Para un peronista, no hay nada peor que otro peronista que milita en una facción que no es la suya. Tan intenso es el odio que suelen sentir los muchachos por quienes no les son leales hasta la muerte o que, lo que a algunos les parece peor aún, albergan ideas que a su entender son heréticas, que a menudo han resuelto sus peleas internas a balazos, una modalidad que hace treinta años desembocó en una guerra sucia civil, pero por fortuna parecería que los tiempos han cambiado y que en adelante se conformarán con métodos un tanto menos contundentes. En efecto, los peronistas “disidentes”, es decir, los que son visceralmente contrarios a la hegemonía para ellos insoportable del matrimonio Kirchner, que se reunieron hace una semana en el lugar puntano de Potrero de los Funes, se han propuesto un objetivo que es tan modesto como democrático: ayudar a la oposición fragmentada a privar a Cristina de los votos que necesitará para ahorrarse el trámite riesgoso que le supondría el ballottage. Aunque saben muy bien que tal y como están las cosas ellos mismos no están en condiciones de derrotarla, confían en que su propio candidato –podría ser el ex gobernador misionero Ramón Puerta, el único ex presidente del país que se considera electoralmente presentable– consiga hasta el 20 por ciento de los votos, los que agregados a los coleccionados por Roberto Lavagna, Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, además del enjambre habitual de izquierdistas testimoniales que se postularán, deberían de ser suficientes como para ponerla en apuros. ¿Y entonces? Festejarían como locos incluso si un gorila impenitente lograra hacer tropezar a la compañera descarriada en la segunda vuelta.
Por lo pronto, los cálculos de los peronistas que se han rebelado contra la pareja gobernante parecen optimistas, ya que según todas las encuestas Cristina arrasará en octubre y a cualquier rival peronista vinculado con los caudillos de antes le costaría sumar el cinco por ciento de los sufragios, pero si a causa del frío, la inflación y el olor a corrupción que está emitiendo el Gobierno los próximos tres meses y medio resultan ser tan difíciles como muchos prevén, Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá y Puerta, los integrantes del flamante “Comando Superior Peronista” que se estrenó en San Luis ante la mirada benigna de emblemáticos como Ramón Saadi, tendrían una buena posibilidad de desquitarse por los muchos insultos que Kirchner les ha propinado en sus esfuerzos por diferenciarse del peronismo tradicional.
Puede que a Kirchner le haya encantado el espectáculo que fue brindado por la reaparición conjunta de los dinosaurios políticos que según él contribuyeron a hacer del país “un infierno” del que, merced a él, “estamos saliendo”, pero no le convendría subestimarlos. Pese a la cantidad de desastres inverosímiles que ha protagonizado el viejo peronismo, se ha levantado de la tumba tantas veces que sería aventurado declararlo irremediablemente muerto. Después de todo, en el interior del país y también en el conurbano bonaerense aún se encuentran muchos nostálgicos que por motivos que tienen muy poco que ver con sus eventuales preferencias ideológicas no se resignan a que sea permanente la mutación más reciente del movimiento de sus amores en una especie de frente supuestamente progresista que en verdad no es muy distinto de la tan criticada Alianza ya que si bien su retórica es izquierdista, las políticas que aplica son bastante conservadoras.
Además de estar hartos de estar entre los blancos de las diatribas de Kirchner, los “disidentes” creen que la estrategia oficial basada en condenar todo lo hecho en los años noventa y reivindicar, aunque sea indirectamente, el terrorismo de los setenta, no presagia nada bueno. A Menem en especial le molesta sobremanera el contraste entre el Kirchner actual y el gobernador de Santa Cruz que, como no se cansa de recordarnos, afirmaba que era el mejor presidente de la historia del país y estuvo a favor de la privatización de YPF. De forma un tanto tardía, sin duda por entender que nadie le hubiera tomado en serio cuando la ciudadanía, encandilada por el crecimiento “chino” y convencida de que continuaría muchos años más, aceptaba que el colapso calamitoso del 2001 y 2002 fue la consecuencia inevitable de las reformas que se efectuaron en la década anterior, el riojano ha comenzado a defender su gestión, señalando que lo hecho en la década de los noventa dista de ser tan desastroso que dice Kirchner. Por lo demás, a la luz de las dificultades que están surgiendo, ya puede darse el lujo de vaticinar que al “modelo productivo” podría aguardarle un destino tan triste como el experimentado por el basado en la convertibilidad. Según Menem, “nos va a llevar a un estallido social más temprano que tarde, y por eso el presidente se quiere ir y deja a su esposa”.
