Velas; oraciones; “Gloria” y “Ave María”; libro de actas y alianzas. Hasta ahí, todos ingredientes habituales de una boda. La frase final del clérigo resumió la originalidad del evento: “¡El esposo puede besar al esposo!” Así fue como se casaron en Amerika –epicentro de la movida gay– el diseñador Roberto Piazza y Walter Vázquez. Y ahora todos quieren saber quién era el “cura”. Se llama Alejandro Soria, es militante homosexual y fue el primer clérigo en contraer unión civil con su pareja en 1996. “Para muchos aparecí ahora, de hecho le escribí a Piazza un correo diciéndole ‘Roberto, gracias por sacarme del freezer’”, dice él. Y por lo bajo agrega: “Acá había una cuestión de protagonismo: Piazza quería ganarle de mano a Flor de la V”.
Acomodado en un sillón del departamento de Lavalle al 300, en donde en 1996 se fundó la “Organización Internacional Otras Ovejas”, Soria –44 años, en pareja con Rolando desde hace dos, gran sentido del humor– cuenta que desde siempre fue gay, y que su recorrido religioso empezó a sus 18 años, cuando ingresó al seminario católico romano de la Iglesia Episcopal de Avellaneda. Un año después se retiró. En tono de culebrón relata que todo se desató porque uno de los formadores del seminario le pagaba a un taxi boy para que lo visitara regularmente. Cuando el resto se enteró lo denunció al superior, quien compartía su dormitorio con un amigo: “¡No tenía ni la delicadeza de dormir en colchones separados!”. Así y todo, el párroco señaló al pecador con nombre y apellido. Ese día Soria dijo basta. Basta de hipocresía. “No iba a vivir mi sexualidad clandestinamente. No quería dar una imagen de pastorcito bueno y encima condenar lo que yo mismo vivía”. Estuvo 12 años sin asistir a una iglesia.
Noticias: Antes de eso ¿cómo pensaba manejar el tema del celibato y la sexualidad?
Soria: Entré en la Iglesia por una deuda. En el catolicismo todo es culpa, y yo sentía que tenía que saldar la mía por ser gay. Pero comprendí que ser gay no se contradecía con lo demás. Dios no me lo prohibía, ¡no me mandaba un rayo! La conciencia de pecado respecto de la homosexualidad no tiene asidero real. El texto del Levítico, que suelen usar para condenarnos, no tiene vigencia.
Noticias: Hoy lo vive como normal…
Soria: Sí, para mí la normalidad es estar con un hombre. Siempre fue así. Mis padres me decían: “¿No te gusta la chica de al lado?”. Y no. Además, la vecina tenía todos los dientes podridos y era bizca (ríe). Siempre fui gay.
Noticias: Así y todo, decidió ser seminarista…
Soria: Sí. Incluso un cura me dijo “Si entrás al seminario no sólo salvás tu alma, sino también la de tu mamá”. ¡Me ofrecía un 2 x 1! Yo, pensando en ella, dije: “Bueno, me hago cura”.
Noticias: Se sabía gay, tenía formación católica y padres estrictos… ¿cómo sobrevivía a esa ensalada?
Soria: Sentía un llamado. Tenía que dedicar mi vida a otro que estuviera peor que yo.
Noticias: ¿Qué opina del celibato?
Soria: Que es un don divino. Lo vivís o no. Es mentira que hay que ser célibe para ser cura.
Noticias: Pero es verdad que sigue siendo un requisito…
Soria: Esa exigencia genera los conflictos. Las alteraciones, las perversiones y los ultrajes…
Noticias: ¿Cree que los abusos a menores tienen que ver con eso?
Soria: Yo en el seminario sabía que Fulano andaba con Mengano. Mañana te ordenás cura y no vas a resignar tu sexualidad. Te vas a agarrar al que sea falto de carácter y al que puedas abusar, desde tu posición de poder. No es condenable la pulsión humana, pero sí el abuso de poder. Prefiero vivir con mi pareja y decir, como digo acá, “Yo-soy-gay”.
Cuenta Soria que el primero de esos 12 años lejos de la Iglesia se empleó en Aurora Grundig y empezó a “yirar” por los boliches. Un día, el chungui-chungui de los sábados le pareció frívolo. Fue cuando oyó a Roberto Jáuregui en el programa de Mirtha Legrand decir: “Yo soy homosexual”. Sintió que caía una bomba: “¡Había algunos gay que no entraban en los estereotipos que mostraban Olmedo y Porcel!” Entonces fue a la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), en donde vio a un señor muy robusto con atuendo religioso. “Quién es la gorda vestida de cura?”, preguntó. Era el reverendo Roberto González, de la Iglesia Católica Metropolitana (ICM), la Iglesia Gay. “Qué payasada, esto no sirve para un carajo”, pensó Soria. Pocos meses después murió su pareja (tenía SIDA) y se sintió vacío. “Me faltaba optimismo para vivir. Sentí que no estaba siendo íntegro. Me uní a ellos y a los dos años me ofrecieron ser pastor. Me pidieron documentación de mis estudios, me autorizaron como pastor y después me ordenaron sacerdote”. Ahora dirige la Misión Sacerdotal Tercermundista, a la que define como “una Iglesia con”. No de los gay, sino con los gay, los heterosexuales y quien se quiera unir.
Noticias: ¿Se acercan muchos heterosexuales?
Soria: Sí, la mayoría no encuentra consuelo en la Iglesia católica. Vienen buscando indulgencia. Nos sentamos a charlar, preparo mate o tomamos gaseosa. Si es una falta, vemos cómo modificarla. No condeno a nadie.
Noticias: ¿Tienen personería jurídica?
Soria: La estamos tramitando. En Cancillería ya nos rebotaron una vez. No queremos pedir autorización para ejercer, porque de hecho lo hacemos, sí queremos tener entidad como culto.
Noticias: ¿Hay gente que quiere confesarse porque es gay?
Soria: ¡Sí!. Hay parejas de lesbianas que vienen y me dicen: “Nos queremos casar, pero hay un problema: somos gay”. ¡Me lo dicen a mí! (ríe).
Noticias: ¿Tienen algún reconocimiento legal sus casamientos?
Soria: Acá sólo los casamientos civiles tienen reconocimiento legal. Una vez, en un programa, Grassi mismo me dijo: “Ustedes confunden a la gente, porque andan casando como nosotros”. Yo le contesté: “Acá el único que casa es el Estado”.
Noticias: ¿Los enfrentaron?
Soria: (ríe) Sí, en el programa de Socolinsky. Era un especial sobre adopción. Justo estos dos me venían a acorralar a mí, que con mi pareja quería adoptar.
Noticias: ¿Siempre vio compatible la adopción con su condición sexual?
Soria: Sí. Yo no puedo quedar embarazado ni hacer inseminación artificial, porque está penado. Así que según la ley mi opción es adoptar, una posibilidad que se le da a cualquier hombre mayor de 30 años.
Noticias: Ya casó a Piazza. ¿Qué le falta ahora?
Soria: ¡Que la Chiqui (Legrand) me invite a almorzar!