El día después de las elecciones, Lázaro Báez estaba contento. No sólo porque Cristina Kirchner había asegurado la continuidad del matrimonio presidencial en el poder, sino porque esa mañana del lunes 29 de octubre terminaba de delinear sus nuevos negocios. Registró dos empresas dedicadas al rubro inmobiliario y una semana antes había creado un emprendimiento agroganadero.
Báez, amigo y socio del Presidente, experimenta un increíble crecimiento económico desde que en el 2003 se convirtió en un constructor clave en Santa Cruz y se proyectó al resto del país. Ya amasó más de 3.500 millones de pesos, entre las licitaciones nacionales y provinciales que ganó con su nave insignia, la firma Austral Construcciones. Pero Báez es inquieto y ahora busca ampliar su horizonte más allá de la gran caja de ingresos que es la obra pública, su especialidad.
Su red de empresas se expande en varios rubros: energético, agroindustrial, turístico y de bienes raíces. ¿Cuál es la fórmula de este santacruceño de bajísimo perfil que pasó de empleado bancario a multiempresario millonario? ¿Por qué la oposición, con Elisa Carrió a la cabeza, lo sindica como el testaferro de Kirchner?
Nuevos negocios. Báez no se quedará afuera del boom del agro argentino. El 23 de octubre, cinco días antes del triunfo de Cristina, creó la sociedad anónima Austral Agro, una firma que comparte, como tantas otras, con su fiel contador Fernando Javier Butti. Con un aporte inicial de 50.000 pesos incursionará en actividades agrícolas, ganaderas y de importación y exportación de cereales, frutos y otros productos.
Hasta ahora, el empresario K adquirió tierras, pero siempre con fines más turísticos que agrarios. Posee chacras en la localidad de Río Turbio y en El Calafate. Allí le adjudican la compra de la estancia Río Bote, que tal como indica su nombre tiene salida al río y solía brindar servicios de camping. Se los vio a sus hombres haciendo mejoras edilicias en el lugar que sería aprovechado como proyecto turístico. Además, en El Calafate, el destino preferido de los Kirchner, Lázaro tiene dos parcelas de 11.000 metros cuadrados. Al igual que el Presidente, su esposa y muchos funcionarios K, las compró a un precio envidiable: 7,50 pesos el metro por decreto del intendente kirchnerista del lugar.
Los otros dos nuevos emprendimientos de Báez son de bienes raíces, un sector que bien conoce Néstor Kirchner desde los ‘70, cuando comenzó a adquirir propiedades para alquilar. En la flamante Austral Atlántica, creada el día después de las elecciones, Lázaro también está asociado con su contador Butti –nadie se explica cómo puede figurar en tantas sociedades con su modesto poder adquisitivo– y el ingeniero Julio Enrique Mendoza. Con un capital inicial de 50.000 pesos, la compañía se dedicará a la construcción y comercialización de inmuebles, incluidos los de propiedad horizontal y los clubes de campo. La firma Austral Desarrollos Inmobiliarios, registrada el mismo día que la anterior, tiene objetivos similares, pero no figura el ingeniero Mendoza entre los directores.
Si bien a Báez le atribuyen la compra de lujosas casonas y la edificación de departamentos y centros comerciales, el antecedente más concreto –y probado– en el rubro de bienes raíces es su sociedad con el Presidente: están juntos en un fideicomiso inmobiliario que se creó para la construcción de departamentos en el centro de Río Gallegos. El propio Kirchner lo reconoce en su última declaración jurada: él cedió el terreno para que se erigieran diez unidades funcionales en propiedad horizontal, que ya están construidas y habitadas.
Oro negro. A fines del 2005, Báez mantuvo duras negociaciones para adquirir la petrolera Misahar. En el hotel Lucania Palazzo, uno de los mejores de Comodoro Rivadavia, se reunió con un grupo de acreedores de la firma. En ese entonces, Lázaro ya sabía que el mercado energético podría darle suculentas ganancias y pretendía avanzar en ese terreno. Quizá por eso soportó que los acreedores lo hayan confundido en el lobby del hotel con el chofer de su contador Butti.
Báez maneja dos petroleras. Controla Misahar desde octubre del año pasado y en octubre del 2005 registró Epsur, presidida por su hijo Martín Antonio (26). Esta última opera en tres áreas: una en Mendoza y otras dos en Chubut, en el este y oeste de Mata Magallanes, cerca de la cuenca del Golfo San Jorge. También desarrolló Eversur, una unidad de negocios que busca liderar el segmento de energías alternativas.
Como petrolero, Báez parece contar con la misma suerte que como constructor: el gobierno santacruceño le adjudicó siete de las quince áreas petroleras que licitó la provincia a fines del año pasado. Salvo una que quedó vacante, el resto se la ganó otro empresario K de súbito crecimiento: el rey de los juegos de azar y del petrolero, Cristóbal López.
