A la tumba de Jim Morrison, en el cementerio parisiense de Père-Lachaise (una suerte de Recoleta desaforada), se llega de un modo bien extraño: siguiendo las indicaciones que miles de visitantes dejan –escritas en birome, en lápices labiales, en lo que sea– en las paredes de las tumbas vecinas. A la tumba clara de Iván Langenheim Posse, el único hijo del escritor Abel Posse y también enterrado en Père-Lachaise, se llega de una manera no menos rara: a través del libro que, 26 años después de su suicidio, su padre se animó a escribir.
A mitad de camino entre el exorcismo, el testimonio y la autoayuda, fue editado por Emecé y se llama “Cuando muere el hijo”. Y precisamente ahí, en todo lo que puede seguir a esa frase inconclusa que abre la puerta a todos los espantos, comenzó para Posse un recorrido del que recién ahora, a 25 años del “episodio más triste de mi vida”, se anima a hablar. La charla con NOTICIAS es en su casa de Recoleta, junto a una ventana que balconea a un jardín romano lleno de plantas y de pájaros, y bajo la mirada bicolor de Tinta, una persa blanca. Algo de lo suave que vive en los gatos hace que hablar de la muerte cueste un poco menos. O casi.“Es una persa exótica. Yo quiero mucho a los gatos. Tratan al hombre pero con distancia. Tienen una afectividad… indirecta”, dice el escritor y diplomático.
Noticias: Después de terminar de leer su libro sentí algo parecido: que usted también tiene “una afectividad indirecta”. Todo el tiempo, por caso, trata de evitar el “escándalo”… Y se le murió un hijo.
Abel Posse: Pero yo hablo no en el sentido del escándalo para mí, sino el escándalo social que no tolera la muerte en Occidente. De cuando uno se encuentra con un amigo y siente vergüenza por él, porque no sabe cómo manejar la situación. Entonces, uno trata de evitarle el problema a la gente. No tenemos un lenguaje para aceptar lo terrible.
Noticias: ¿Y alguien sí?
Posse: Sí: los orientales. Lo que pasa es que al lado de los orientales, somos frívolos. Nosotros consideramos natural el nacimiento, pero la muerte es como una desgracia que nos viene, así sea a los 90 años. No hay tolerancia de la muerte porque para nosotros la muerte no forma parte de la vida, y ese es el problema central de la sociedad occidental judeo cristiana. Entonces nos inventamos cosas. Por ejemplo, que la vida va a seguir, y que va a haber un juicio, y que vamos a reencontrarnos… Pero la verdad de la muerte es que hay que tomarla como el episodio concreto de que vamos a vivir en su realidad. Es un episodio que está en la vida y que puede ocurrir en cualquier momento, y que tendríamos que vivir de otra manera para saber aceptarlo.
Noticias: Si usted y su mujer no hubieran tenido una formación filosófica…
Posse: No hubiéramos podido. La formación previa que teníamos mi mujer y yo fue transformándose en una especie de “auto-ayuda filosófica” para poder soportar. Y soportar es más importante que explicarse las cosas; si usted no soporta el golpazo ese y no comprende que la muerte entra en la vida en cualquier momento (a los 3 años, a los 30 o a los 90), la pasa mal.
Noticias: ¿Por qué nunca llega al punto de quiebre?
Posse: Es mi forma de ser. Yo me defendí en la dureza. Mi padre siempre temió por mi sensibilidad, porque la vida es muy cruel. Pero yo siempre me defendí así, en la dureza. El día que vienen los gendarmes y la ambulancia, a los pocos minutos de lo de Iván, a mi amigo y a mi mujer los inyectan. Yo, en cambio, empiezo a trabajar con los gendarmes. Ese episodio a mí me fortaleció enormemente, porque me dije: “O yo me vuelvo loco en este momento, o aguanto la muerte de mi hijo”. Fue un desafío.
Noticias: Pero una cosa es aguantarla y otra cosa es ir a meterse en la trinchera…
Posse: Yo fui al extremo, sí, a meterme en la trinchera. Tenía ahí la opción de enfrentar la muerte de mi hijo al extremo, hasta lo inenarrable. Para mí, besar la sangre de mi hijo fue un episodio de comunión.
Noticias: Hay quienes vieron en eso una suerte de regodeo, algo innecesario…
Posse: Es que no hay regodeo porque no hay ahí literatura. Este libro es un documento, es existencial. Pero, volviendo al episodio ese de la sangre, fue totalmente subconsciente. Ahí nace el instinto que tenemos resguardado y que, a veces, nos salva más que la razón. A veces pienso: “¿Cómo pude aguantar todo eso?”. Yo sentí que mi hijo se había muerto cuando el párroco me hablaba y nada de lo que me decía me tocaba. Yo estaba ya aislado en lo mío y seguro de algo: me salvaba yo o no me salvaba nadie.
Noticias: Los primeros cristianos hasta tenían unos pequeños frasquitos, los lacrimatorios, donde juntaban sus lágrimas para ofrecérselas a Cristo. Hoy nuestro dolor ya no tiene sentido…
Posse: Bueno, ese es uno de los problemas más graves de Occidente: la pérdida del sentido de las cosas. Porque a través de la religión y de las figuras poéticas o míticas, se crea una visión mucho más completa de la vida o del misterio. En cambio nosotros vivimos lo actual como si no fuera lo que es: un misterio.
