Oscar Conde es una persona difícil de encasillar. Profesor universitario, los últimos 26 años los dedicó al área de las lenguas clásicas: enseña latín y griego. Sin embargo, sus inquietudes van mucho más allá del ámbito académico. O posiblemente sea más acertado decir que estudia con rigor académico fenómenos de los que, habitualmente, los académicos no se ocupan. En los últimos años incorporó al profesorado distintos seminarios: la poesía del tango, la poesía española del siglo XX –el seminario comenzaba con Antonio Machado y culminaba con Joaquín Sabina–, la poesía del rock nacional, lo que mezcló armónicamente con la tragedia griega y la poesía erótica latina. Además, es poeta y autor de “Diccionario etimológico del lunfardo”, cuya primera edición salió en la editorial Perfil en 1998, fruto del interés que desde hace más de 20 años tiene por las manifestaciones de la cultura popular. En el 2003 fue el compilador y autor de uno los artículos de “Discépolo, poéticas del tango”. En el 2007 compiló el primer volumen de “Poéticas del rock”, un libro del que hace pocos días apareció el segundo volumen. Se trata de un proyecto atípico por lo infrecuente, ya que son escasos los análisis de las letras de rock como producción literaria. De él participan jóvenes profesores de literatura que enfocan los temas con rigor académico. Conde habló con NOTICIAS del último libro que compiló y dirigió y de su pasión por áreas aparentemente tan heterogéneas como el griego antiguo, el tango y el rock.
Noticias: Generalmente los análisis del rock no se detienen sólo en la letra, no la tratan como poesía ¿Qué lo lleva a adoptar una óptica distinta?
Oscar Conde: La canción popular, lo que incluye letras de tango, de folklore y de rock, es un área que siempre ha quedado a cargo o bien de periodistas especializados o bien de musicólogos. Puede haber algunos, muy pocos, estudios de musicología dedicados al tango o al rock –hace poco apareció un libro de Carlos Vega sobre los orígenes del tango y hay libros de Diego Fischerman sobre música del siglo XX–, pero en su mayoría los enfoques sobre estos temas están a cargos de periodistas que tienen la ventaja de tener llegada a los músicos, que saben mucho de música, pero que no siempre saben de poesía. Bebe Contepomi, Alfredo Rosso o Sergio Marchi pueden hablar de algunas letras porque al frecuentar a autores como Charly García, Fito Páez o Luis Alberto Spinetta tienen la información de que ese autor supuestamente quiso expresar tal o cual idea en tal o cual tema.
Noticias: Pero no hay un análisis del texto en sí.
Conde: Exactamente. Lo que no hay, en general, es análisis y los intentos que hay son demasiado abarcativos. Por ejemplo, “Vale todo”, el libro de Eduardo de la Puente y Darío Quintana, es algo pretencioso, un supuesto análisis de las letras del rock nacional en bloque. Otros libros más pequeños, aunque más profundos, como “Rock en letras” de Claudia Kozak, también hablan del rock en bloque. Los autores se preguntan y se contestan de qué habla el rock y de allí surgen diferentes temáticas que tienen que ver con distintas cronologías, como la que estableció en primer lugar Miguel Grinberg y que luego han seguido utilizando, e incluso mejorando, Marcelo Fernández Bitar y Eduardo Berti. Ellos hacen divisiones por etapas y dicen que en tal etapa, por ejemplo 1985-1990, vino el rock divertido, como Los Twist, las Viudas….Siempre fueron abordajes generales, que no intentaban determinar estrictamente cuál es la línea poética, cuáles son sus obsesiones.
Noticias: ¿Algo parecido sucede con el tango, un género sobre el que se ha trabajado tanto?
Conde: “Poéticas del rock” es un desprendimiento de “Poéticas del tango”, un género en el que intento eso, la particularización, algo que no se había hecho, excepto con un autor como Discépolo. Con algunas excepciones que son perlas, como el libro de Carlos Mina que fue premio de ensayo de La Nación, un libro monumental y profundo sobre la poética tanguera, el imaginario de letra de tango es absolutamente generalizador, dice que la letra de tango es triste, el tipo se quedó solo porque la mina lo dejó… Esto se repite hasta el cansancio. Incluso lo repiten algunos intelectuales sin tener un conocimiento certero y profundo de la producción de cada autor. De Manzi, la gente que más o menos lo conoce tiene en la cabeza 10 o 15 letras, pero escribió más de 200. Cadícamo escribió más de 400. Hay un desconocimiento grande.
Noticias: ¿Cómo se expresa este fenómeno en el rock?
