Miércoles, 7.30 de la mañana. Gastón Paseggi, abogado de 49 años, se levanta de la cama y su primer destino del día no será el Palacio de Tribunales ni su estudio. Carga los palos en el baúl del auto y se dirige hacia Villa Adelina, donde funciona el campo de la Asociación Argentina de Golf, para practicar con su profesor, Pedro Rodríguez. Luego de casi una hora de pegarle a la pelotita y perfeccionar su swing, vuelve a su casa para bañarse y arrancar el trabajo a eso de las 9.30.
Otro día de esa misma semana, Gastón se anotará para jugar algún torneo, que arranca al mediodía y entre las cuatro horas y media que dura el recorrido y el café o la cerveza casi obligatoria en el club house al final, le ocupará toda la jornada. “Ahora, con el celular y la laptop es más fácil. No es necesario estar en el estudio para atender un tema. Si me llama algún cliente lo atiendo igual”, confiesa Gastón, quien juega al golf porque realmente le gusta, sin dejar de reconocer que también lo ayudó en algún caso puntual: “Gracias a los contactos del golf pude hacer la radicación en el país de una empresa extranjera. El golf me dio algunos clientes importantes”, cuenta el letrado.
La oportunidad. “¿Cómo podés lograr tener una entrevista personal con algún empresario, político o gerente importante, que te escuche durante cuatro horas y media, si no es jugando al golf?”, se pregunta con bastante razón Andrés Díaz de Valdez, un empresario chileno que se está iniciando en el rubro de los laboratorios. El caso de Andrés es bastante descriptivo de lo que puede ofrecer el golf como forma de conocer gente de gran ayuda para los negocios. “Yo tuve oportunidades de todo tipo gracias al golf. Primero, armé un proyecto personal para montar mi propio laboratorio y necesitaba una máquina que era lo más importante. Resulta que un día jugando al golf conocí a quien luego fue el proveedor de esa máquina y terminó siendo mi amigo personal hasta hoy”, relata.
El golf resulta ser una especie de adicción para los que lo practican. En general, se trata de personas pisando los 45 años, que siempre han hecho otros deportes (mayormente tenis o rugby) y que cuando el físico le empieza a pasar factura, encuentra en el golf una salida para seguir vinculado a la vida activa pero sin tanta exigencia física. Lo curioso, cuando uno dialoga con la gente que practica golf, es el gran fanatismo que despierta. Esta devoción alienta a encontrar códigos comunes y una especial afinidad por los otros que lo practican. Hay hasta un lenguaje propio y eso es lo que permite que en un campo, entre golpe y golpe, se abran de una forma que no sería tan fácil en un despacho. “En una empresa en donde el presidente juega al golf, vas a ver que los gerentes también juegan y eso baja hacia los que quieren escalar”, analiza una persona que se encarga de organizar eventos de golf empresariales y conoce el tema. “Para un empleado con aspiraciones, aprender a jugar al golf le puede permitir tener algún tipo de simpatía o léxico en común con sus jefes que aman ese deporte”, agrega.
“Una vez que estás en el ambiente y te vas metiendo en los distintos grupos, ya ellos mismos te van presentando gente u ofreciendo cosas”, comenta Andrés Díaz de Valdez, pero a la vez aclara: “El golf no te hace los negocios, sólo te facilita la oportunidad de conocer a la gente indicada”.
Política empresarial. Muchas empresas son contratadas por compañías importantes para organizar torneos o clínicas de golf. En el caso de los torneos, en general se suelen realizar a pedido de alguna empresa que quiere invitar a clientes importantes o proveedores, para que participen de un torneo a todo lujo y de esa manera fidelizarlos o atraerlos en el caso de que sean clientes potenciales. Una jornada de golf que contratan las empresas incluye el traslado hacia el campo, el derecho para salir a jugar, un snack después del hoyo 9 y una entrega de premios. Lo demás, depende del presupuesto de cada compañía. “Hay algunas que nos dan la tarjeta de crédito corporativa y nos dicen que cualquier cosa que nos pidan los invitados, se la compremos. Desde comida o tragos hasta ropa o accesorios en algunos casos”, explica Francisco Debuchy, gerente de Golf in Argentina, empresa que organiza esa clase de eventos. “Cuando querés iniciar algún negocio con alguien, a veces queda mucho mejor invitarlo a jugar al golf que a tomar un café”, cuentan desde Costa Salguero Golf Center, otro de los puntos elegidos por cientos de ejecutivos y empresarios.
El futuro. En los Estados Unidos, hay muchas compañías importantes que en sus áreas de relaciones públicas o ventas, llegan a preguntar en las entrevistas laborales si saben jugar al golf y qué handicap tienen. “Eso en Argentina todavía no llegó a ese nivel, pero en muchas empresas se van dando cuenta de que si no tienen una persona en esas áreas que juegue al golf, están perdiendo algunas posibilidades”, dice Pedro Rodríguez, profesor de la Asociación Argentina de Golf, que da clínicas para empresas en el campo de Villa Adelina. A tal punto llega el interés corporativo por que sus empleados aprendan a jugar al golf, que varias firmas contratan dichas clínicas, en donde utilizan una jornada laboral para que parte de su personal se inicie en los drivings.
El hijo de Andrés Díaz de Valdez está por terminar el secundario y más allá de la carrera universitaria que vaya a elegir, ya tiene un mandato de su padre: “Mi hijo ya sabe que tiene que aprender a jugar al golf, porque algún día va a tener que hacerse cargo de mis negocios y sin esa herramienta no va a poder continuar lo que estoy haciendo”, confiesa el padre, obviamente un fanático de los palos y las pelotitas.
La armonía de un buen swing, un golpe preciso en el green, elogios que van y vienen, el sabor del aire libre y el privilegio de pertenecer. Condimentos que suelen desembocar en negocios provechosos. A veces, mucho más que la euforia de un hoyo en uno.