El Laust Maersk es un barco carguero con bandera de Dinamarca. El 28 de marzo de este año llegó al puerto de Buenos Aires, procedente de Italia, y en sus contenedores trajo maquinarias e insumos para la fabricación de ladrillos que en total están valuados en 2.165.906 dólares o 1,6 millones de euros, según datos de la Aduana. Hasta allí podría tratarse de la expansión de capital de una empresa constructora, pero los mismos registros aduaneros revelan un curioso importador: la Asociación Madres de Plaza de Mayo que preside Hebe de Bonafini. ¿Por qué una organización no gubernamental dedicada a la lucha por los derechos humanos haría esta excepcional importación? ¿Cómo se financió la compra?
En tiempos kirchneristas, el cambio de Hebe es evidente. Pasó de reclamar el “no pago de la deuda externa” a ser oficialista por primera vez en su vida con el Gobierno que le pagó al FMI. Y logró que la fundación de las Madres se diversificara. Así fue que con la asesoría del apoderado Sergio Schoklender, las Madres desembarcaron en el mercado de la construcción y ganaron varias licitaciones para edificar barrios de viviendas sociales en la ciudad de Buenos Aires. Entre ellas figuran un plan de 600 departamentos en el barrio “Los Piletones”, en Villa Soldati, con un contrato que asciende a los 32 millones de pesos; y otras 72 casas en la Villa 15, en Ciudad Oculta, a cuya preinauguración asistieron el jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman, y la candidata oficial Cristina Fernández de Kirchner.
Hebe y la fábrica de ladrillos. Para realizar las obras, Hebe y las Madres instalaron una fábrica de bloques de material, de producción a bajo costo, para lo cual se asociaron con la Corporación Buenos Aires Sur, una sociedad del Estado presidida por el ministro de Producción porteño, Enrique Rodríguez. El 28 de febrero –un mes antes de la importación de maquinarias– la Asociación Madres y la Corporación crearon una sociedad que se denomina “consorcio de cooperación” con el objeto, entre otros, de diseñar y desarrollar “proyectos de urbanización, vivienda y equipamiento social y ambientalmente sostenibles”. En ese contrato, al que accedió NOTICIAS, ambas partes se comprometieron a destinar 500.000 pesos a un fondo común operativo para el funcionamiento de la fábrica.
La Corporación Buenos Aires Sur alquiló por diez años el edificio donde hoy funciona el emprendimiento: las instalaciones de una barraca lanera abandonada ubicada en la calle Pedro de Mendoza 3825, con vista al Riachuelo, en donde la empresa invirtió 2,4 millones de pesos en refacciones. Según el contrato, a las Madres les tocó pagar por los derechos del sistema constructivo Cassaforma y por el uso de la marca, además de hacerse cargo de la capacitación para los operarios.
En la cláusula 3 del contrato se detallan las maquinarias necesarias para el funcionamiento de la fábrica y se estipula que “su titularidad corresponde en un 51% para la Corporación y un 49% para la Fundación Madres de Plaza de Mayo”.
El 5 de marzo, la Corporación y Madres firmaron otro contrato, de cesión en este caso. Allí Bonafini, en representación de su organización, revela que el 9 de febrero “la empresa Emmedue de Italia formula oferta para la venta a la Fundación de una Planta Completa para la producción de paneles y bloques partiendo de sal de poliestireno y de alambre de acero en rollos”, y deja constancia “a los fines legales del caso, de que las gestiones realizadas para la compra lo eran para aportar la misma al Consorcio en las proporciones expuestas precedentemente”. La Corporación, entonces, para “compensar o equiparar los aportes realizados” le entregó a Hebe un cheque por 8 millones de pesos.
¿Ese dinero estaba destinado a pagar la importación que se hizo a través de Madres? Según registros del Banco Central, la liquidez no sería una característica de la fundación de Bonafini: entre el 2006 y el 2007, los apoderados Hebe y Sergio Schoklender acumulan 13 cheques que fueron rechazados por 259.902 pesos, además de otros 16 por 195.112,09 pesos librados a través de la Asociación Rebeldía y Esperanza, otro sello a su cargo.
Si bien la sociedad que aúna a Hebe y la Corporación nació en febrero, según registros de la AFIP comenzó sus actividades recién en abril, después de importar las millonarias maquinarias. Fuentes del mercado aduanero explican que la importación de bienes a través de fundaciones no constituye en sí una infracción, y que el sentido de la operatoria podría estar ligado a ciertas exenciones impositivas.
Silencio. “Estamos todos ocupados, imaginen que nos llegan proyectos de Neuquén, de Jujuy, de todos lados para hacer obras. Esperen que venga Sergio Schoklender, que él los puede ayudar”, les explicaba Bonafini con cordialidad a dos señoras y un joven que se habían acercado al bar de la Universidad de la Madres para consultar e inscribirse en la capacitación laboral y trabajar en las obras de Los Piletones. Hebe se acercó, habló rápido y se retiró. Desde hace meses que ella no responde los llamados de NOTICIAS, que también aguardaba allí por Schoklender. La espera, sin embargo, fue infructuosa: apenas esta revista preguntó sobre las importaciones, el apoderado de la Fundación Madres dio por terminado el diálogo y se fue sin dar explicaciones (ver recuadro).
Lo más curioso fue que Enrique Rodríguez, presidente de la Corporación Buenos Aires Sur, en principio derivara las consultas a la fundación de las Madres. En las sucesivas consultas con sus voceros, ellos revelaron que tenían conocimiento de que los contratos ya habían sido conseguidos por esta revista y que el ministro no pensaba hablar del tema. ¿Por qué tantas evasivas para responder sobre los números y las formas de financiación para el funcionamiento de la fábrica?
Los negocios entre Hebe y la gestión porteña tuvieron un momento crítico. Cuando Mauricio Macri ganó las elecciones y Telerman comenzó a hablar de recortes de gastos en la transición, un grupo de Madres tomó la Jefatura de Gobierno exigiendo una audiencia para garantizar la continuidad de las obras y su financiamiento. En varias oportunidades, Bonafini reveló que en el futuro las obras las emprenderían con el aval financiero de la Nación.
Con Kirchner, Hebe se transformó y lanzó su constructora de viviendas sociales. Pero fiel al estilo K, no está dispuesta a dar demasiadas explicaciones.