El silencio que reinaba durante cada función recordaba al de los feligreses que asisten en comunión a una ceremonia religiosa. A diferencia del ruido de toses, celulares, papeles de caramelos y murmullos que invaden cualquier representación porteña, los rafaelinos colmaron las distintas salas y espacios de su Festival anual, de manera respetuosa y atenta. Quizás la pasión por el teatro está estrechamente vinculada a las colectividades italianas que dieron origen, en 1881, a una ciudad agropecuaria e industrial –actualmente tiene casi 100.000 habitantes–, ubicada en el centro de la provincia de Santa Fe.
La quinta edición de este encuentro federal, desarrollada entre el 2 y 6 de septiembre pasados, y organizada por la Intendencia local –en colaboración con el Instituto Nacional de Teatro y el gobierno provincial–, presentó una variada oferta programada por Marcelo Allasino (ver recuadro). Un total de 19 espectáculos, provenientes de todo el país, ofrecieron drama, comedia, danza y experimentación escénica, junto a musicales e infantiles (género habitualmente ignorado, cuyas actuaciones, en una decisión digna de imitar, abarcaron barrios carenciados), y se estrenaron tres producciones locales, que seguirán en cartel tras el evento.
Estas ultimas son gratas sorpresas: “Hube amado”, interesantísima comedia dramática de ritmo cinematográfico y estructura un tanto caótica, cuyos ejes son el amor, la soledad y el paso inexorable del tiempo, es la primera, promisoria puesta del notable actor Gustavo Mondino, que recrea el clima onírico de los films de Buñuel, donde se destaca la figura de María Eugenia Meyer. También “Atacar” establece el debut del grupo En Alaska, y aborda un texto críptico (algo extenso) que devela la relación inquietante de un terapeuta y su paciente. Con dos trabajos actorales meritorios, en especial Iván Tritten, y una muy buena labor de su director y dramaturgo, Santiago Alassia, resulta una verdadera revelación. En tanto, el infantil “Viva el canguro”, gracias a tres hábiles titiriteros pertenecientes al conjunto “Los hijos del pepenador”, logra desplegar una pequeña anécdota de moraleja instructiva y eficaz impacto.
Finalmente, entre las muchas actividades paralelas, la más relevante fue, lejos, la triple muestra del fotógrafo nativo Adolfo Previderé (1945), con magnificas instantáneas de actores y obras, registradas en Rafaela desde su juventud y que al recorrer 40 años de trayectoria, constituyen un testimonio histórico insoslayable.
Nos animamos a sugerir, para próximas ediciones, duplicar las funciones de cada elenco –incluso una necesaria simultaneidad horaria–, así como renovar y extender los siempre bienvenidos seminarios de perfeccionamiento. Este festival en franco ascenso manifiesta que Rafaela ya es un fecundo rincón teatral del país.