Maniático de su estética, Leopoldo Bina (36) cumplía, riguroso, con un ritual helénico: llenaba la bañadera de agua, ponía música suave y se rasuraba todo el cuerpo, incluso el pubis, con una crema especial. Lo hizo el día de su muerte, porque se preparaba para un gran negocio. Sin sospechar que este acto vanidoso e íntimo terminaría convirtiéndose en una prueba forense clave que llevaría a comprobar que a él y a los empresarios Sebastián Forza (35) y Damián Ferrón (38) los mataron el mismo día de su secuestro. Y no sólo eso: que mantuvieron sus cuerpos en una heladera o cámara frigorífica durante más de tres días antes de arrojarlos en un descampado en General Rodríguez.
A un año y dos meses de la masacre, la causa del Triple Crimen no deja de dar sorpresas. NOTICIAS pudo saber que la aparición de los cuerpos en esa localidad fue una maniobra para confundir a los investigadores porque el asesinato no se cometió allí, como se supuso hasta el mes pasado. Que el principal sospechoso del crimen es un oscuro personaje de Quilmes, Martín Lanatta, que se jacta de tener vinculaciones políticas con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Y que la muerte de Forza se produjo mientras él pergeñaba un cuidadoso plan para matar a un competidor poderoso del mercado de la efedrina, el empresario Esteban Pérez Corradi.
Un cóctel explosivo que vincula negocios millonarios, narcotráfico, relaciones políticas y traiciones. Un planteo criminal que no dejó hilos sueltos y logró embarrar la investigación judicial, aunque ahora empiecen a develarse nuevas certezas que prueban lo errado de las hipótesis iniciales.
En un principio, la versión oficial habló de un secuestro seguido de muerte. Bina, Ferrón y Forza desaparecieron el jueves 7 de agosto del 2008 y la primera autopsia practicada a sus cuerpos estableció que los habían matado el lunes 11. Ahora, los investigadores creen que a estos empresarios –en un principio, considerados simples buscavidas que hoy aparecen como personajes más turbios–, los asesinaron a pocas horas de haberlos capturado.
La sospecha es que los asesinos preservaron los cadáveres en un sistema de frío para demorar el proceso de putrefacción, lo que en un principio confundió a los peritos sobre la verdadera fecha de muerte. La obsesión por la pulcritud de Bina fue medular. Recientes estudios revelaron que el vello corporal de Bina no había crecido, como se podría suponer en el caso de que haya permanecido días en cautiverio. Su ropa estaba limpia.
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