En materia de dúos televisivos, lo que cualquier persona con sentido común supondría -que todos son producto de un concienzudo casting, probado antes de salir al aire- se pega de frente con la realidad de las pantallas argentinas. La mayoría de las parejas que conducen programas en la actualidad, está unida más por el azar que por un análisis de la audiencia, cuando no por la intuición de algún brillante ejecutivo mediático.
Los noticieros, el espacio de mayor exposición para cualquier periodista o conductor en actividad, son un claro ejemplo de la regla del “caiga quien caiga”. Cuando en el 2003, Mónica Cahen D’Anvers y César Masetti se despidieron de “Telenoche”, en canal 13, la sucesora natural de la dupla era María Belén Aramburu, por ser la cara femenina más fuerte de la emisora. Pero la periodista tuvo problemas con el canal y renunció. La otra opción que barajaban los directivos era la joven pero experimentada Débora Pérez Volpin. No tuvo suerte y la elección recayó en María Laura Santillán. La conductora tenía buenos antecedentes, pero fue el hecho de estar casada con el gerente de noticias del canal, Carlos D´Elía, lo que facilitó que Santillán tuviera su oportunidad. Su escasa experiencia en este tipo de programas precipitó la elección de Santo Biasatti como contrapunto indispensable para formar una pareja sólida. Hoy el dúo mantiene relaciones cordiales, aunque muchos lamentan la ausencia de química. Santillán trata de quebrar la habitual seriedad de Santo con algunos chistes y este se los festeja en la medida de sus posibilidades. Lo que pocos saben es que detrás del aspecto pétreo de Biasatti se esconde un hombre de gran humor, que alguna vez se atrevió a conducir un noticiero vestido sólo con la parte de arriba del traje, en protesta por el calor que hacía en el estudio. Además, es famoso por sus piropos subidos de voltaje. Sólo a él se le permite editorializar las noticias. Su pareja tiene la obligación de seguir a rajatabla el teleprompter (la pantalla por donde desfila el texto que se lee al aire). Santillán se toma otras libertades, como llegar sin maquillaje y con ruleros al canal, con la total comodidad que brinda ser parte privilegiada del staff de la casa.
Según Esther Feldman, autora de “Los exitosos Pells”, la telenovela de Telefe no se inspiró exclusivamente en la pareja de Mónica y César. Y la verdad es que ellos no fueron los únicos que mezclaron noticias y amor en su trabajo. Otra historia famosa fue la de Denisse Pessana y Llamas de Madariaga, que luego de trabajar varios años juntos, se enamoraron e hicieron pública la relación. Según ellos, esto sucedió aproximadamente seis años después de conocerse, pero sus compañeros aseguran que fue mucho antes y que tardaron en blanquearlo porque estaban comprometidos. Ya como pareja y fuera del aire, llegaron a convocarlos juntos en América, y su vínculo fue un plus en la contratación.
Lejos del amor y más cerca de la racionalidad, el tándem conformado por Guillermo Andino y Mónica Gutiérrez es otro de los que se han vuelto clásicos en la televisión. Se desenvuelven ajustadamente en el noticiero de la noche de América, quizá porque “Andino sabe que ella tiene una sólida trayectoria periodística y la deja brillar”, comenta un conocido productor de noticieros que prefiere no dar su nombre. “Las parejas funcionan mejor cuando uno de los dos resigna algo de su estrellato para dejar que el otro se luzca”.
Amores y conflictos. Aunque podrían sospecharse enconos varios detrás de un dúo televisivo, muchas veces es el espíritu de camaradería lo que empasta el resultado final. Es el caso de Maru Botana y Diego Pérez. La elección del coequiper de Botana fue azarosa: el actor se encontraba sin trabajo y Claudio Villarruel, director de Contenidos de Telefe, lo detectó entre las páginas de chimentos de un semanario. Lo llamó, le hizo una prueba de cámaras junto a la repostera y la química fue inmediata. Se llevan muy bien y se ríen muchísimo, pero, ¿no es un programa de cocina? Entre tanta risa y jolgorio, es difícil entender de qué se tratan las recetas.
Otra pareja con un efecto similar es la de Verónica Lozano y Leo Montero, conductores en la mañana de “AM”, en Telefe. No sólo se llevan bien, sino que además están unidos por una pasión común: los perros. Ella llega con el suyo todos los días, mientras Leo, más puntual, deglute la cremona sin la cual no puede arrancar la jornada y chequea su look en el espejo que guarda debajo de la mesa. Durante el programa, los dos están siempre tan arriba y se combinan tan bien en los momentos divertidos, que les cuesta bajar el tono para tratar cuestiones de profundidad. Un cambio de estilos que la pareja de Guinzburg y Pais manejaba infinitamente mejor cuando eran competencia.
