Miguel Rep desconfía de la comunicación oral. “Las palabras son un contrato que establecemos para encubrir un montón de cosas”, reflexiona junto a su mesa de trabajo, cubierta de papeles y de lápices. Sin embargo, se vale de ellas para arriesgar una teoría de la función del arte en la sociedad. “El arte abre las conciencias y lleva a la rebelión. No a la rebelión marxista, sino a la rebelión ante el sentido común”, dice el humorista, con la mirada perdida en alguna pared de su estudio de Recoleta, mientras cubre con un gorro su melena enrulada.
Por momentos Rep (Miguel Repiso, según el DNI) gesticula demasiado, como si estuviera dibujando en el aire. Cuenta que creció leyendo revistas de historietas en un inquilinato de Boedo y nunca se planteó otra cosa que ser dibujante. En 1976, cuando cursaba el tercer año del colegio, percibió que “algo raro pasaba” en el país, comenzó a tener problemas de conducta y decidió abandonar los estudios. “Les dije a mis viejos que yo iba a vivir del dibujo”, recuerda.
Noticias: ¿Y tus padres cómo tomaron esa noticia?
Miguel Rep: Papá era un campesino de Corrientes, que cuando vino a Buenos Aires se dedicó toda la vida al taxi. Y dentro de su falta de programación, lo entendió. Yo soy producto de esa falta de rigor familiar y de la libertad de haber tomado el destino en mis manos.
Noticias: O sea que no tuviste el apoyo de nadie.
Rep: De nadie. En casa no había plata, no había libros, no había nada. Papá era el único que laburaba. Y yo a veces, como quería comprar mis revistas, trabajaba en cualquier lado. Mi primer gran trabajo fue en un kiosco de revistas, que fue como conchabarme en una biblioteca. Después empecé a publicar y a trabajar como diagramador en una editorial.
Hoy, a poco más de veinte años de haber dado a conocer su primer dibujo en una revista, Rep publica una tira en Página/12 y acaba de editar “Auxilio, vamos a nacer”, una historieta que narra las vivencias de dos mellizos dentro del útero y sus primeras experiencias en el mundo exterior junto a su hermana. “El libro es como una aventura, algo que funciona con su propia vida y que va a servir para enseñar educación sexual en las escuelas. Está pensado para los niños, pero también funciona para los padres. Yo apelo a una especie de niño adulto. Pero no al niño bobo de Carlitos Balá, sino a un niño que se parece bastante al adulto”.
Noticias: ¿Cómo surgió la idea?
Rep: Surgió del misterio de cómo será llevar ahí dos cosas que se están formando, y que ya van generando una personalidad. Pero esto podría ser utilizado como que estoy en contra del aborto, y no es así. Si me invitan a dar charlas en escuelas voy a decir que estoy a favor de la decisión sobre el propio cuerpo, que eso que pasa ahí en la panza es ficción. Los bebés no piensan. Pueden llegar a sentir estímulos, pero ojo: bebés son cuando nacen. Antes son embriones y luego fetos, nonatos. Esas palabras me van a defender ante cualquier tipo de equívocos.
Noticias: ¿En la historieta hay algo de tu deseo de ser padre?
Rep: Yo estoy amasando la idea de ser padre. El miedo a traer una persona al mundo es una de mis dudas. Pero uno exagera esos miedos. Si no tuviera esa idea, se notaría en la historieta: sería más misógino. Y esta es la historia de un embarazo deseado. Y también es una especie de sublimación del hecho de que uno, un hombre, nunca va a dar vida.
Noticias: ¿Se puede hacer humor con todos los temas?
Rep: Yo hice humor con las Malvinas, con los desaparecidos, con las Torres Gemelas. Me considero un humorista del dolor. El dolor suave y verdadero que tiene la vida es una buena materia prima, pero no el dolor de mierda, ese dolor muy magnificado por esta sociedad. Para mí ser humorista es atacar todo tipo de solemnidad y sacralización.
Noticias: ¿Te sentís cómodo en Página/12?
Rep: Sí, porque nadie se mete con mi laburo. Y eso que hace rato vengo molestando al progresismo, que es mi lector. No me gustan los sentidos comunes, y el progresismo es como un gran sentido común que no piensa por sí mismo, sino que agarra frasecitas de Sabina, de Walsh, de Galeano, de Benedetti. Yo critico eso, pero desde la amabilidad que tiene el humor gráfico.
Noticias: También criticás “la era de la imagen”.
Rep: Esta era, la de la imagen, sólo sirve para vender. Como todavía no llegó la imaginación al poder, llega la imagen al poder. Vas para Aeroparque y está lleno de afiches. Y un boludo ve una teta y choca. Es una era dominada por los psicópatas, por los hombres del poder. Y el humor también cayó en las garras de los publicistas. Pero el humor de publicistas no es el verdadero: es un humor de vencedores, de guachos chetos.
Noticias: ¿Cómo definirías tu trabajo, en cuanto a su labor social?
Rep: Yo soy como el pibe silencioso que dibuja en el aula: al preceptor que es un hijo de puta, a la profesora de latín que es tal cosa… El que dice las cosas que los demás sospechan. Ahora, la preocupación que tengo es si lo que hago es verdad o mentira. Desde chiquito te dicen que todo lo que tenga que ver con las ideas es inútil. En el fondo sé que no puedo hacer otra cosa, de eso me agarro. En el ’98 viví una crisis que me trajo aparejada la certeza del sinsentido de la vida.
Noticias: ¿Cómo se originó esa crisis?
Rep: Entre otras cosas, con la enfermedad de mi papá, que tenía que ver con la locura. Y me di cuenta de que el sentido es una prefabricación para defendernos del miedo. Después de la angustia, de la crisis que también tuvo que ver con el desmoronamiento del país y con la desilusión por la pérdida de una amistad, gané libertad. Ahora siento que las cosas no tienen que cerrar con un sentido que venía heredando.
Noticias: ¿Esa crisis se reflejó en tu trabajo?
Rep: Empecé a dibujar más libremente. En esa época surgió el Niño Azul, un pibito que no habla y ve las cosas por primera vez. Ahí tengo más libertad que haciendo hablar a personajes de clase media. Porque a las clases bajas el sentido se lo dan la religión, la dominación política, pero son más libres. La clase media es muy encerrona, al estilo zapping: consumís un producto, estás saltando de un libro de Paulo Coelho a una serie de televisión, bajás en el ascensor con una tipa que te cuenta una historia. Todo el tiempo estás en cotejo.