Noticias: ¿Por qué le cuesta tanto hablar de la muerte de su hijo en términos personales?
Posse: Es que el ciclo íntimo de él es tan raro… Este chico encontró que venía de un mundo infantil maravilloso, que era el de Venecia, donde estaba protegido en un colegio de monjas, luego llega a París y tiene un sobresalto. Y ahí siente un shock, al ver la modernidad y el futuro que le esperaba.
Noticias: ¿Pero eso es lo que sucedió o lo que usted necesita creer para tolerarlo?
Posse: Bueno, en mí hubo un itinerario. La primera tentación fue la culpa. Pero cuando se trata, como en este caso, de un niño mimado, que va al mejor colegio de Europa, y tiene todo, y tiene cariño…
Noticias: Quizá era un alma extremadamente sensible y necesitaba más amor…
Posse: No, por ese lado no. Podría haber sido de mi parte, en todo caso. Yo era más alejado porque trabajaba mucho y además el escritor es un tipo muy metido en sí mismo, ya de por sí. Para mí, sábados y domingos no eran para ir a jugar a la pelota con él. ¿Me entiende? Ojo, yo tenía una buenísima relación con él. Aquí no hay culpa. Nosotros estamos en un mundo de destinos, de episodios misteriosos. Porque usted tampoco puede dejar de respetar al que opta por esto. Este chico optó por esto porque yo mismo no creo en esto. La sociedad burguesa que creamos es una sociedad que no respetamos. Acá triunfó el mercader. Y la sociedad de mercaderes no puede atraer a un joven. ¿Cómo lo puede atraer a un joven ser ejecutivo de Coca-Cola?
Noticias: Pero usted es todo un señor burgués. ¿La muerte de su hijo no fue acaso una muerte “dedicada”?
Posse: Sí, claro. Yo hice una carrera totalmente exitosa dentro de la sociedad burguesa. Pero me queda el escritor por el otro lado. Yo soy un dividido, soy un esquizoide. Si no, no hubiera podido escribir esto. Un burgués no escribe esto.
El tema es que yo soy un hombre de una sociedad intermedia, y viví con valores que hoy se perdieron. La vida tenía más sentido y era más agradable.
Noticias: Pero ese mundo se terminó. Y si usted le transmitió a su hijo algo de esa nostalgia que siente, tal vez le resultó descorazonador…
Posse: Pero él no lo vio en mí. Lo olió… en el aire, digamos. Él vivió su infancia en ese paraíso terrenal que es Venecia y el choque fue llegar a París, llegar a una sociedad casi perversa. Pero acá en la Argentina es todavía peor: hoy las chicas de 12, 14 años, salen toda la noche. Vuelven a las 9 de la mañana. Es monstruoso que se arriesgue así a un niño. El tema es que acá la gente le tiene miedo al poder, y no se puede organizar una sociedad con debilidad. El poder es fuerza, coraje y decisión.
Noticias: Suena a mano dura.
Posse: ¡Pero si la mano dura ya está en la vida! La sociedad argentina se deshace porque no cree en el poder que tiene para organizarse ella misma. Nos van a matar a flechazos. Esta es una sociedad indigna.
Noticias: ¿Y cuál es una sociedad digna?
Posse: Francia, por ejemplo. Dentro de todos los problemas que tienen, hay una energía de Estado tremenda.
Noticias: ¿Y entonces por qué hay chicos que salen a quemar autos?
Posse: Ese es un problema político. Los que queman autos son adolescentes magrebíes que son franceses ahora. Tiene becas especiales porque por lo general no rinden como un chico francés, y se transforman en terroristas islámicos. Son las reacciones monstruosas que crea una sociedad profundamente enferma. Los argentinos, por nuestra parte, no podemos funcionar porque no tenemos la noción de la organización que se necesita para sobrevivir. Acá se perdió el coraje, la fuerza.
Noticias: ¿No es complicado decir eso aquí, donde no tenemos una gran tradición democrática, precisamente?
Posse: Democrática no, pero libre sí. Acá no hubo un solo compañero de mi generación que estacione bien un auto, y acá nunca vi un chico reprimido por tirar un papel en la calle, como sí lo vi en Suiza. Nuestra sociedad es permisiva sin sentido.
El poder no es dictadura. ¿O acaso usted ante un hijo no ejerce el poder?¿Lo ve tomando paco y no dice nada? Uno, cuando le da un sopapo a un hijo, ¿es dictadura? Hay que darle un sopapo al hijo…
Noticias: En una entrevista, usted dijo que a Iván “le podría haber comprado un Alfa Romeo, pero le compré una tumba en Père-Lachaise”. ¿Cómo pudo decir eso?
Posse: Porque ya pasaron 26 años. La vida pasa. Mi vida pasó antes que la muerte en la que me metió mi hijo, antes que el ámbito de muerte donde me metió él. Mi vida es más fuerte. Si usted vive, sobrevive. Él, seguro, no va a sufrir más. Eso es un alivio. Ahora me toca a mí aguantármela. En esta guerra, el soldado soy yo.