, los ricos y los pobres, los golpistas y los democráticos… El país no está para divisiones. No podés tener a un tipo como D’Elía, que dijo: “Odio a los rubios, te odio Fernando Peña”. Y la oposición se cuelga del campo para ver si saca un puntito más en las encuestas.
Noticias: ¿Qué papel está jugando el periodismo en el conflicto?
Gómez Castañón: Los periodistas no deberían ser mercaderes de la noticia y ver quién pone el mejor título. Alguien que tiene el poder de informar forma parte del sistema y tiene el deber de crear una mejor democracia. Y no hay que tensar la cuerda para que todo se pudra. Además, el que está mirando al principio se entretiene, pero después se amarga.