Cuesta identificar al Luis Mattini que habla con lentitud y vive rodeado de libros y papeles, como si siempre hubiera llevado una vida sedentaria destinada a leer y escribir ficciones, con el dirigente del PRT-ERP que sucedió a Roberto Mario Santucho, en la década del ’70. Sin embargo, él reconoce que la militancia y la literatura fueron siempre en su vida pasiones paralelas. Prueba de esa doble inquietud es la novela que acaba de publicar, “El secreto de Lisboa”, en donde narra un secuestro llevado a cabo en esa ciudad con el fin de obtener dinero para un grupo de militantes con sus familias que iban a entrenarse a Italia, pero que por razones económicas había quedado varado en Brasil. En la novela, “la tanita”, hija de militantes de los ’70 y en busca de saber algo más sobre su origen –sospecha que puede ser hija del secuestrado–, se enfrenta al pasado político de sus padres y lo mira con los ojos del presente.
Luis Mattini es, en realidad, el nombre de guerra de Arnol Kremer Balugano. Firmar con él es una manera de reivindicar su pasado militante que considera que sólo puede entenderse si las acciones llevadas a cabo se enmarcan en el contexto de la época en que tuvieron lugar.
Noticias: Antes de dedicarte a la militancia y luego a la literatura tenías un oficio manual, ¿no es así?
Luis Mattini: Sí, es de familia. Mi padre era carpintero. Yo hice la escuela secundaria en un colegio técnico y trabajé en una fábrica metalúrgica, Dálmine Siderca, hasta que fui funcionario permanente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en 1971. Después fueron unos cuantos años dedicados a la militancia.
Noticias: Hasta que te fuiste al exilio.
Mattini: Sí, me fui en el año ’77 y desde allí estuve intentando reorganizar el PRT. Pero exiliado realmente estuve a partir del ’81, cuando llegué a Suecia, hasta el ’87, en que volví a la Argentina. En Suecia retomé mi oficio: hice un curso de matricería y terminé siendo matricero.
Noticias: ¿Por qué decís que fuiste “realmente” exiliado en el ’81?
Mattini: Porque antes no tenía categoría de exiliado. Vivía a los saltos, incluso con documentación falsa porque estaba militando. Cuando se terminó todo, fui a parar a Suecia y allí volví a mi verdadero nombre, Arnol Kremer, y me dieron categoría de exiliado, fui protegido por las Naciones Unidas. Cuando regresé a la Argentina, tenía 45 años y por más antecedentes suecos que tuviera, no había manera de conseguir trabajo. Mi curriculum como metalúrgico era brillante, pero por mis antecedentes políticos nadie me tomaba. Entonces decidí dedicarme a la restauración de muebles, porque los oficios manuales son parientes. Puse un tallercito en Villa Crespo, pero no pude hacer restauración como quería y me dediqué a hacer muebles de cocina a medida. Me las rebusqué bien hasta casi el ’98. Después, me engancharon en la Defensoría del Pueblo y trabajo ahí como oficinista.
Noticias: ¿Y cómo llegás desde la militancia política y el oficio manual a la literatura?
Mattini: Aunque he escrito varios libros, no tengo ningún tipo de formación académica. Ni siquiera tengo el secundario completo. Soy un autodidacta. Tuve maestros, claro, pero no una escuela sistemática. Pero mi padre era muy lector. Cuando mi hermano y yo éramos chicos, nos dijo: “Nosotros somos pobres, no vamos a poder viajar nunca, así que hay que leer”. A pocos militantes les interesa la literatura. Incluso me he peleado con muchos compañeros de la izquierda y me sigo peleando porque yo no hago distinciones con la ideología del escritor. Siempre defendí a Borges, por ejemplo y creo que uno de los más grandes escritores de hoy es Vargas Llosa cuyas ideas políticas son indignantes. Mi posición era rechazada. La izquierda es muy esquemática. Lo digo con mucha ternura, pero así era la militancia. Para Santucho, por ejemplo, lo que era bueno para la revolución era bueno, lo demás no le interesaba. Yo, en cambio, incluso en los momentos más tensos de la militancia, además de lo que tenía que leer por mi formación política, leía novelas. Eso me lo inculcó mi padre. Él era fanático de Víctor Hugo y yo heredé ese fanatismo. Cuando me preguntan por qué, contesto que alguien que se ha dedicado a la Revolución y que ha tomado como modelo la Revolución Francesa, no puede dejar de leer “El noventa y tres” que es lo mejor que se ha escrito sobre el tema. Una vez le pregunté a Santucho: “Negro, ¿cómo se aprende a escribir?” Me contestó: “Escribiendo”. Yo aprendí a escribir escribiendo. En ese momento yo admiraba mucho sus textos.
Noticias: ¿Y hoy?
Mattini: Hoy soy más crítico.
Noticias: En tu novela decís que está de moda pegarle al Che Guevara, considerarlo, quizás, un aventurero. ¿Cuál es tu visión de él?