Conde: Por ejemplo se dice a priori que el Indio Solari es un extraordinario poeta sin haber analizado a fondo su producción. Es más, he conversado con fanáticos de Los Redondos y les he preguntado qué decía tal canción y no lo pueden explicar porque no lo saben. Además, en artistas tan prolíficos como los que tenemos, gente que hace 30 años que está sacando discos, como Spinetta, como Giego, como Charly, como Fito, hacer un estudio a fondo requiere sentarse y ponerse a trabajar por lo menos un año en eso.
Noticias: ¿Eso es lo que les pidió a los autores de “Poéticas del rock”?
Conde: Sí, les pedí que trabajaran a fondo en cada autor. Por supuesto que quien trabajó Spinetta, por ejemplo, se dedicó a sus letras en cada uno de sus grupos: Almendra, Pescado rabioso, Invisible, Jade, es decir, en toda su trayectoria. Yo mismo, que trabajé con Charly García, tomé Sui Generis, La máquina de hacer pájaros, Serú Girán. La gracia está en ver cómo es la evolución de la poética de cada uno.
Noticias: Es decir que la letra es tratada como un poema, como la obra de un poeta.
Conde: Sí y al igual que en cualquier poeta se pueden encontrar obsesiones, hilos conductores, ejes, temáticas recurrentes y se puede ver cómo han evolucionado ya sea tornándose más complejas o más simples. En Charly, por ejemplo, algunas temáticas se han simplificado hasta convertirse casi en mantras. Como en el tango, hay que ver lo particular, no lo general. La cosmovisión de Celedonio Flores o Pascual Contursi no tiene nada que ver con la de Cátulo Castillo u Homero Expósito. En el rock, el modo de ver el mundo que tiene León Gieco no tiene nada que ver con la manera de verlo que tiene Cerati o la Bersuit. Por eso, cuando se habla del rock creo que habría que especificar de cuál rock.
Noticias: Mucha gente ha hablado del rock como de una manifestación extranjerizante. ¿Hay un origen común con la literatura argentina en lo que se refiere a la mezcla de lenguas? Los primeros escritores nuestros fueron los cronistas de Indias como Ulrico Schmidel. Gombrowicz, por su parte, era polaco.
Conde: Esa pregunta es tan interesante como compleja de contestar. Yo no haría un paralelo con los cronistas de Indias o con Gombrowicz. En Europa está lleno de escritores que escriben en una lengua que no es la materna. El tango me parece que sería una comparación más adecuada.
Noticias: ¿Por qué?
Conde: Porque en sus orígenes podría muy bien parecerse al rock. Es el producto de una mixtura donde entran la habanera –que debemos remitirla a las contradanzas renacentistas francesas del siglo XV– y las influencias andaluzas del tangullo español, y, llegado aquí, recibe cierto ritmo del baile de los negros y se mezcla con la cadencia campera de la milonga. Sus orígenes también son extranjeros.
Noticias: El bandoneón, que es su instrumento por antonomasia…
Conde: Es alemán. Si bien el rock nació en los países anglosajones, en nuestro país no fue copiado servilmente como sí ocurrió en México y en España. El rock argentino de los ’70 era algo muy distinto de lo que se producía en Inglaterra, que en ese momento era el foco del rock progresivo. Manal hace blues y se podría pensar que suena como cualquier grupo de blues. Sin embargo, no es así. Resulta evidente que es argentino.
Noticias: ¿En que se evidencia su origen?
Conde: En el modo de tocar la batería de Javier Martínez, en la manera de tocar la guitarra de Claudio Gabis, en el modo de cantar de Martínez, en las preocupaciones literarias de las letras de Manal. Si uno escucha el primer disco de Almendra, se da cuenta de que no puede haber sido producido en ningún otro país del mundo que en el nuestro. En él suena el bandoneón de Rodolfo Mederos en “Laura va”, hay una cantidad de elementos que pueden reconocerse como una continuidad natural del tango. Para ir a tu pregunta, los modelos que tomaron los letristas de rock argentino no fueron Jim Morrison, John Lennon o los letristas de Yes. Fueron el “Cuchi” Leguizamón, Homero Manzi, Atahualpa Yupanqui. En las primeras letras de Fito Páez hay mucho folklore consumido, absorbido y asumido.
Noticias: La deuda del rock hacia el folklore se ha “blanqueado” en los últimos tiempos, ¿no es así?
Conde: Sí, el único que la asumió casi de entrada fue León Gieco. Por eso, los seguidores del rock lo consideraron alguien que no era del palo y los seguidores del folklore también. Los músicos, en cambio, tanto del rock como del folklore, lo reconocen mucho. Después de De Ushuaia a la Quiaca es imposible no reconocer el trabajo que ha hecho con Santaolalla. El rock argentino va más allá de lo musical, tiene que ver con un modo de ver las cosas y con un modo de expresarlas literariamente.