Por ser tan heterodoxo el procedimiento elegido por Néstor Kirchner para que su esposa sea la candidata presidencial de un gobierno que se supone es peronista, los rebeldes esperan poder hostigarlo en los tribunales acusándolo de violar las normas que en teoría deberían acatar todos los partidos o agrupaciones afines. Como les es característico, los kirchneristas, con el propósito de intimidar a los tentados a llevar el asunto a la Justicia, enseguida amenazaron con pedir el juicio político para cualquier juez puntano que se animara a ratificar la legitimidad del congreso informal y autoconvocado que se celebró en su provincia. Según ellos, el único congreso partidario válido será el que tendrá lugar el 8 de agosto en que, huelga decirlo, la candidatura de Cristina será aprobada por aclamación y los asistentes procurarán congraciarse con ella pronunciando los discursos empalagosos que son rutinarios en tales ocasiones.
Desde luego que no hay modo de determinar cuál de los dos congresos será el más legítimo ya que la opinión de quienes deberían fallar sobre el asunto dependerá por completo de su propia militancia política. Así, pues, una vez más habrá por lo menos dos candidatos peronistas que, si bien representan alternativas incompatibles, en base a la versión informal de la ley de lemas que funciona aquí servirán para extender el predominio de un movimiento que en buena lógica ya debería haberse dividido formal y jurídicamente en media docena de pedazos con muy poco en común salvo el desprecio que sienten sus respectivos caciques por toda regla que pudiera molestarlo. Aunque en la actualidad el peronismo otrora “monolítico” y “verticalista” no es más que una aglomeración caótica de movimiento chicos que se hallan desparramados por todo el espectro ideológico, los compañeros descubrieron hace tiempo que una situación que resultaría fatal para un partido moderno normal puede serles sumamente ventajosa ya que pueden trasladarse de una facción a otra en busca de los votos precisos para permitirles seguir disfrutando de los privilegios que suelen deparar las actividades políticas.
Con todo, conscientes de que el peronismo ya no ejerce la atracción magnética de otros tiempos, tanto los kirchneristas como sus enemigos declarados están alejándose poco a poco del movimiento cuyos sucesivos avatares han marcado a fuego la historia del país desde hace más de sesenta años, lapso en el que la Argentina dejó de ser uno de los países más prósperos y más promisorios de la Tierra para convertirse en el fracaso colectivo más llamativo de la segunda mitad del siglo XX. Lo mismo que Carlos Menem en su momento, Kirchner quisiera que el vehículo que ha improvisado, en su caso el Frente para la Victoria que ha construido de piezas sueltas tomadas no sólo del PJ sino también de una variedad de partidos fracasados, sea el núcleo de un movimiento nuevo al que el peronismo aporte militantes y votos. Por su parte, los antikirchneristas sueñan con ver surgir a candidatos que, sin ser peronistas cabales, en términos generales comparten sus puntos de vista. Creen que Mauricio Macri y Daniel Scioli son en el fondo más peronistas, si es que dicho membrete aún tiene un significado inteligible, de lo que son los Kirchner y nada les complacería más que poder encolumnarse tras uno de ellos en una campaña presidencial, pero a menos que la situación cambie mucho en las semanas próximas tendrán que limitarse a apostar a que uno e los suyos, trátese de Puerta o, si no opta por borrarse, Menem, ayude por lo menos a aguarle la fiesta a Cristina aun cuando de resultas de tal hazaña el PJ se viera marginado del poder.