Cristina Fernández le echó en cara a Amado Boudou el haberla dejado sola ante la corrida hacia el dólar. La recriminación revelaba un gesto de impotencia personal ante una crisis anunciada, pero a alguien había que culpar del sismo cambiario: “¿No era que todo se iba a calmar con el triunfo electoral?”, pasó su factura la Presidenta. La enfureció quedar expuesta a la desconfianza de un mercado que ya parecía descartar algún tipo de devaluación en su segundo mandato. Se dio cuenta de que el “dólar electoral” ya no juntaba votos.
El ministro castigado, finalmente, no pudo subirse al Tango 01 que trasladó a la Presidenta a París ni al jet privado que la depositó en Cannes para la reunión del G-20. A él le encantan los escenarios internacionales.