El jefe del clan siempre defendió una teoría: los conflictos familiares no deben interferir en los negocios. Alguna vez dijo Francisco Macri: “Para conducir empresas hay que saber ser fuerte y equilibrado frente a los problemas que se puedan presentar, incluso los familiares. Yo siempre preferí separarme antes que buscar paliativos”. Lo sigue pensando. En su universo, las esposas pasan, la “famiglia” queda.
En estas esferas que cruzan peligrosamente la pasión, la política y las finanzas, Franco sabe mejor que nadie que una esposa despechada puede hacer temblar a cualquier poderoso. Los Macri siempre lo entendieron así. Una empresa multinacional que factura alrededor de 1.500 millones de dólares podría verse afectada por una crisis matrimonial tan fuertemente como si se tratara de una crisis financiera global. Sus esposas, actuales y ex, nunca participaron de lleno en el negocio, pero saben más de él de lo que podría saber la AFIP o cualquier gobierno.
El holding ya pasó por algunas de estas experiencias (separaciones de Franco y de Mauricio), pero este no es un divorcio más. Por un lado está una mujer que no se caracteriza por el tacto negociador de una Isabel Menditeguy; y por el otro, el verdadero delfín del imperio, el hombre que hoy controla los negocios de los Macri en el mundo, desde la Argentina a China. En juego estaría la mitad de los 50 millones de dólares a los que ascendería la fortuna de Mariano Macri.
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