Alto, delgado, ojos celestes como su jean y la tijera de podar en la mano, François Lurton se recorta nítido sobre un fondo de cordillera. “Es difícil podar, sobre todo las vides viejas: la madera ofrece mucha resistencia. Usamos la sierra, pero hay hasta concursos de poda”, explica este francés de Burdeos, cuarta generación de productores vitivinícolas. Su abuelo, por caso, se inició en 1892, su padre y su tío idearon técnicas y sistemas de vinificación y él elabora 70 vinos diferentes procedentes del Languedoc y Burdeos, de España, Chile, Portugal y de sus fincas mendocinas “Chacayes”, en el Alto Valle del Uco y “Barrancas”, en Maipú.
“Este clima continental es muy diferente del de Burdeos, húmedo y cercano al mar. El cambio de temperatura de la noche al día aquí permite la evolución de los ácidos de la uva bastante rápido, y cosechar uvas de alta calidad. Eso es lo interesante, no trabajamos igual en todas partes”, agrega Lurton. Las cinco generaciones de arquitectos de la familia materna construyeron numerosos chateaux vitivinícolas en Francia. Su padre, André Lurton, es dueño de siete. En Chateaux Bonnet, el más grande de la región de Burdeos, se criaron François y seis hermanos. Su bisabuelo y su abuelo adquirieron propiedades baratas entre las dos Guerras, pero sortearon adversidades: “En los ’60 los viñedos no rendían, la vida era muy difícil. Vendieron todos los muebles para preservar el castillo. Mi padre plantaba choclo y creó una máquina para hacer pop corn, los hijos ayudábamos a envasarlo. Así pagué mi primera bicicleta. Los vinos repuntaron, en los ’70 plantó mucho y con el boom de los ’80 hizo la fortuna”.
Noticias: Con ese traspaso de conocimientos y su propia experiencia, ¿el vino aún tiene secretos?
François Lurton: No pienso que haya un secreto, excepto capacidad de innovar, crear, amor a la tierra. Aprendimos una manera de trabajar y un estilo en función del cual, y teniendo en cuenta el gusto del consumidor, se hacen las cosas. Con mi hermano Jacques somos mentalmente más abiertos y quisimos crear vinos diferentes. En 1988 abrimos una consultora para asesorar sobre crianza, vinificación y marketing, luego compramos tierras. Desde 2007 soy el único accionista y Jacques se dedica a sus emprendimientos en Australia.
Noticias: Era un hombre de números: se ocupaba de Administración, Comercialización, Marketing. ¿Qué área lo satisface más?
Lurton: Si mi empresa es un éxito es porque puedo participar en cualquier área. Soy capaz de hacer la poda, intervenir en la vinificación, catar y charlar con un banquero. Hay que saber decirle a la gente cómo hacer las cosas. Mi hermano es más técnico, pero pasé mi vida en los viñedos. Todos los veranos plantaba, hacía la vendimia, pasábamos la noche dentro de la bodega. Nos dio la comprensión y el amor por esta actividad.
Lurton guía por la sala de barricas –todas en roble seleccionado de bosques franceses–, que mantiene entre los 15 y 17 grados. Guarda 80 botellas del año en que se inició la bodega, 1992. En las bodegas de crianza, en Burdeos, apila botellas de más de cien años: “Somos los primeros en la Argentina en hacer la fermentación dentro de las barricas de 400 litros, las comunes son de 200. El contacto con la madera da más taninos al vino, y por ende más color y concentración”.
Noticias: ¿Cómo es André, el patriarca?
Lurton: (ríe fuerte) Buena pregunta, tiene 84 años y sigue manejando sus viñedos y propiedades. Es muy fuerte, estudió enología, peleó en la Segunda Guerra y en la post-guerra se hizo duro, cerrado. Es un hombre de la tierra, la relación con él es difícil y si bien como hijo mayor soy el responsable de mantener la tradición del apellido y la casa principal, con Jacques desarrollamos nuestros propios proyectos. Mi padre fue un sindicalista muy fuerte, presidió asociaciones de bodegueros y creó denominaciones de origen controladas, algo muy complicado. Con este terruño teníamos dudas, le pedimos su impresión y tras visitarlo dijo: “¡Hay que comprar más!”. Buscamos un financista, pero lo rechazó: “Esta es una inversión de familia”, argumentó, y nos dio el dinero como anticipo de la sucesión.
François se inició como responsable regional de ventas para Moët & Chandon, luego se hizo cargo de la dirección comercial y marketing de los viñedos familiares. Recorrió mundo y creó una red de distribuidores: en 10 años cuadruplicó el volumen de negocios. En los ’80 advirtió que había que satisfacer a nuevos consumidores y crear vinos más fáciles de tomar, afrutados, redondos. “Si tenemos propiedades en varios lugares de Francia, podemos controlar la distribución, así que en lugar de invertir en castillos en Burdeos y hacer vinos similares, decidí elaborar diferentes vinos de nominaciones como Langedoc, Loire, Provance, Borgoña, crear un portafolio de ofertas diferentes. Mi padre empezó a vender su vino directamente, fue una revolución. Yo desarrollé su idea en los ’80 y creé la red de distribuidores”.
Noticias: ¿Las modas pueden condenar a un vino?
