Por primera vez deseé que un artículo de la revista “7 días” en mi contra fuera cierto y nunca hubiera estado en El Olimpo. Entre tantos otros motivos porque aún tendría a mi madre trabajando conmigo. Ella era la administradora de la pequeñísima editorial de entonces y cuando me liberaron, dijo: “Jorge, hasta aquí llegué, no quiero contribuir a que mi hijo desarrolle un trabajo que termine con su vida, búsquense otro administrador para Editorial Perfil”.
Mi padre me contó que durante los diez días que estuve en El Olimpo, mi madre, como todas las madres en esa circunstancias, no comió, no habló, ni durmió y sólo lloró. Desde hace más de 25 años, cuando finalmente conseguimos su reemplazante, mi madre acompaña todos los días a mi padre a la oficina, pero se niega sistemáticamente a cualquier responsabilidad operativa en la empresa.
La nota de “7 días” argumenta que: “Dice que lo detuvieron siete Ford Falcon -¿cómo hizo para contarlos?- que lo tuvieron noche y día encapuchado -¿cómo afirma que lo llevaron a El Olimpo?- que el temible represor Guillermo Suárez Mason había ordenado su detención -¿de dónde surge eso si no había órdenes escritas?- hasta sostuvo que lo torturó el Turco Julián -¿no estuvo encapuchado? Por supuesto, ningún sobreviviente de El Olimpo recuerda la estadía del editor de Perfil”.
l Que fueron siete autos me lo dijeron en los interrogatorios a los que me sometieron, donde continuamente hacían ostentación de su poderío. Y yo mismo vi una gran cantidad de Ford Falcon antes de que me pusieran la capucha cuando bajé de mi propio auto cumpliendo la orden de los que me apuntaban y habían descendido de los autos que me encerraron.
l Que el lugar donde estuve detenido fue El Olimpo me enteré varios años después en 1984, cuando regresé al país tras haber sido puesto a disposición del PEN por la dictadura, y me citaron a declarar como testigo en el Juzgado Federal de San Martín por detenciones de desaparecidos en El Olimpo porque testimonios de otros testigos de la causa indicaron que yo había estado allí. El día que yo declaré también declaró pero como acusado el general Bignone, el mismo que firmó la clausura de La Semana y mi puesta a disposición del PEN.
l Que Guillermo Suárez Mason ordenó mi detención también lo confirmé a mi regreso al país a partir de todos los juicios que se abrieron con la llegada de la democracia: sabiendo que estuve en El Olimpo y ese campo de detención dependía del Primer Cuerpo de Ejército y en 1979 su comandante era Suárez Mason, no se trataba de un gran descubrimiento. Todas las causas posteriores sobre el Primer Cuerpo así lo ratificaron.
l Que quien me torturó fue el “Turco Julián” lo supe al ver sus fotos cuando él fue detenido. Recordaba su cara no de El Olimpo donde efectivamente estuve siempre encapuchado sino, como ya escribí, porque al ser liberado me informaron que me harían periódicas “visitas” de control (algo que hacían con todos los liberados para amedrentarlos y mantenerlos vigilados) y en la primera, bajo el alias obvio de Clark Kent -en la ficción, con el nombre de Kent, Superman trabaja de periodista en el diario Daily Planet-, el que apareció fue quien luego supe era el “Turco Julián”, junto con varios represores. Durante esa “visita” me llevaron a recorrer la ciudad nuevamente en un Ford Falcon, recuerdo que al dejarme en la puerta de la editorial, había dos autos más que hacían de “custodia”. En el Falcon donde me sentaron estaba a mi lado el “Turco Julián”. Él fue quien me habló -psicopateó- durante todo el trayecto y su voz era la misma que había escuchado repetidas veces en El Olimpo mientras estaba encapuchado.
l Que “ningún sobreviviente de El Olimpo” me recuerda también es incorrecto: hay decenas de testimonios judiciales además del citado caso donde declaré en el Juzgado Federal de San Martín o los que constan justamente en el auto de procesamiento del “Turco Julián” (19/11/2003) donde se dice “entre los detenidos se hallaban…Susana González, Jorge Fontevecchia, Roberto Ramírez…”, además de testimonios de testigos en la Conadep.
Cuando en noviembre del 2005 El Olimpo se abrió al público para una muestra sobre los centros clandestinos y volví allí por primera vez, me recibió la testigo fundamental del juicio al “Turco Julián” y subsecretaria de Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires, Susana Caride, también “chupada”en El Olimpo, quien me contó que todos los que estaban allí en enero de 1979 sabían de mi detención en una de las seis celdas de incomunicados que daban al frente del edificio porque “la negrita de Santa Fe, otra desaparecida que finalmente asesinaron, era la encargada de llevarte la comida y nos contaba a todos” (publicado en el diario Perfil del 27 de noviembre de 2005). Los que conocen como funcionaban los centros clandestinos saben que a los presos que tenían más tiempo les hacían cumplir tareas sin capucha.
