Acostumbrado a aterrorizar a funcionarios de segunda categoría (nunca un pez gordo) que se quedan con un vueltito en monedas, o a empresarios desconocidos (nunca un anunciante del ciclo) que hacen trastadas de poca monta y tiemblan frente a las cámaras del políticamente correcto CQC, Gonzalito descubrió que el periodismo light tiene riesgos de cabotaje y ventajas de vuelo internacional con asiento en primera clase.
Hurgando en las afueras del poder, lo máximo que podés recibir es un par de trompadas que, al fin y al cabo, dan rating. En las entrañas del palacio, en cambio, la historia se complica. Por algo hay tantos periodistas muertos, censurados y perseguidos. El que mete el dedo en la llaga no lo transmite por televisión prime time. A esa hora, la tele es territorio de ficciones y fantoches.
Gracias a los ya famosos dedos del indescriptible intendente de El Bolsón, Oscar Romera, el notero estrella de CQC pasó de bufón preferido de la pareja presidencial, a periodista comprometido que levanta la bandera de la libertad de prensa y recibe el apoyo de sus colegas; mutación milagrosa que bien vale el moretón más promocionado de la historia, especialmente en estos tiempos de rapiña generalizada, en los que todo el mundo trata de borrar su pasado “colaboracionista” y hacer leña del árbol caído en las elecciones legislativas. Muy conveniente y oportuno el estrangulamiento mediático del desquiciado político radical que perdió la chabeta en cámara.
Si lo hubieran querido hacer no les salía. Los guiños seductores a Cristina y los chistes pícaros a Néstor son cosa del pasado; ahora se trata de poner el pecho a las balas que trae el cambio de aire político. Eso sí, de ser posible, que sean de goma. Después de todo estamos frente a un envío apto para todo público, cuya misión es transgredir sin escandalizar y denunciar sin romper el statu quo que vende. O sea, periodismo dirigido al paladar medio.
El segmento del programa “Proteste Ya” es una brillante herramienta de marketing que, enmascarada detrás del concepto “las necesidades de la gente”, toca temas trascendentes para quienes los sufren en carne propia, pero menores desde el punto de vista periodístico y social; evolución mezquina de esos noticieros del mediodía que se hacen una fiesta con el reclamo sobre un bache añejo, la falta de semáforos frente a un colegio, o el perrito perdido en Caballito por el que el dueño ofrece recompensa dado que su hija ciega y postrada lo extraña horrores; distracciones cotidianas que nos mantienen adormecidos.
Una de las peores herencias del kirchnerismo es el crecimiento y expansión de esta generación de periodistas “cool” que, de la mano del progresismo político, van por la vida pescando mojarritas que venden a precio de tiburón.
Desde los que visitan las villas asombrándose de los “horrores” que dejó el capitalismo de los noventa (importa poco que estemos en el 2009) hasta aquellos que recorren las cárceles desde una mirada comprensiva, o los que dicen “última dictadura” cada cinco minutos tomando un trago en cámara y haciéndose los cancheros.
Parecen inocentes pero no lo son. Con una gaseosa de marca en la mano y vestidos por las mejores casas de ropa, convencieron a toda una generación de lo siguiente: acorralar a un pobre desgraciado que se roba el papel higiénico en una repartición pública, es el colmo de la libertad de expresión.
El problema no es lo que investigan (los valientes jamás sobraron), sino el tono que les dan a sus notas, ese carácter superado que los instala más allá del bien y del mal cuando, en realidad, son menos aguerridos que el bueno de Guillermo Andino.
En consonancia con su génesis farandulera, el episodio fue “estrenado” en el programa de Jorge Rial, quien con la misma expresión que le dedica a la fauna gatuna que camina su estudio fogoneando peleas bizarras (algunas más peligrosas que la de El Bolsón), entabló una comunicación telefónica en la que el damnificado parecía más preocupado por vender las imágenes que se verían el lunes próximo, que por contar los detalles de la “brutal agresión” sufrida. “Señorita, señorita, Romera me zamarreó del cuello”.
Flor de mariconada, dirían en el barrio. ¿Y el intendente? Un desastre. Pero lo más interesante de este episodio no es la actitud del entrevistado, sino que dejó en evidencia al entrevistador; generación de profesionales que parece haber estudiado en la escuela de periodismo de Cris Morena.
*Publicista y Filósofo.