Lurton: Hay un sector donde la moda es importante, pero otros vinos pasan todas las modas. Al inicio con Jacques hicimos vinos que estaban de moda, para venderlos fácilmente y hacer plata. Ahora planté viñas en un pueblo de Chile y voy a desarrollar un gusto que se puede hacer solamente allí. En la Argentina hay un potencial especial para el Malbec, pero yo encontré un lugar donde se hace un tipo de vino blanco con un gusto distintivo. El Languedoc no ha pasado de moda para los vinos del terroir, lo que está demodé es hacer varietales simples para competir con vinos del Nuevo Mundo.
Noticias: En los ’90 asesoró a Catena Zapata, a Escorihuela. ¿Estaban en plena reconversión, del vino barato a producir buenos vinos?
Lurton: Propusimos cosas que los argentinos entendieron tres o cuatro años después. Con Paul Achobbs, el enólogo americano, tratamos de convencer a Nicolás (Catena Zapata) de que elaborara Malbec, pero hizo la primera inversión en el ’95 o ’96. Chile tiene grandes dificultades para desarrollar vinos de alta gama, porque no tienen nada de especial, hacen muy buenos vinos que son copias de otros. Aquí tenemos un estilo particular, el Malbec argentino está muy de moda en Estados Unidos, hay una demanda real en todo el mundo.
Activo, preciso e impaciente bajo su aparente calma, François encuentra sosiego pescando truchas y cazando jabalíes. Aficionado a los barcos a vela, compitió en el Tour del Atlántico y en el del Mediterráneo. Casado, padre de tres hijos, aprendió de su madre a cocinar (“Todos me piden el beauf bourgignon, mi especialidad”) y en materia de vinos, prefiere los blancos del Friuli. Tal vez por eso en el ’92, cuando invirtió en España –país con larga tradición en tintos– decidió elaborar blanco. “Nacimos en Entre deux Mers, la región de blancos secos de Burdeos, y aprendimos a hacer el Sauvignon, la variedad típica. Tenemos una reputación como productores de blancos. Aquí me interesaron las variedades Tocay, Pinot Gris y Bonarda, que vienen de Italia”.
Noticias: En el Alto Valle del Uco nadie antes había plantado vides, ¿cómo fue esa experiencia de pioneros?
Lurton: Hicimos varias pruebas y nos arriesgamos a plantar a 1.100 metros de altura. Debutamos con el Gran Lurton 1996, el primer vino argentino que ganó una medalla de oro en la exposición Wine Challenge en Londres. Fuimos de los primeros en exportar vinos jóvenes, los argentinos por tradición esperaban los vinos embotellados más tiempo, con más oxidación, que no era el gusto de Inglaterra, Suecia, Estados Unidos. En la finca de Maipú produjimos varietales. Me gusta hacer vinos de cada día, sin complejidad, no sólo los de alta gama.
Noticias: El “terroir”, concepto central en un buen vino, ¿incluye suelo y clima o también una modalidad local de hacer las cosas?
Lurton: Un “terroir” es un lugar, un clima y la gente que lo desarrolla. La idea nunca fue reproducir lo que podemos hacer en Burdeos, sino desarrollar gustos diferentes. La levadura puede aportar un gusto similar, pero en cada país se desarrolla una calidad diferente de uva.
Noticias: ¿La debacle del 2001 los hizo tambalear?
Lurton: Varias empresas francesas siguieron a Menem, invirtieron y quedaron atrapadas. Para nosotros la devaluación fue una suerte, porque en el mercado exterior no hay inflación y los precios se mantienen. Si queremos vender en Estados Unidos hay que cobrar por debajo de 10 dólares. Y aquí los costos de producción eran más altos que en Francia: había que venderlos más caros que en Burdeos. Sin mercado local, pensamos en vender todo e irnos, pero la devaluación nos permitió desarrollar vinos baratos y con una buena imagen. El problema es que hoy con la inflación estamos al mismo nivel de costos que en el 2000, y nada indica que vaya a bajar.
Noticias: ¿El cambio climático está alterando las características de los viñedos?
Lurton: Mi hermano y (el enólogo) Michel Rolland dieron una conferencia sobre eso en Barcelona. Yo no estoy seguro de que haya un cambio drástico, excepto que cosechamos mucho más tarde y elaboramos vinos con más alcohol y menos acidez.
Noticias: ¿Qué cara hubiera puesto su padre si a los 18 años hubiese querido ser actor, médico o biólogo marino?
Lurton: Uhh, no sé. Yo quedé atrapado en la actividad familiar, a mis hijos no los voy a influir. Mi idea era ser piloto de avión, pero me fui a estudiar Finanzas y luego entré en el mundo del vino.
Noticias: ¿Con qué asocia el vino, además de buenos negocios?
Lurton: El vino es una manera de vivir, cada país tiene una manera de trabajar, así como los ingleses hacen un tipo de auto y los japoneses otro. También lo comparo con el bife: es distinto el argentino del bife de kobe japonés o del francés, aromático pero más duro. El vino argentino es suave como su carne; el éxito del Malbec está en su suavidad, su redondez. No hay tanta competencia, finalmente: no son la misma oferta, no van al mismo consumidor.