Son tan chiquitas que nadie les hubiera dado demasiada importancia. A primera vista comunes, de apenas 3 milímetros las obreras, oscuras, casi inofensivas, se fueron filtrando en otros países primero y continentes después, trepadas a las ropas, bolsos y valijas de los viajeros argentinos. Ahora, se han convertido en una verdadera plaga en lugares tan distantes como los Estados Unidos, Europa o el Japón. De hecho, están dando verdaderos dolores de cabeza a las autoridades sanitarias y agrícolas de las regiones en las que viven.
Las Linepithema humile u hormiga argentina (que de ella se trata) se caracterizan por ser muy tranquilas en territorio local, mantenidas a raya por otras clases de hormigas que les ponen coto; pero una vez fuera de territorio nacional se convierten en verdaderas fieras grupales que atacan a animales pequeños, a otros insectos, a los cultivos, a las despensas de alimentos. Agresivas al extremo, imperialistas podría decirse, atacan a las otras hormigas que se encuentran en su camino y se alían con insectos que, a la larga, dañan la vegetación a su alrededor.
Como si esto fuera poco, investigadores de la Universidad de Tokio (Japón) liderados por Eiriki Sunamura, pudieron comprobar que las colonias de hormigas argentinas diseminadas por Europa, Estados Unidos y el Japón conforman en realidad una única supercolonia, la más extensa de todas las colonias existentes en el mundo. De cualquier especie. De hecho, la pata de la colonia ubicada en el Viejo Continente (a lo largo de la costa mediterránea) ocupa una extensión de 6.000 kilómetros, mientras que la existente en la costa de California ronda los 900 kilómetros de extensión.
La misma especie viene causando problemas en diferentes países del mundo, como reducir dramáticamente las especies de hormigas nativas, lo cual motivó que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos (UICN) la incluyera dentro de “las 100 peores especies exóticas (alóctonas) invasoras del mundo”.
El imperio. La extensión de las hormigas fuera del noroeste de la Argentina comenzó en el siglo XIX, primero hacia Paraguay, Brasil y Uruguay. Más tarde, llegó a España y Portugal y ya hacia 1925 se las detectó fehacientemente en los Estados Unidos, en Nueva Orleáns. Lenta pero imparablemente llegaron al Japón. Y aunque varios océanos las separen, siempre se consideran hermanas e integrantes de una misma familia. Esa es la comprobación que pudieron hacer los científicos.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que las Linephitema humile conforman una enorme familia diseminada en tres continentes diferentes a partir de la similaridad de olores que exhalan sus exoesqueletos. Es por medio de ese aroma que las hormigas identifican a sus colegas de la misma colonia y también detectan a las intrusas, que son atacadas o eliminadas.
En Tokio hallaron que en América del Sur, las hormigas argentinas de colonias diferentes acostumbran a competir entre sí y atacarse las unas a las otras. Esto no sucede con las habitantes de los Estados Unidos, Japón y Europa: ellas no se identifican como enemigas, sino que más bien todo lo contrario, actúan como compatriotas. La conclusión es simple entonces: pertenecen no solamente a la misma especie, sino también a la misma colonia extendida a través del planeta.
El estudio comenzó cuando se juntaron especímenes de las tres regiones en una pequeño arenero, y las hormigas de cada zona se mostraron amigables las unas con las otras, restregando amorosamente sus antenas entre sí. De allí que los expertos piensen que el origen de esa camaradería estriba en el hecho de que las hormigas de las regiones investigadas tienen origen en un grupo muy pequeño de insectos que son genéticamente parecidos, lo que no sucede con los especímenes que viven en América del Sur.
“La enorme extensión de esta población de hormigas se da en paralelo con las sociedades de seres humanos”, explican los entomólogos. Como las colonias de hormigas argentinas fuera de América del Sur no compiten entre sí, forman un superejército que ataca y llega a causar la extinción de otras especies de hormigas, como ya sucedió en California, en Hawai, en África del Sur y hasta en la Isla de Pascua.
Indeseables. Las hormigas viven en todos los continentes, a excepción de la Antártida. En algunas regiones tropicales son tan numerosas que, si todos los animales locales fueran pesados en una balanza, responderían por un cuarto del peso total obtenido. En el caso de las hormigas argentinas, tienen un nivel de organización, una capacidad de reproducción y un funcionamiento interno tales, que a pesar de ser pequeñas tienen la capacidad de derrotar a hormigas de otras especies que muchas veces las superan varias veces en tamaño.
Y no solamente los japoneses la tienen en el top de las especies dañinas, también los estadounidenses, que para combatirlas tuvieron que desarrollar un sistema alternativo para exterminarlas: usar compuestos químicos que las llevarían a atacarse entre sí, como si fueran especies enemigas.
“En los territorios que invaden en otros países, las colonias de hormigas argentinas son pacíficas entre sí. Esto les permite lograr una densidad de población muy alta. Por tal razón, son capaces de encontrar fuentes de alimento en menor tiempo que otras especies que se hallan en menor cantidad y, en caso de que esas fuentes de alimento estén ocupadas por esas hormigas, pueden desplazarlas”, afirma Pablo E. Schilman, investigador argentino especializado en comportamiento y fisiología de insectos de la Universidad de California en San Diego.
Los daños que produce esta hormiga en el mundo fuera de la Argentina son varios. Por un lado, desplaza a las hormigas nativas, lo que a su vez trae otros problemas como, por ejemplo, el desplazamiento de una lagartija que vive en el sur de California (la Coastal Horned Lizard), que suele alimentarse de esas hormigas nativas, ahora diezmadas por la argentina.
Por otro lado, los minúsculos bichitos interfieren con el transporte de semillas de plantas autóctonas, que también es llevado a cabo por esas hormigas nativas canibalizadas por la Linepithema humile. Además, las argentinas protegen a los pulgones que dañan (y mucho) a las plantas. De manera que los daños a los cultivos pueden llegar a ser millonarios.