Un beso apasionado que se presume infiel, un fotógrafo atento y otro escándalo en el seno de una de las familias más secretistas de la farándula local. Juana Viale, en su máxima expresión: ungida como la oveja negra del clan Legrand por propios y extraños, la nieta más famosa devenida en actriz protagónica con su éxito “Malparida” parece haber vuelto a hacer uso de esa libertad disruptiva para la moralidad promedio y, más aun, para la de su propia familia. Siempre un paso adelante en cuanto a transgresión se trate, la nieta de Mirtha Legrand –consciente o no– sumó otro episodio polémico en su vida amorosa e hiperexpuesta.
Un fotógrafo de la revista Paparazzi la descubrió besándose con el ex ministro de Economía, Martín Lousteau, en la tarde del martes 19, en pleno Palermo Hollywood. Embarazada de 6 meses de su pareja, el actor chileno Gonzalo Valenzuela, Viale salió del restó
Grappa, y pasó por la casa del economista, a pocas cuadras de allí. Lousteau subió al auto de la actriz y allí se besaron, ante la guardia fotográfica que capturó el momento en la vía pública. La publicación de ese material habría decantado en una discusión de pareja: Valenzuela grababa escenas de la tira “Un año para recordar”, cerca del lugar del encuentro furtivo entre su mujer y el ex ministro y, al enterarse, habría decidido abandonar su casa.
Sin embargo, en el entorno del clan Legrand sostienen que habrían sido Mirtha y Marcela Tinayre, la madre de Juana, quienes habrían bregado ante la actriz para mantener las formas de la relación, de la que hace tiempo ya habían trascendido versiones sobre affaires de ambos. Algunos, incluso, se aventuran a dar por hecho una supuesta separación que pretendía mantenerse en reserva, al menos, hasta que la actriz diera a luz. ¿Su beso con Lousteau habrá sido una forma más de la rebeldía que se empeña en mostrar Juana Viale ante el mandato generacional de su madre y abuela? Algunos en el entorno de la familia se permiten suponer eso. Al fin y al cabo, el famoso beso del escándalo fue en el barrio que oficia como vidriera en la que conviven celebrities, periodistas y productoras de tevé. Una zona de exposición que cualquier integrante de la farándula, menos experimentado que la actriz, ubicaría en la lista de lugares para ser prudentes con la intimidad.
Mandato familiar. Casi como obligada a opinar, Marcela Tinayre tomó el extraño rol de vocera de su hija ante un supuesto embate contra su intimidad que, en rigor, fue un descuido en la calle. “Estamos acostumbrados a ser tapa de revistas. Me preocupa una sociedad tan enferma que espía al otro. Esta cosa de vigilancia que me hace pensar en épocas muy feas”, arremetió la conductora en un paralelismo desafortunado con las persecuciones durante la dictadura. La decisión personal que tomó Marcela de continuar su relación con Marcos Gastaldi, aún luego de que el polémico banquero asumiera la paternidad de una hija fruto de una relación extramatrimonial, resulta simbólica del deber ser del clan. Una especie de mandato familiar que resguarda las formas aún en situaciones límites. Y un modelo de cierta hipocresía al que, conscientemente o no, Juana parece rebelarse con cada escándalo.
La contradicción de Tinayre se muestra también en las posiciones de Mirtha, quien forzó a su nieta a revelar en uno de sus almuerzos, segura de lo redituable de esa primicia, que ella estaba embarazada por tercera vez. Días antes, Juanita había dado una entrevista a una revista en la que había desmentido la feliz noticia.
Famosa. Juana logró brillo propio, fomentada por su abuela Mirtha que, desde sus almuerzos, siguió sus devenires personales bajando o subiendo el pulgar a los pretendientes. Con el rol protagónico en “Malparida”, el año pasado, Juanita se consolidó en su carrera zigzagueante de actriz y, a pesar de mantener su resistencia a los medios, mostró más capacidad de manejar su exposición. “Alguien que adquiere un status de persona pública por el trabajo que realiza tiene que saber que el precio que paga es justamente el no anonimato. Sin embargo, hay muchos sentimientos en el entramado entre la vida pública y la privada que no trascienden como para juzgarlos”, afirma la psicoanalista Any Krieger.
Viale suele confrontar con los preconceptos de tinte machista que a veces caen sobre ella. Su separación de Juan De Benedictis, padre de su primera hija Ámbar, se dio antes del nacimiento de la niña, escenario que el clan debió asumir sin demasiado gusto. Ahora, a días de festejar su cumpleaños junto a Valenzuela como si se tratara de una pareja feliz, Viale acumuló miradas de desaprobación moralista por el supuesto affaire de una mujer embarazada, las que no parecen caer con el mismo rigor sobre Lousteau, integrante de un grupo selecto de economistas que mantuvo romances de alto perfil (ver recuadro).
Excusándose de referirse a un caso puntual, la psicoanalista Krieger reflexiona: “El embarazo puede operar como la anulación de la sexualidad, o, todo lo contrario, como disparador de la misma. Tiene que ver con la resolución del Edipo de cada una. Hay hombres que se ven altamente atraídos por una madre y a otros les puede producir un gran temor. Muchas mujeres son infieles y no se lo dicen ni a sus amigas. Exponerse públicamente parece menos hipócrita”. ¿Será el caso de Juana Viale?