El juicio sonó apocalíptico: “Hizo la gran Galtieri; aquel invadió las Malvinas, este va por el botín de Clarín”. Quiso decir que Néstor Kirchner no sólo pretende dañar al “enemigo” sino ir por el “negocio” en compañía de amigos y simpatizantes. Y además, jugarse al todo o nada, con la esperanza de que el resultado para él fuera mejor que para el ex dictador. El legislador del Frente para la Victoria que lo pronunció, patagónico él, sonreía con su propia exageración sobre el último exabrupto del ex presidente, últimamente bastante envenenado. Pero sostenía, en serio, la teoría del “golpe populista” como una histórica maña politiquera para recuperar el poder perdido. Curioso que la recordara en medio de una sórdida pelea de intereses por la televisación del fútbol.
El “carpetazo”. Vale todo. Desde la amenaza a la extorsión. Kirchner, que manda a pinchar teléfonos y a vigilar los movimientos de Héctor Magnetto. Su ladero 24 x 24, Héctor Icazuriaga, jefe de la SIDE, que tiene desde hace un tiempo una carpeta a mano con todos los antecedentes societarios del inefable Grondona. De las innumerables sociedades en las que se hallan vinculados familiares directos, indirectos y amigos y sus respectivas presentaciones impositivas, algunos presuntamente testaferros. Incluidos los curiosos antecedentes de la venta de la empresa de marketing deportivo y comercializadora de la Selección, Puntogol, a Santa Mónica Advances, supervisada en el 2007 por Grondona en persona. Pese a que el español Jesús Samper, su titular, es más que un amigo, un hermano, para Grondona, y aunque haya sido procesado por sobreprecios luego de su paso por otra empresa similar, Inmark. Grondona captó el mensaje lanzado por Kirchner para “convencerlo” y entendió que se venía el “carpetazo”: no hay otro modo de explicar su brutal viraje. ¿Los métodos de convencimiento? Los habituales: causas dormidas que se podrían reactivar. Hugo Moyano fue explícito con él…
El líder de Clarín hace también lo suyo desde sus medios. Pero le agrega hoy un toque inquietante, al menos para los Kirchner, acostumbrados a las sombras: hace tres semanas que recibe puntualmente en el living de su piso de Recoleta a lo más granado de la dirigencia opositora poskirchnerista.