Hiela, pero son las vacaciones de invierno. Eso explica por qué –así la avenida Corrientes esté tan fría como la plaza de Petrogrado– se llena de hadas en medibacha rosa, cabezudos siniestros con cara de Pato Donald o Bob Esponja, zancudos. Y todos repartiendo volantes de lo que sale como pan caliente: el espectáculo infantil. No nos toparemos, sin embargo, con un solo volantero que promocione el espectáculo de Adriana, “Fiesta de disfraces”. No los tiene, ni los necesita. Desde hace once años, sin televisión y en los comienzos nada más que con una guitarra, un burbujero y un himno batracio (“El Sapo Pepe”), Adriana llenaba teatros. Como antes –cuando enfervorizaba a los gurrumines del jardín de infantes Amapola cantándoles canciones que ellos querían seguir cantando en sus casas– y como ahora, que sigue saturando el Teatro Astral de enchupetados (dos funciones por día, 1.300 butacas la función). Adriana Szusterman despliega una increíble empatía con los bajitos y un no menos asombroso talento para los negocios. En los diez años que van de su primer intento musical a hoy, ha pasado de ser una simple maestra jardinera con guitarra a una verdadera “corporación unipersonal”. Es dueña de su propia productora (Para chicos producciones), vende desde entradas hasta discos (lleva editados 8), pasando por libros (ya publicó 6), videos, mochilas, peluches, pañales, biberones, álbumes de figuritas y todo aquello que pueda desear un niñito. Ahora está comenzando a soñar con una película.
Adriana luce una sonrisa que es complicadísimo hacer desaparecer. Como una mancha de tuco de las bravas. No es para menos: su espectáculo fue declarado “de interés cultural” por la Cámara de Diputados de la Nación, trabaja a teatro lleno, sus acciones solidarias certifican su papel de abanderada de los bajitos, el Sapo Pepe no se cansa de facturar (la reconocida compañía Character Mix la contactó en el 2004 por las licencias para seguir adelante con la floreciente industria batracia), y además es ama y señora del complicadísimo público “menudo”. ¿Su target? Niños desde 1 a 6 años.
Noticias: ¿Cuándo comenzó el “fenómeno Adriana”?
Adriana Szusterman: Hace quince años, en el jardín Amapola, Como las maestras sacamos recursos de donde sea, yo tocaba la guitarra y la flauta y cantaba. A pedido de los papás comencé a grabar las canciones, y como desde chiquita fui muy, pero muy perseverante, le contaba a cada papá el proyecto de hacer un CD. Hasta que me topé con uno, que tenía un amigo en una discográfica. Así surgió Amapola I, II y III. Llegamos a ser disco de oro, 200.000 discos vendidos, una locura.
Noticias: ¿Esas canciones eran suyas?
Szusterman: No. Recién para el tercer disco me largué a escribir. Antes compilaba todo lo que se escuchaba en los jardines. Había cosas de Ruidos y ruiditos, Xuxa, Gaby Fofó y Miliki, cosas así. Pero quería versionarlos a mi manera, porque la música para niños no tiene por qué sonar a cajita de música. Un niño puede escuchar un saxo, una guitarra o una batería.
Noticias: ¿Y cómo llegó al teatro?
Szusterman: Es que yo siempre “jugué a”. Jugué a la maestra, juego a la cantante. Siento, como dice una de mis canciones “que la vida es un juego y vale la pena jugar por jugar”. Estudié comedia musical con Ricky Pashkus, teatro con Héctor Presas, de todo. Tengo una formación artística, además de la pedagógica.
Noticias: ¿Sus hijos trabajan con usted?
Szusterman: Sólo Julieta, que estudió comedia musical y es la coreógrafa. Además, canta una canción junto a mi papá en el espectáculo. Martín, de 14, hasta hace algunos años también participaba, ya no. ¡Hoy solo quiere jugar al fútbol! Pero está bien, porque esto es un trabajo y hay que estar. Hay muchos ensayos, viajes, de todo. A “Fiesta de disfraces”, vinieron 80.000 personas.
Noticias: Los chicos son extenuantes, ¿no se cansa?
Szusterman: ¡Sí me canso! Pero de la movida, los nenes no me cansan ni ahí. Esto me apasiona y hasta tengo dos club de fans en Facebook.
Noticias: Digamos que lo suyo es una especie de Adriana Inc.
Szusterman: (se ríe). Todo era más chiquito, comenzamos tres personas, incluyendo una vecina con un burbujero, y la vida nos fue llevando a algo más grande, ahora somos veinte. Comencé en el Paseo La Plaza, me compraron la idea de un espectáculo. Cuando pisé por primera vez el escenario, me di cuenta de que era donde había querido estar siempre. Y por eso mi marido, que hasta entonces era comerciante, ahora es mi productor.
Noticias: ¿Es verdad que no puede cantar más aquello de “Salta, salta”?
Szusterman: Sí, es verdad. Hace dos años que no puedo cantar la canción del Sapo Pepe. La autora, Analía Mabel García, me lo prohibió. Jamás dije que fuera yo la autora de la canción. Ella no la había registrado, pero cuando yo hice famoso el tema apareció, me lo prohibió y puso a sus tres hijas en el teatro de acá a tres cuadras a cantar con “El sapo Pepe”.
Noticias: Pero el sapo “verdadero” es el suyo. ¿O no?
Szusterman: Si, es así. Y está mudo desde hace dos años, cuando diez minutos antes del show aparecieron abogados, escribanos y funcionarios de SADAIC. ¿Qué querían? Armar una cosa mediática en la que no quise ni me quiero enganchar. Me llamaron todos los medios y me dije: “Yo nunca necesité a la tele. ¿y ahora voy a estar con esto?”. Y no, no estuve. Ella sí salió, diciendo cuánto le importaban los chicos. Fue muy, muy shockeante tener que desarmar el espectáculo diez minutos antes de salir.
Noticias: ¿Y los chicos vienen igual, aunque el sapo esté “amordazado”?
Szusterman: Claro, yo me dije “esto va a sacar lo mejor de mí, porque ese no es mi idioma”. Así que me puse a escribir y compuse una canción que les encanta. Y el personaje es mío y lo creé yo. Ojo, el sapo igual está. Pero tengo prohibido cantar la canción. El diseño es mío, lo mandé a hacer con diseñadores de Disney. ¡Es un laburo de años! Los chicos no lo extrañan, porque está arriba del escenario y baila. La Justicia se ocupa de eso, y yo me ocupo de lo que mejor sé hacer, cantar. Yo creo en el poder del amor.