Mattini: Nosotros estamos impregnados de una cultura trascendente. Nuestra lectura de la Historia tiene que ver con la trascendencia: hay algo que viene de afuera de la Historia, de afuera de los seres humanos. Cuando militábamos creíamos en eso. En esas teorías trascendentes hay toda un metodología: respetar tiempos, relaciones de fuerza, etc. El Che rompe con todo eso con la teoría del foco porque consideraba que un foco guerrillero puede crear las condiciones subjetivas para la Revolución. La acción del foco es inmanente. Los grupos armados de los ’70 fuimos eso, inmanencia. La inmanencia puede salir bien o mal. En Cuba, hasta cierto momento, les salió bien. Yo reivindico al Che por su acto de compromiso en sí mismo. Nosotros nunca usamos una remera del Che, intentábamos hacer lo que hacía él. En la novela también pateo contra los partidos de izquierda que no estuvieron con la lucha armada y que decían que el Che era un aventurero y que hoy nos miran como diciendo: “Vieron, teníamos razón, por eso estamos vivos.”
Noticias: ¿Firmar con tu nombre de guerra es una forma de reivindicación de tu militancia?
Mattini: Cuando volví a la Argentina empecé a usar mi nombre verdadero, pero a todo el mundo había que aclararle que Kremer era Mattini. Cuando Gorriarán Merlo hizo La Tablada el fiscal Victorica empezó a sacar en los diarios que había alguien llamado Kremer que se hacía llamar Luis Mattini que era tan responsable como Gorriarán y que estaba prófugo. Yo no había tenido nada que ver y, además, estaba en Buenos Aires. Hice hacer un habeas corpus para ver si la Justicia me acusaba de algo. Un periodista sacó la noticia en Crónica con un titular que decía que Luis Mattini había sido sobreseído. Bueno, a partir de ahí fui Luis Mattini, como nombre artístico y como reivindicación de una época.
Noticias: La novela aborda un tema difícil, el secuestro extorsivo. Hoy no resulta fácil reivindicar eso.
Mattini: Tocar el tema es difícil, pero tampoco lo puedo ocultar. Me propongo revelar que las condiciones eran diferentes de las de hoy: no éramos delincuentes, no éramos guerrilleros, éramos combatientes. Intento que el lector se ubique en esa época, por eso el personaje de la tanita, que es joven y no pertenece a esa generación, dice que ellos no van a ser tan delirantes, que van a inventar otra cosa. Y, la verdad, te lo digo sinceramente, eso está dirigido a la organización HIJOS, no a todos, pero sí a cierto sector.
Noticias: ¿Por qué ?
Mattini: Porque me preocupa mucho que tengan la idea de que hay que repetir lo que hicieron los padres. Lo que les digo a las nuevas generaciones es que lo que hicimos nosotros, era lo que había que hacer en ese momento. No tengo de qué arrepentirme, pero hoy en día hay que hacer otra cosa.
Noticias: ¿Qué?
Mattini: No sé, lo tienen que decir ellos, tienen que hacer la suya.
Noticias: ¿El secuestro en Lisboa es ficticio?
Mattini: Es real. La tanita es un personaje inventado, pero todos los demás están tomados de la realidad. Fue real, por ejemplo, que el grupo se equivocó y secuestró primero a un tipo que no tenía guita. También fue real que esa persona, viajó a Nicaragua y volvió a Europa y se reencontró con la mujer que había sido el señuelo para secuestrarlo. Lo que cambio en la novela es la nacionalidad real del tipo, que no te la voy a decir, pero era un latinoamericano. Cómo se nos ocurrió a un grupo de locos hacer un secuestro en Lisboa con armas de juguete, sólo lo pueden explicar las circunstancias. Una serie de compañeros estaba en Brasil porque había salido de la Argentina para entrenarse en Italia. La idea era que allí los podían recoger para llevarlos a Europa, pero eso chocó con la voluntad de los propios compañeros que no querían refugiarse como exiliados porque se consideraban combatientes clandestinos. No podían volver ni seguir.
Noticias: Y ustedes no tenían forma de conseguir armas.
Mattini: Con la experiencia que teníamos podíamos desarmar a un guardia civil, pero nos complicábamos la vida. El que en la novela aparece como el Tordo, le decíamos en realidad el Cuervo. Yo no quise reivindicar la acción heroica, sino la circunstancia. Era la época de la dictadura y teníamos 200 compañeros varados en Brasil. La gente del PRT se jugó a hacer un secuestro en Lisboa para salvar a esos compañeros. En eso éramos muy guevaristas y lo voy a reivindicar toda la vida. Si hubiéramos sido trascendentes, habríamos dicho que las condiciones no estaban dadas.
Del setentismo hay dos imágenes, que éramos unos locos del diablo o que éramos perfectos. Estábamos llenos de errores, pero esto no sólo era común en la Argentina. La Revolución cubana, por ejemplo, salió de casualidad, como todas las revoluciones. Como decía Víctor Hugo, “una revolución es una gigantesca improvisación”.