La Juana de Arco de la guerrilla. La papisa de la revolución. La nueva Evita. Dilminha. La Margaret Thatcher del Tercer Mundo. La dama de hierro de Brasil. La abanderada de los trabajadores. También fue Luiza, Stella y Marina cuando aprendió a usar el fusil y a fabricar explosivos. Tiene más heterónimos que el escritor Fernando Pessoa y en cada nombre encarnó con vehemencia las distintas etapas de su vida. Y ahora es, para la prensa anglosajona, la mujer más poderosa del planeta, exagerando un poco su influencia como presidenta de una de las nuevas potencias globales.
Entró al Liceo –el Colegio Estadual Central de Belo Horizonte, su ciudad natal– a los 17 y se enroló en la organización de izquierda Política Operária. Pronto, la dictadura militar la impulsaría hacia una militancia radical y a incorporarse a uno de los grupos guerrilleros más importantes de la época, la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares. La exitosa delfina de Luiz Inácio Lula da Silva ya tenía la acción política en los genes: es hija de un abogado comunista de origen búlgaro, quien huyó a Francia durante la Segunda Guerra Mundial, luego vivió en la Argentina y finalmente recaló en Brasil. La niña –aunque criada por su madre, Dilma Silva, una maestra nativa de Minas Gerais, donde están las esposas más hacendosas del país, según dicen– heredó de su padre el gusto por la lectura de Jean Paul Sartre, y por los cigarrillos. Junto a él forjó su carácter explosivo y su disposición combativa en un corto lapso, ya que papá Rousseff murió poco antes de que ella cumpliera los quince.
La adolescente de cara lavada, pelo con rulos al descuido y anteojos con cristales de grueso calibre, prefería los filósofos rusos al tejido y la cocina. Apasionada por las ideas, el amor iba a encenderla con la llama de la empatía ideológica: a su primer marido, el periodista Cláudio de Magalhães Linhares, lo conoció como compañero de lucha; pero las separaciones que les imponía la clandestinidad acabaron al año con el matrimonio. En los ’70 ya era líder y uno de los cerebros de la Vanguardia, cuando se enamoró de Carlos Franklin Pasión de Araújo, con quien estuvo casada treinta años; es el padre de su única hija, Paula. La buena relación después del divorcio los reunió en Porto Alegre –el 9 de septiembre– en el Hospital Mohinos de Vento, donde Paula tuvo a Gabriel, el primer nieto de esta nueva Dilma, primera mujer presidente de Brasil, lanzada bajo el lema “Pátria Mae, Pátria Mulher”. En cuanto su equipo de campaña le dio luz verde, Dilma –convencida del poder de internet y la blogósfera– abrió un espacio en su sitio oficial (dilmanarede.com.br) para comunicarse y recibir felicitaciones. “Me siento feliz; ser abuela es una emoción muy grande”. “Dilma, avó” fue un nuevo eslogan para Rousseff, porque el bebé más que un pan bajo el brazo traería unos miles de votos para la abuelita.
Carácter. Dilma habla poco y no es carismática. Se esfuerza por dejar atrás su pasado de tailleur estructurado como ministra de Minas y Energía (cargo en el que la “descubrió” Lula), jefa de Gabinete y de la Casa Civil. Sin embargo –y como una estrategia muy pensada de João Santana, uno de los gurúes del marketing político brasileño que manejó la reelección de Lula en el 2006 y que estuvo al frente del “producto Dilma”– su pasado de veinteañera rebelde, presa y torturada por oponerse a un gobierno represor fue ventilado sin dramatismo en cuanto presentó su candidatura, para no darle tiempo a la oposición a usar esta imagen de militante armada como una mancha para ahuyentar a las clases medias y altas de Brasil.
Y una vez más, el mágico mundo del marketing logró despegar la etiqueta “Dilma guerrilheira” y pegar otra, la de “Dilma guerreira”, que cae simpática. Y a pesar de su perfil bajo y una emoción controlada, dijo a la tevé cuando habló de su historia: “Nadie hace cosas si no pone pasión en ellas… Y el arte de aguantar la prisión es vivir en ella”. En una entrevista reciente con la prensa brasileña, se animó a revelar detalles de su personalidad que solía guardar bajo llave.