La celda del sector incomunicados en la que yo me encontraba era muy similar a la que describe Jacobo Timernam en su libro Prisionero sin nombre, celda sin número. Era de alrededor de un metro de ancho por dos de largo de puro cemento excepto una puerta de hierro macizo con un pequeño agujero que servía de mirilla a los guardias para ver el interior sin tener que abrir. Algunas veces, cuando escuchaba a los guardias desplazarse, me animé a levantarme la capucha y mirar por la mirilla. Recuerdo perfectamente haber visto enfrente un enorme ventanal de casi tres metros de altura con su parte superior redondeada tapado con ladrillos hasta la parte del semicírculo por donde entraba la luz de la calle. Esos mismos ventanales vi cuando recorrí El Olimpo frente al sector de las celdas de incomunicados.
La nota tiene también otras consideraciones: “Fontevecchia no denunció su supuesto secuestro a ningún juzgado ni ante los organismos de Derechos Humanos, tampoco lo hizo ante la Comisión Nacional de Desaparición de Personas en 1984.”
l No sólo se realizó la correspondiente denuncia sino que mi padre presentó el pedido de habeas corpus el 8 de enero de 1979 en el Juzgado Federal Nº 1 secretaría Nº 2 por entonces a cargo del Juez Eduardo Marquard causa B14. Además mi desaparición fue nota en todos los diarios de la época y editorial del The Buenos Aires Herald, emblemático en el tema de desaparecidos. También la Comisión Nacional de Desaparición de Personas registra mi desaparición bajo el código CONADEP Nº 6570.
El artículo de 7 días también dice: “Hacia 1972, en plena dictadura de Alejandro Lanusse, Fontevecchia padre lanzó, a través de la editorial Fobera, la exitosa revista Weekend. La publicación incluyó una profusa cantidad de artículos referidos a armas de caza y de defensa, que fortalecieron sus vínculos con los militares”.
l La revista Weekend, cualquiera puede verla en un kiosco, es una publicación mensual de vida al aire libre focalizada especialmente en la pesca cuyas notas de armas y defensa se limitan a cazar perdices y liebres. Cuando se fundó Editorial Perfil y se lanzó La Semana los “vínculos con los militares” de mi padre no alcanzaban para conocer a un sargento.
Y “7 días” dice: “La Semana una publicación que nació con pompas a la dictadura militar. Fontevecchia se hizo cargo de La Semana cuando tenía 20 años. Conviene hacer una aclaración: en la primavera de 1976 ninguna publicación salía sin el padrinazgo y control estricto de los represores”.
l ¿Pompa? ¿Padrinazgo? La pobre revista La Semana nació con tan pocos recursos que no tenía siquiera una línea de teléfono, funcionaba con cuatro escritorios ubicados en el quincho (literalmente) del taller de linotipo de mi padre y cuando teníamos que ir a hablar al teléfono de él, cruzábamos frente a la parrilla al aire libre y si llovía nos mojábamos. Como comprendo que pueda resultar difícil para las nuevas generaciones imaginar el modesto origen de Editorial Perfil, su total carencia de contactos con el poder y su insignificancia en el mundo de los medios de entonces, sugiero a los periodistas de “7 días” que deseen ampliar sus fuentes y hacer el doble chequeo que recomiendan todos los manuales periodismo, entrevistar a los integrantes de aquella redacción. En Perfil mismo podrían dar su testimonio el crítico de cine de NOTICIAS, Jorge Carnevalle, el director de Fotografía del diario Perfil, Carlos Lunghi, y el hasta hace poco editor de la revista Fortuna, Edgardo Ritacco; y fuera de Perfil revisando el staff de aquellos años.
Para concluir con “7 días”, destaca que antes de fundar La Semana “cuando Jorge tenía 19 años publicó (la revista) Actualidad nada menos que en Paraguay -gobernada por el dictador Alfredo Stroessner- y (la revista) Noticias en Uruguay -cuando el país había caído en las garras de una dictadura militar. Hay que subrayar que no eran publicaciones deportivas o de entretenimiento, sino revista de fuerte contenido político en países donde ya estaba en marcha la Operación Cóndor”
l No sé si reírme o llorar: mi padre lanza Weekend “en plena dictadura de Lanusse”, La Semana en la dictadura militar de Videla, Actualidad “nada menos que en Paraguay gobernada por el dictador Stroessner” y Noticias Uruguay cuando ese país estaba bajo “las garras de la dictadura militar”. ¿No sería más fácil reconocer que cualquiera que hubiera abierto una panadería o una revista en la Argentina, desde 1955 hasta 1983, y en los países vecinos, salvo breves períodos habría coincidido con alguna dictadura militar?
No conocí a Stroessner, ni a los dictadores uruguayos, ni tenía noticias del Plan Cóndor, yo era un chico de 19 años (reitero: 19) a quien no le alcanzaba la plata para lanzar una publicación en la Argentina y decidió hacer sus primeros intentos publicando revistas con modelos en tapa en lugares donde 4 escritorios y un teléfono prestado no eran tan poco, para juntar experiencia y luego hacerlo en su país.
¿Es tan difícil reconocer que también alguien que pueda criticar a Kirchner haya estado detenido en El Olimpo y puesto a disposición del PEN por la dictadura? En el gobierno de Menem he sido acusado de todo tipo de falsedades, pero nunca imaginé campañas sucias tan torpes como éstas.