Quién no disfrutó alguna vez de las aventuras del pato más famoso y terco del mundo? Lo que pocos saben es que el recreador de Donald durante 25 años fue Santiago Scalabroni Cevallos, un cordobés nacido en La Cumbre. A los 3 años comenzó a dibujar y a los 19 viajó a Buenos Aires estudió en la Escuela Panamericana de Arte, conoció a los historietistas Ángel Borisoff, Pablo Pereyra y al enorme Alberto Breccia, con quien estrechó vínculos.
Ingresó a la editorial de Manuel García Ferré, previo paso por la Editorial Mazzone. “García estaba necesitado de dibujantes y me puso en la revista “Larguirucho”. Hacía las tapas, las historias, pulía los personajes. Le dije que me iba a España, García se largó a llorar: ‘Usted es de los que se van y no van a volver’. No, en dos años estoy de vuelta, le dije. ‘No, no vuelve más’. Y ya son 33 años afuera”, comenta con tonada italiana y mirada serena, en su casa materna de La Cumbre, este incansable contador de anécdotas.
Como cualquier joven dibujante, quiso estudiar en Estados Unidos con Burne Hogarth, inventor de Tarzán. Sin embargo, rápidamente encontró trabajo en Madrid: “Me tomó Editorial Bruguera. Hacía al botones Sacarino, un famoso personaje de un cómic español”.
Noticias: ¿Cómo llega a contactarse con Disney?
Scalabroni: En España había agencias intermediarias que buscan material de los EE.UU., de Alemania, de Dinamarca. Y empecé haciendo Los Picapiedras. Se corta eso y me dicen: “Lo único que queda es Disney”. No lo quería hacer, era mucha exigencia, pero hice un esfuerzo.
Desde 1977 hasta 2002 realizó unas 2000 páginas para una agencia dinamarquesa que trabajaba para Walt y Roy Disney. “Dinamarca decía ‘me gusta’ o ‘no me gusta’ el dibujo. No te decían cómo debía ser el personaje, sólo te daban los guiones”.
Noticias: ¿Y no dibujó a Mickey?
Scalabroni: Disney me ofreció ir a Grecia y armar un equipo. Y mi señora, que es griega, hacía las traducciones simultáneas de mis clases. Estuve a punto de hacer a Mickey, pero dominaba más a Donald. En Grecia estudié pintura bizantina y escultura. Mi idea siempre había sido pintar.
Sus trabajos –la mayoría experimentales– han sido expuestos en el Museo de Arte Latinoamericano, el Centro de Arte de Miami, en Grecia y en Barcelona. En esta visita dictó un taller de pintura en La Cumbre, a través del cual intentó rescatar la importancia de la obra desde la reflexión y no desde la contemplación. Y recuerda a Quinquela Martín, uno de sus inspiradores: “Me dio un catálogo firmado. La valentía en el uso del color me marcó. Aquí no se lo respetaba tanto, pero en Europa hubiera sido extraordinario”, supone.
Noticias: ¿Nunca pensó en reunir sus trabajos en un libro?
Scalabroni: No, porque Disney no devuelve los originales, como sí hace la empresa de Superman. Mis originales están en venta.
Noticias: He visto dibujos suyos de Batman o El Hombre Araña. ¿También trabajó con esos personajes?
Scalabroni: No. Lo hacía para expresar toda la movilidad que podía tener como dibujante. Disney pone, en su staff de dibujantes, que soy el único pintor: “Es un artista-pintor muy versátil, paralelamente a sus trabajos de cómics”.
Noticias: Sus dibujos muestran paisajes de La Cumbre…
Scalabroni: En el cómic, sí. Me pidieron que el Pato jugara al golf y se ve la casa del Golf y detrás, como cuando uno va a (el pub) El Pungo, la torre de una hostería de aquí.
Noticias: Uno de los que moldeó las características de Donald fue el famoso dibujante Taliaferro. ¿Usted le imprimió alguna?
Scalabroni: Si se podía, sí. Taliaferro lo hizo muy pulcro, pero el primer Pato era muy expresivo. Después Carl Barks creó una cantidad de personajes y fue quien definió realmente al cómic.
Noticias: ¿Las narraciones se vuelven más “frías” con la irrupción del arte computarizado? “Shrek” o “Ratatouille” parecen sustentarse más en lo humorístico.
Scalabroni: Me quedo con lo clásico. La computadora todavía no terminó de manejar el dibujo como lo hizo el hombre, pone una serie de límites que en el dibujante no existen. Le veo unos movimientos rebuscados, lentos, para mí siempre fue una herramienta y no un fin.
Noticias: De hecho, el webcomic (edición digital) y el e-comic suman adeptos y no sólo jóvenes…
Scalabroni: Y es fácil producirlo, porque lo meten en Internet. El problema del cómic es que no hay editores para la cantidad de dibujantes que hay. Disney maneja una publicidad muy grande para sostener esto. Si un joven se quiere lanzar solo es casi imposible.
Noticias: En 1998 dijo que los dibujos “sólo buscan la violencia”. ¿Cómo lo analiza hoy?
Scalabroni: En ese momento la exageración del cómic estaba tocando fin, indicaba que la cosa estaba mal. Hoy está buscando otros caminos, sobre todo los japoneses, que han sido muy violentos. Ahora, el relato que hacen tiene una calidad y una explicación de lo que pasa, que ya es literatura.
Noticias: ¿Se debe a que la sociedad vive en conflicto y necesita distraerse?
Scalabroni: Es por el mercado. Cuando ya agotó una posibilidad, tiene que venir otra. El artista busca contraponer lo que está pasando y empieza a buscar relatos íntimos.
Noticias: ¿Los japoneses son los más avanzados?
Scalabroni: Los norteamericanos siempre fueron violentos, desde la violencia infantil del Pato Donald en más. Los japoneses empezaron con Heidi, pero se dieron cuenta de que era terreno de Disney. Y necesitaron uno personal: el cómic explicaba lo que podía ser la violencia, pero después de la violencia diaria, el cómic pasa a ser una caricatura de la realidad.
Noticias: Fierro es casi el único cómic que existe en el país. ¿La televisión e Internet atraen a todos los públicos?
Scalabroni: El cómic es un libro dibujado. Es detenerse, pensar, volver. Internet hace que uno esté viendo un hecho virtual; es interactivo, podés jugar con personajes. Éso superó al mercado del cómic.
Cierta vez, Scalabroni se cruzó con Salvador Dalí en una exposición en Barcelona. “Justo le estaban poniendo su famoso tapado de astracán. Le digo: ‘¿Lo puedo saludar?’. Me miró y me dio la mano, desconfiado; nunca olvidaré su mirada. Fue una experiencia surrealista”, se emociona. Y agrega: “Es como si me hubiera abierto una puerta al entendimiento. Él tenía una frase muy buena: ‘El dibujo es el esqueleto de la pintura’. Es decir, si no hay dibujo, no se puede decir nada”.