Cuatro días tardó Cristina Fernández en verbalizar por primera vez sus dudas ante un integrante del entorno íntimo. Néstor Kirchner había muerto la mañana del miércoles 27 de octubre, y ese mismo domingo 31, en su primer fin de semana como viuda, ella recibió al fiel Rudy Ulloa Igor en su casa de la calle Mascarello 441 en Río Gallegos. El ex chofer y secretario todo terreno de Kirchner se sorprendió con el pedido de la Presidenta: “Yo sé la relación que vos tenías con él. Ahora contame todo lo que no sé”.
Ulloa primero dudó, pero enseguida entendió que debía dar respuestas si quería seguir manteniendo su lugar en el universo kirchnerista. La viuda preguntaba por tal o cual propiedad en El Calafate, por el rol de los empresarios más cercanos a su marido, por supuestas deudas que Kirchner no había llegado a cobrar y por emprendimientos que no aparecían en su declaración jurada. Aquel interrogatorio inicial ocurrió hace un año, y marcó el comienzo de los intentos de la Presidenta por desentrañar los negocios que había heredado de Néstor.
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