Obras, obras. Lázaro teje su emporio gracias al rápido despegue de su constructora Austral, que vio la luz el 16 de mayo del 2003, pocos días antes de que Kirchner asumiera la Presidencia, y se posicionó en el primer lugar del ránking de la obra pública en Santa Cruz. El empresario también está vinculado con Gotti SA, otra empresa fuerte del sector. Báez comenzó a tener cada vez más influencia en la firma cuando a fines de los ‘90 se privatizó el Banco de Santa Cruz. Por aquel entonces, Lázaro era el gerente designado por el gobernador Kirchner y frecuentaba las oficinas Gotti, uno de los grandes deudores de la entidad. Si bien Lázaro nunca apareció en el directorio de Gotti, esa firma tenía cedidos sus derechos de cobro a la firma Invernes, que aún hoy tiene domicilio en Carabelas 241, donde queda no casualmente también Austral Construcciones (ver recuadro).
Sólo el gobierno provincial le adjudicó a Austral y a Gotti obras públicas por $ 386.124.216 con 30 centavos desde inicios del 2006 hasta hoy, según consta en el Boletín Oficial santacruceño. A eso deben sumarse los jugosos contratos que consigue el amigo presidencial en obras en Santa Cruz realizadas con fondos nacionales y otras iniciativas en el resto del país. Por ejemplo, en Comodoro Rivadavia, Chubut, le otorgaron casi 100 millones de pesos para repavimentar 500 cuadras.
La última gran obra adjudicada a Austral es el paseo costero Bahía Redonda-Laguna Nimes, en El Calafate. Tiene un lapso de 30 meses para ampliar los límites del recorrido actual, debe construir seis kilómetros de la avenida Costanera y para eso recibirá $ 144.762.327 con 21 centavos. El presupuesto original de la obra previsto por el Estado provincial era de 129 millones, mucho menos de lo que pedía Báez. Aún así, el socio de Kirchner salió airoso y ganó la licitación pública en julio pasado.
Tanto éxito empresarial está cargado de sospechas. Austral Construcciones es investigada por presunto lavado de dinero por la Justicia del Principado de Liechtenstein y le trabaron un embargo de 10 millones de dólares. El dinero bajo la lupa que fue a parar al exterior proviene, en parte, de una polémica licitación que también está bajo sospecha en la Argentina. Austral le vendió por 51 millones de pesos unas 140 motoniveladoras chinas a la provincia de Santa Fe, y pronto los “beneficiados” con esas máquinas se quejaron por mal funcionamiento. Austral también fue acusada de “cartelización” y “comportamiento irregular” en la licitación por el Gasoducto Norte –el mismo que derivó en el escándalo de las coimas de Skanska– y fue expulsada del proceso.
La red de Lázaro. Las tres flamantes empresas de Báez son toda una novedad. No sólo porque incursionará en rubros desconocidos para él, sino porque aparece su nombre en los directorios. Hasta ahora, sus laderos parecían ser más ricos que él, al menos en los papeles.
Báez es propietario de Austral Construcciones y Diagonal Sur, una empresa de informática y proveedora de internet, y tiene injerencia sobre Invernes, Gotti y las dos petroleras, pero no aparece él en el staff. Su contador Fernando Butti maneja Magna Consultora, Combustibles Sur, Estrellas del Sur y Dulce Compañía SA. El omnipresente Butti, un “pingüino” adoptivo ya que nació en Buenos Aires, está casado con Andrea Cantín, hija del presidente del Concejo Deliberante de Río Gallegos y empleada de Austral.
La suerte de Butti cambió cuando conoció a Lázaro, tanto como la de Lázaro cambió cuando conoció a Kirchner. A principios de los ‘90, Báez era un empleado bancario y Néstor pretendía convertirse en gobernador. Fue entonces cuando comenzaron a frecuentarse. El historial del hoy exitoso hombre de negocios poco tiene que ver con su presente. Se crió en un barrio humilde y en los ‘70 jugó como defensor en el equipo de Boca Juniors de Río Gallegos, una tradición que hoy continua su hijo Leandro (ver recuadro). Su carrera futbolística no dio rédito y empezó otra como bancario: se inició como cadete en la sucursal santacruceña del Banco Nación y de ahí pasó al Banco de Santa Cruz. Entonces fue premiado por primera vez por Kirchner con su designación como gerente adscripto a la intervención del banco provincial. Después, con su amigo en la Presidencia, saltó al ámbito privado como precoz constructor. Y levantó una imponente chacra blindada en las afueras de Río Gallegos que Kirchner habita los fines de semana como si fuera propia.
Pese a su crecimiento económico, siguió percibiendo el salario estatal de 3.300 pesos arreglado después de la privatización del banco de Santa Cruz y, según los registros de la Anses, figura como empleado de la Secretaría General de la Gobernación.
Lázaro y Néstor son amigos y hasta parecen compartir los mismos problemas: los dos sufrieron desperfectos mecánicos con aviones en los últimos tiempos. El Mitsubishi MU-2 Marquise de Báez está desde hace meses en reparación y el empresario viajó al exterior en busca de una nueva nave. Ahora se moviliza en un Lear Jet 35, con capacidad para siete pasajeros y dos pilotos, que le alquila a Royal Air, la misma que le rentó al Gobierno el avión en el que se transportó la valija de los 800.000 dólares del venezolano Antonini Wilson. El itinerario ida y vuelta de Río Gallegos a Buenos Aires que suele hacer Báez cuesta más de 16.000 dólares.
Pero ningún precio es alto para Lázaro, siempre que se trate de despegar. Y volar alto.