Periodista: Usted da pocas entrevistas, hace breves declaraciones y se arriesga a que sus oponentes digan que lo hace porque no sabe qué decir. Y eso que hizo un curso de oratoria y dicción…
Dilma Rousseff: Soy austera con las palabras. Hablo cuando es necesario comunicar algo importante que hace a la cuestión pública. En mi etapa presidenciable, haber divulgado que el tratamiento que hice contra el cáncer linfático fue exitoso, no era ya un tema privado.
Periodista: Se lo detectaron en abril del año pasado. ¿Cómo se siente hoy?
Rousseff: Los médicos del Hospital Sirio Libanés de San Pablo me dijeron que después de exhaustivos exámenes, se constató que no hay evidencia de linfoma, que estoy en perfecto estado de salud. Y me siento contenta porque la sensación que tengo después de pasar por la quimioterapia, es que redoblé mis energías. No debo tomar remedios, puedo hacer una vida normal, se me nota en la cara. Estoy pronta para lo que sea y venga. Aunque cuando una, en el fondo, cree que nunca va a tener nada malo y recibe la noticia, no está preparada para el impacto.
Periodista: ¿Qué opina de su cambio de look? ¿Le gusta su nueva imagen?
Rousseff: João Santana y su equipo son los responsables. Dicen que era necesario para conquistar a los estratos más pobres del país y a los propios petistas (afiliados al PT). Fue decidido justo cuando quedé sin cabello por la quimio. Tuve que usar peluca bastante tiempo.
Periodista: Su peluquero fue y es Celso Kamura, el estilista de las estrellas y de la esposa de Lula. ¿Qué le propuso?
Rousseff: Es un joven paulista de origen japonés que me aconsejó un estilo más juvenil.
Periodista: Sin flequillo, sin corte carré, con un rebajado notorio y una coloración más clara. Un cambio de 180 grados.
Rousseff: Así es.
Periodista: ¿Es cierto que el diseñador internacional Alexandre Herchcovitch le tiró gran parte del ropero a la basura y le indicó adelgazar 10 kilos?
Rousseff: Mi interés por la ropa era relativo. Me gustaban los colores fuertes y las telas sintéticas por la practicidad. Herchcovitch me preparó vestidos en tonos neutros y claros, tejidos naturales y prendas de cortes clásicos. Pero me hizo varias cosas en color rojo. La pérdida de peso tuvo que ver más con la salud.
Periodista: ¿Está cómoda con las lentes de contacto, la cirugía de párpados y el refreshing?
Rousseff: Fui al quirófano como una parte de lo planeado. Me venía bien un rejuvenecimiento facial. Me atendió el doctor Renato Viera, el mismo que operó a Sara Montiel.
Periodista: El analista internacional Federico Merke dijo que el aumento de su popularidad se debe más al cambio de imagen que a su discurso. ¿Coincide?
Rousseff: Escuché que decía que se habían acentuado mis rasgos femeninos y maternales, lo cual me hacía parecer menos combativa y más humana.
Periodista: Y también dijo que “en Brasil es muy fuerte el concepto de liderazgo paternalista/maternalista y muchos buscan un presidente que no sólo los respete como ciudadanos sino que también los cuide como hijos”.
Rousseff: Lo que más le interesa a mi pueblo es el clima de cordialidad; es pacífico y le gusta el diálogo. Las peleas y los insultos los alejan de la política.
Periodista: Usted es economista y política. No hace tanto que se afilió al PT, que fundó Lula. ¿Se siente preparada para gobernar?
Rousseff: Estudié Economía en la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad Federal de Río Grande do Sul y egresé en 1977. Hice un postgrado en la Universidad Paulista de Campinas pero no presenté la tesis porque la política ya me había ganado el corazón y absorbido mi tiempo. En 1980 fui cofundadora del Partido Democrático de los Trabajadores y cinco años más tarde asumí la cartera de Hacienda de Porto Alegre. Cuando Alceu Collares obtuvo la Gobernación del Estado de Río Grande do Sul, me ofreció el Ministerio de Minas, Energía y Comunicaciones, y allí estuve hasta 2002, con el gobernador siguiente, Olivio Dutra. Es cierto que recién en el 2000 me afilié al PT, pero en el 2005 me nombraron jefa de la Casa Civil (Organismo que coordina las acciones civiles de los ministerios). Con esa posición en el Planalto (Palacio de Gobierno en Brasilia) estuve especialmente cerca de Lula. Pero debo decir que fui política antes que economista.