Para José Núñez, productor de “Infama” e “Indomables”, la “fórmula de los opuestos” es la única regla que debería guiar los castings. Sería el caso de Marcelo Araujo y Macaya Márquez, donde uno jugaba a la locura y el otro a la sensatez.
O el de la histórica dupla entre Bernardo Neustadt y Mariano Grondona que funcionaba porque, como indica el ex productor de “Tiempo nuevo”, Héctor Yemmi, “Mariano representaba los libros y Bernardo, la calle”. Este “matrimonio” terminó muy mal, pero mientras duró fue, en términos televisivos, un éxito rotundo. Ahora, Grondona, en Canal 26, hace jugar a su coequiper en un estilo demasiado similar al suyo. Luis Novaresio, un periodista rosarino de excelente nivel, con programa diario en radio y televisión, no se luce junto a Mariano como cuando trabaja sólo. Tal vez porque la gravedad de Grondona se multiplica por dos, y el resultado es más de lo mismo.
A propósito de dúos políticos, Marcelo Bonelli y Gustavo Sylvestre (el “Gato” como le dicen en el ambiente), aunque no son amigos, conforman una dupla ajustada en “A dos voces”, por TN. Trabajan desde tan jóvenes en Artear, que parecen formar parte del mobiliario. Los políticos rescatan su profesionalismo y su humildad. Los dos son capaces de hablar personalmente para averiguar datos o concertar entrevistas y respetan a rajatabla lo acordado fuera de cámara. Lo malo es que además de buena información se interrumpen y tienen dificultades de dicción, problemas que deslucen su excelente desempeño periodístico.
La dicción tampoco es el fuerte de Tenembaum y Zlotogwiazda, pero tienen una química aceitada por amistad, ideologías compartidas y mucho tiempo de trabajo en común. En el mundo político se rescata la buena onda de “Zloto” pero acusan la progresiva actitud de estrella que está adquiriendo Tenembaum. Mucho menos aceitado que “A dos voces”, las esperas y el nerviosismo son habituales en “Palabras más, palabras menos”, por TN, aunque ese desequilibrio no se traslade al producto final.
Hacer el humor. La dupla que rompe definitivamente con la ley de los opuestos es la de Sebastián Wainraich y Gabriel Schultz, conductores de TVR en Canal 13. La amistad que existe entre ellos podría ser una de las claves de su éxito. “Nos vemos los siete días de la semana, literalmente, porque TVR termina a la madrugada del domingo. Y coincidimos todos los días en la radio”, cuenta Wainraich, quien además suele pasar las fiestas de fin de año junto a su familia y la de su coequiper. En cuanto a la dinámica ante cámaras, Wainraich admite que “a veces no estamos iluminados. Por ahí Gaby hace un chiste y yo no sé qué contestar. En ese caso, digo: ‘Seguimos con el próximo informe’ y listo. Si uno se cae, el otro lo ayuda”.
En el bando contrario, el dúo de Zapping en Telefe se conformó por la prueba y el error. Julieta Prandi se sumó a la conducción cuando el programa ya llevaba siete meses en el aire y era conducido por Guillermo López y Diego Ripoll. Esa dupla no convencía a los productores y López tampoco gustaba en solitario. Cuando Prandi apareció en calidad de invitada, la química que hubo entre López y ella fue definitoria. Y aunque los rumores hablaron de romance con una de las “cabezas” de entonces, de Cuatro Cabezas, lo cierto es que Prandi puso una cuota de inocencia y frescura que sumó a la conducción del programa.
El dúo más nuevo de la tele, el de Karina Mazzocco y Paula Trapani, reunió a dos profesionales con experiencia en el difícil horario de las “Mañaneras” en América. Aunque se comentó, en un principio, que Mazzocco hacía valer su rango de estrella y contaba la cantidad de planos que le hacían en cada emisión, hoy tienen una buena convivencia. “Tienen que tenerla”, confiesa un colaborador del programa, “porque si no el panel se les volvería inmanejable. Las chicas son muy difíciles”. Tan buena es la onda, que suelen irse de compras juntas después del programa y Mazzocco se ocupa personalmente del maquillaje de Trapani, cuando no está impecable. Pero la armonía no alcanza, porque juntas suelen caer en lo peor de los envíos femeninos: el exceso de simplicidad.
Sólo para algunos. Como señalaba hace unos días Jorge Lanata, en la empobrecida TV argentina los programas más baratos de producir son el magazine y las emisiones periodísticas: los invitados no cobran y los panelistas ya están fogueados en radios, medios gráficos e incluso en cable y TV, de manera que pueden salir al ruedo sin mayores complicaciones. Sin embargo, a veces, el paso por la pantalla no es transitado con naturalidad.
Ser buen periodista no garantiza ser efectivo en la conducción. Si a esto se le suman los desafíos de conducir en pareja, los requisitos se multiplican por dos. El “no me dejen solo”, de Neustadt, frente a algunos dúos de hoy, podría transformarse en “mejor solo que mal acompañado”.