San Néstor del Atril y de la Caja
Llegó al templo por la mano mafiosa de los apóstoles del santo del conurbano, pero sus pecados fueron borrados gracias a la buena imagen esparcida por sus encuesta-predicadores. Muy pronto, San Néstor se dio cuenta del inmenso poder del atril central, y desde allí arengó a sus fieles y seguidores que no eran tantos ni tan devotos. Al igual que en su Santa Cruz, Néstor buscó enemigos fáciles para mostrar su poderío sin par. Y desde el atril, tanto la emprendió contra las sagradas escrituras de Joaquín como contra la pluma de los narradores no oficiales. “Son buenos muchachos, pero están equivocados.”
Convencido del poder de su palabra, el santo que vino del frío también la emprendió contra los usureros del Fondo, y los maldijo en mil formas y en mil idiomas. Y fue tan duro el santo del Atril, que en un santiamén decidió pagar todo lo adeudado por el reino y, aún más, antes de tiempo.
Todos los 29, conviene poner la estampita de San Néstor debajo del plato de diminuta pasta. Dicen que trae superavit y aumenta las reservas de monedas de oro. Pero se recomienda a los fieles no ponerse nunca de espaldas a una imagen de este santo, porque la venganza será terrible. Y llegado el caso, sólo una oración podrá salvarlos y empieza así. “San Néstor, tú que quitas y también pones los pecados del mundo, ten piedad de nosotros…”
Nuestra Señora del Shopping
Santa Cristina, virgen de toda austeridad, suele hacer apariciones asombrosas en Bal Harbour o Nueva York, muy lejos de su Santa Cruz original. Predicadora de la palabra del santo del Atril y de la Caja, modernizó entre los feligreses la vieja fórmula para persignarse, al reemplazar los objetos de culto. Al llevarse la mano a la cabeza dice “en el nombre de Sanders” (el creador de sus extensiones), “de Gucci” (se toca el cinturón) y “de Louis Vuitton” (señalando su equipaje de mano). Para que la estampita de Nuestra Señora del Shopping proteja a los fieles de los pecados de los noventa debe plegarse en dos y colocarse a buen resguardo en la billetera del caballero o la cartera de la dama, entre la Visa Gold y la American Express. La oración en su nombre no debe pronunciarse en vano y empieza así: “Santa Cristina, esposa de Néstor, ruega por nosotros, consumidores…”
Santa Felisa, patrona de la Intrascendencia
Es la primera mujer en administrar la caja de todo el reino, pero llegó más por sus carencias que por sus virtudes. Rodeada de santos varones, a diestra, San Julio de los Retornos; a siniestra, San Moreno de los Aprietes, ella hace votos de humildad y prefiere el segundo plano. Por encima de todos, San Néstor le maneja las tablas de la economía y Felisa ni siquiera tiene el poder que supo tener el beato Lavagna, hasta que fue expulsado del templo. Su sacrificio y voluntad de sumisión la llevaron a ser canonizada para presentarla como modelo de conducta ante los creyentes kirchneristas, dándole reconocimiento por el grado de perfección alcanzado al desalojar del templo del Indec de ateos y falsarios. Desde entonces, cada primero de mes, cuando la plaga de la inflación proyecta larga sombra sobre el horizonte, debe rezarse a la virgen de la Intrascendencia: “Santa Felisa, invento de Néstor, bendita tú eres entre los duros varones y bendito es el dígito del Índice de Precios al Consumidor”.
San Rudy Ulloa, protector de los Testaferros
Fiel servidor de su amo Néstor, el apóstol Rudy todo lo puede. Empezó como chofer del líder de la comarca, iba y venía por los caminos de ripio hasta que un día lo tocó la fortuna. En su cuenta apareció un millón de dólares en depósito compartido con sus amos. “Algún día, Rudy, todo esto no será tuyo”, le dijo su jefe, pero logró que el santo de los rulos, emocionado, diese su vida por la causa. A partir de allí, se convirtió en protector de todos los testaferros. Él es el autor de la frase: “Lázaro, levántate y anda”. Y allí se levantó y fue Lázaro Báez, a ganar todas las licitaciones de puentes y caminos que mandó a construirse por obra y gracia de San Julio de los Retornos. El santo de los que eran pobres enseguida descubrió el sendero de los milagros y les dijo a los suyos: “Prestad tu nombre, y la riqueza del cielo se abatirá sobre vosotros”. Montó un taller de buenas noticias en la tierra original y desde allí difunde la palabra de Señor de los Atriles. San Rudy también reinventó el persignarse e intercambia la primera aseveración: puede ser “en el nombre del padre”, “del cuñado” o de quien lo necesite.
Beto, arcángel de los Alcahuetes
Vive protegido entre el manto de Nuestra Señora del Shopping y el atril de San Néstor. Beto, también conocido por Alberto F. se erigió pronto en santo patrono de los Alcahuetes. Es reconocida su habilidad para conformar por igual a verbitskys y hadades, néstores y cristinos. A unos dice una cosa, a otros una distinta y todos lo creen interlocutor válido. Dueño de una elasticidad poco vista, puede defender a San Mingo, el creador de la Convertibilidad, como elogiar a su nuevo amigo, San Miguel de los Bolazos. Si hay alguien que predica el evangelio (“buena noticia” en griego) es el arcángel Alberto. Persigue a los difusores de malas noticias y cubre de dádivas –mediante San Pepe Albistur- a quienes cantan loas en el reino. Se diferencia del otro arcángel, Aníbal, el santo puteador, porque su oratoria no contempla groserías, aunque sí desmesuras. De su boca salieron las promesas de que la riqueza oriental inundaría el reino o que retornarían a estas tierras los fondos depositados allende los mares. Su lema: una mentira puede sanar más que mil verdades.