Periodista: Sin embargo se la tilda de tecnócrata, con discursos que no entiende el común de la gente.
Rousseff: Estoy trabajando para hacer más sencillos mis discursos.
Periodista: ¿Por eso prefiere responder por e-mail?
Rousseff: He tenido mis razones.
Periodista: ¿Censura?
Rousseff: La censura a la prensa y el control estatal de la cultura están completamente fuera de las acciones de este gobierno y del que viene.
Periodista: ¿Cómo explica su cambio desde la izquierda dura a la socialdemocracia? John Maynard Keynes decía: “Si la realidad cambia, yo cambio mis convicciones”. ¿Es su caso?
Rousseff: Brasil superó una dictadura militar y está consolidando su democracia. La realidad cambió y nosotros con ella. Sin embargo, nunca cambié de lado. Siempre estuve del lado de la justicia, la democracia y la igualdad social. Creo que mi experiencia de más de 40 años de militancia política y gestión pública me permite establecer una relación equilibrada con las diferentes fuerzas partidarias.
Periodista: El ex presidente Fernando Henrique Cardoso la definió como “un satélite político, sin luz propia, girando en torno y dependiente del carisma de Lula”. ¿Cómo pretende afirmar su propia identidad?
Rousseff: No considero apropiado discutir sobre mi luminosidad con el ex presidente Cardoso.
Periodista: La oposición la acusó de mentirosa durante la campaña…
Rousseff: En la democracia no veo lugar para la mentira. En situaciones determinadas, la omisión de la verdad puede ser un recurso de defensa personal y protección a los compañeros.
Periodista: ¿Qué es lo que más le molesta que digan sobre usted?
Rousseff: Odio que me digan “dama de hierro”. Las mujeres en posición de mando siempre soportamos ese peso. Odio los errores en los datos. Eso me dio fama de autoritaria pero para mí significa compromiso y lucha contra la corrupción.
Periodista: Lo que ocurre es que la gente la ve como muy rígida.
Rousseff: Cuando la gente piensa que ya vio todo, ve que no vio nada.
Periodista: ¿Lo dice por las fotos que se publicaron de usted sambando en el Carnaval de Río?
Rousseff: Me gusta el Carnaval y sambar como cada brasileño. Las fotos eran para Madonna y su hijita Mercy Jones. Yo la tomé en brazos y bailamos juntas…
Periodista: Usted recibe “un país elevado al status de potencia mundial, con estabilidad económica, crecimiento de los ingresos de la clase obrera y una reducción de la pobreza extrema que ronda el 40%”, según The Financial Times. ¿Continuará la línea Lula?
Rousseff: Absolutamente. Voy a priorizar algunas cosas, como las políticas sociales para las regiones del Norte y Nordeste, donde se sufren los mayores atrasos en infraestructura y educación.
Periodista: ¿Luego de tanta polémica, qué opina del aborto?
Rousseff: En lo personal, soy contraria al aborto, pero considero que el tema debe ser tratado como un problema de salud pública, que afecta especialmente a las mujeres pobres.
Periodista: ¿Es adicta a comunicar por internet?
Rousseff: Me parece muy atinado usar las herramientas que emplean los jóvenes para acercarles mis ideas políticas. Y funcionó.
Periodista: Habrá leído el artículo en “The Economist” donde dicen que el gobierno brasileño “parece más fuerte en la teoría que en la práctica”. ¿Qué piensa al respecto?
Rousseff: Es una opinión. Sólo eso. Me importan las repercusiones de estos medios importantes en la blogósfera. Cuando estuve en la tapa de la revista Época, del grupo Globo, se publicó un artículo con mi pasado envuelto en acciones criminales de grupos de izquierda. Por increíble que parezca, la nota tuvo buen efecto y generó gran movilización en los blogs, que opinaron pestes del intento de ensuciarme. Salió el tiro por la culata.
Periodista: ¿Cómo fue eso?
Rousseff: Los internautas se apropiaron del dibujo de mi rostro estilizado y bien maquillado que hizo el ilustrador Sattu, una suerte de caricatura. Al día siguientes miles de simpatizantes estaban escaneándolo para subirlo a diferentes redes sociales como Facebook, Twitter… Es más, la imagen ya fue estampada en las camisetas que usan mis seguidores.